[CORREO DE LECTORES] Los ojos de Mariano

Mariano me mira desde la puerta. Como trabajo por día, y la plata se me escurre entre los dedos, todavía no he podido comprarle un marco que lo salve del tiempo. Con él está Lenin, envuelto de rojo, con fábricas y bayonetas que asoman desde los camiones. Me señala la biblioteca con uno de sus gestos eternos. Mariano más bien está serio. Dicen los compañeros que lo han conocido que era de su costumbre quedarse callado, como pensativo. Que algunas veces, era más bien cabizbajo. Pero nunca se olvidaba de la risa.


El 20 de octubre de 2010 yo volvía del colegio. Tenía 15 años y algunas ideas de izquierda, que oscilaban entre el foquismo y el nacionalismo. Cuando giré la llave y terminé de cerrar la puerta, había una ambulancia en la tele. Mi viejo estaba triste. ¿Enfrentamiento entre barras? ¿Una interna ferroviaria? ¿Qué es el Partido Obrero? El noticiero repetía una y otra vez el mismo video de pocos segundos, mientras especulaba con "hipótesis" y sacaba conclusiones con olor a mierda. Yo recuerdo a un pibe de barba sobre la camilla, clavando la mirada en el cielo. Las banderas rojas. La rabia de los compañeros. Alguien que dijo "no te duermas, Mariano". O tal vez no lo dijo nadie y es una distorsión de la memoria. O tal vez se lo dije yo, porque no quería perderlo.


Desde aquel día han transcurrido casi 8 años. Hoy milito en el Partido Obrero desde hace cuatro, y tengo 23, la edad de Mariano en ese día final. Son muchas las cosas que me gustaría decirle. Y a veces se las digo.


Me di cuenta en estos años, que se forman lazos muy profundos en la lucha que desarrollamos. Nos vamos forjando al calor de un partido de combate, que sacude y revoluciona todos los aspectos de nuestras vidas. En un momento determinado, uno se ve rodeado por la locura creativa, por el gesto humano, por la ternura. Por un montón de locos que dicen lo que piensan, y que hacen lo que dicen. Que no vacilan cuando hay que poner el cuerpo. Y que construyen.


Y con ese primer sobresalto, nos terminamos acostumbrando también a lo inesperado. Porque en esta lucha nadie busca enamorarse, hallar a un amigo, o perder a un compañero. Como si se pudiera imaginar una cosa así. Como si el amor pudiera planificarse. Son hechos que simplemente se arrojan sobre nosotros y nos golpean.


En estos años he conocido a personas de otro sueño. Personas con las que he compartido un mate, una cerveza, el hambre. Hemos pasado frío y calor. Hemos pasado la noche despiertos. Hemos dormido en micros, en carpas, en AGR. Hemos puesto el cuerpo en piquetes y acciones de lucha. Hemos enfrentado la represión del 14 y el 18. He hecho el amor, he discutido, me he enojado, nos hemos reído. Me han abierto la puerta de muchas casas. Por eso reafirmo que los lazos que se forman en un partido revolucionario, son inquebrantables.


Y por eso creo, Mariano, que el Estado burgués es un criminal que no puede rehabilitarse. Porque no solo te arrebató la vida, sino que también nos ha robado para siempre la oportunidad de conocerte. De compartir momentos de vida. Y ese crimen es su mayor pasatiempos. El Estado burgués nunca deja de reproducirlo, una y otra vez, sin descanso, a través de sus más diversos agentes del terror.


Yo no sé cómo era tu voz. Cuáles eran tus gestos. Qué cosas te hacían enojar. Si alguna vez te golpeó el desamor. Qué esperabas del futuro. ¿Y si nos tocaba estar en el mismo cordón el 18D?


Yo no pude saber cómo imaginabas que será el socialismo.


Porque yo no sé cuándo, ni bajo qué condiciones, ni mucho menos con qué particularidades, pero sé que vamos a llegar al socialismo que soñaste tantas veces. Y si de algo estoy seguro, Mariano, es que te multiplicaste por miles. Por miles. Somos muchos los jóvenes que al saber la verdad apretamos el puño, nos llenamos de rabia, nos indignamos, y decidimos salir a luchar. Somos miles los que hoy tomamos la bandera roja que defendías, contra el Estado de los patrones, contra la burocracia sindical, contra la muerte.


Porque si ellos piensan que una bala nos amedrenta, entonces no conocen a la clase obrera.