Desde la cárcel, para Cromañón

Carmen Ifran es una de las detenidas desde el 16 de julio de 2004, junto a otras 14 personas, por manifestarse frente a la Legislatura, lo que constituye una violación a sus derechos humanos y una ruptura del principio de inocencia en una causa que a esta altura resulta escandalosa. Pero convocada a escribir sobre el tema, Carmen eligió otro: Cromañón, que la tiene conmovida desde el mismo momento en que se enteró de la masacre. En una hoja de cuaderno, con la birome y el corazón, escribió pensando en los chicos, más que en su propia causa. Aunque tal vez, cuando se trata de injusticia, siempre se esté hablando de lo mismo.


Los gritos del silencio, del dolor y desesperación… Clemencia, ellos no la tuvieron, lloraron, gritaron y no los escucharon, no tenían oportunidad de ser oídos.


A ellos les robaron toda su alegría, en una sola noche; eran niños llenos de sueños que ya nunca serán cumplidos.


Hoy espero que esos sueños que ellos tenían puedan ser cumplidos aunque sea para que se haga justicia. Porque no queremos que el fuego de nuestras bocas se apague, nuestra sangre nos llama de entre las cenizas, y con nuestras manos dibujaremos sus rostros.


El aire de ausencia no apaga las 194 velas desplegadas desde aquel diciembre, las calles todavía están envueltas en la niebla.


Una niebla que la Justicia niega ver. ¿Dónde están los chicos?


Qué lugar ocupa la muerte de nuestros chicos en la escala de valores de los que dejaron libres a los culpables.


No esperen resignación.


¡Nos pueden poner todos los ríos delante nuestro, que todos los ríos cruzaremos por nuestra sangre!


El 30/12 nos fuimos todos con los chicos, pero nuestros gritos de furia seguirán latentes bien al lado de sus oídos.


Hasta cuándo el dinero y el silencio pesarán más que la vida.


Madres. Díganles al oído lo mucho que los necesitan, quiéranlos, y que la otra punta de otra infancia, donde están los sueños del descanso, dejen que la vida sea su propia película, entre la tierra y la eternidad.


Me despido de ustedes, padres del dolor. Agradeciendo infinitamente estar en sus mensajes de libertad.


Atentamente