El día que los kulaks abrazaron al stalinismo

Las reivindicaciones de los diversos sectores patronales en pugna, en el conflicto gobierno-campo, han arribado a sus propios límites. Tarde o temprano, toda disputa material debe trasformarse en una lucha política explícita; es decir, por el poder político.

Por ello, ya ha emergido sutilmente la idea de crear un “partido agrario” o alguna formación política semejante que represente de manera directa los intereses de los terratenientes y capitalistas agrarios.

Naturalmente, en un debate así, el stalino-maoísmo criollo, y bien “criollo”, no podía quedar al margen. Amancay Ardura, del PCR, fue el encargado de dar el puntapié inicial, al patentar la idea: “Somos un partido campesino” (La Nación, 8/6), además de decir que “De Angeli es amigo nuestro desde hace mucho tiempo” (ídem).

Recordemos que este personaje mediático dice haber votado a Pino Solanas y tiene por mano derecha, y bien derecha, a al ex vicepresidente de Pro-Entre Ríos y ex candidato a senador.

No obstante, aquí lo que importan no son las amistades del PCR (podemos empezar por Seineldín…), sino sus definiciones políticas. Cien años después de debates en el movimiento socialista internacional acerca del carácter de la revolución y su sujeto histórico, el maoísmo “nacional, popular… y chacarero” se pronuncia en favor ¡de la construcción de un partido campesino!

La crisis capitalista tiene una salida anticapitalista que sólo los explotados pueden desarrollar. Por ello, a los partidos del pequeño capital (de la ciudad o del campo), los revolucionarios les oponemos un Partido Obrero que lucha por una alternativa obrera y socialista.