El ataque al plantel de Quilmes

Gustavo

El sábado 6 de noviembre, el micro en el que viajaba el plantel de Quilmes fue interceptado por un grupo que lo agredió a piedrazos. El equipo volvía de perder ante Gimnasia La Plata. Durante la misma semana, hinchas de Deportivo Maipú (Mendoza) irrumpieron en la cancha, en medio de un partido, para golpear a los futbolistas del equipo contrario, Sportivo San Francisco de Córdoba. Unos días después, con once balas de plomo disparadas y un herido, se dirimía la pelea entre dos facciones de la barra brava de River Plate (Los Borrachos del Tablón y Los Patovicas de Hurlingham) por el control de los negocios derivados de los recitales de Paul McCartney y los Jonas Brothers.

Los hechos llaman la atención no sólo por su contundencia, sino también por el grado de exposición que han alcanzado por estos días en el país los barrabravas. Y por un detalle: en ninguno de los tres casos se conocen detenidos.

Poco después de los incidentes en Mendoza, que culminaron con la suspensión del partido, la comisión directiva del Deportivo Maipú presentaba su renuncia y su presidente, Omar Sperdutti, acusaba al intendente de “jugarle sucio ya que esto fue provocado por empleados municipales” (La Voz del Interior, 7/11).

Pero más notable es lo de Quilmes, cuyo vicepresidente es nada menos que el jefe de gabinete, Aníbal Fernández. En declaraciones a radio La Red, el ministro señaló que “por lo que me he ocupado de averiguar, no es la hinchada de Quilmes la que tiró piedras, sino dos tarados que se conocen con nombre y apellido y que ojalá los metan presos 70 años, porque a uno de ellos lo conozco muy bien, es vecino mío” (Olé, 12/11). El ministro no precisó, sin embargo, los nombres ni hizo la denuncia correspondiente.

Las agresiones y visitas intimidantes de barrabravas en las concentraciones de los equipos, que incluyen generalmente amenazas con armas de fuego y se producen en zonas liberadas, se han transformado en un fenómeno cotidiano del fútbol de ascenso y de primera división. Ocurrió recientemente en Sacachispas, pero los casos son realmente incontables.

¿Habrá algún modo de detenerlo?