El mundo capitalista: ¿Un gran lugar donde morir?

Días atrás, la revista Viva, de Clarín, publicaba un artículo donde decía que a la estación de trenes de Letten llegaban 20.000 jóvenes de toda Europa para drogarse. Según el artículo, las autoridades no los detienen ni los envían a los centros de recuperación para no atentar contra su derecho a la libertad individual. Las autoridades consideran que son irrecuperables. Van allí a morir. En principio, lo que tenemos que decir es que a un enfermo no se lo detiene (porque no es un delito ¿o sí?) y segundo, que el camuflaje de la defensa de los derechos individuales es para no gastar un mango en la asistencia, que sí es una obligación del Estado darla y sí tienen el derecho los adictos de recibirla.


Uno de los mayores expertos en drogadicción expresó: los adictos, a diferencia de las jeringas, no son descartables, y en Letten sí lo son.


Debemos decirle a este experto que desde que el mundo es mundo siempre  los explotados fueron “descartables”. El mundo capitalista está asfaltado con sangre de jóvenes y trabajadores que dejaron y siguen dejando sus vidas en fábricas y guerras.


La droga es una mercancía y los jóvenes “sin salida” de todo el mundo, la cientela que ellos mismos (los capitalistas) generan.


Otro artículo, aparecido en el diario local “Pueblo Chico” y también en el diario Clarín, daba cuenta de la muerte de 80 jóvenes por efectos del Sida en el Bajo Boulogne, un barrio de seis cuadras de ancho por siete de largo. Allí, la falta de los conocimientos más elementales de cuidado, agravada por las condiciones miserables de vida, está diezmando todo un barrio de jóvenes.


Relata el artículo que una joven no podía iniciar los trámites de pensión que el Estado provincial les prometió a familiares de fallecidos de Sida, porque no tenía dinero para el colectivo.


Es llamativo el contraste entre las precarias y humildes casas y la formidable construcción de las nuevas bóvedas del cementerio. Sólo les falta, a estas últimas el cartel “Estamos construyendo para usted”.


También hay que denunciar que mientras el supermercado Carrefour, que está pegado al Bajo Boulogne posee abundante agua y gas, hay vecinos que no tienen agua potable ni gas natural.


El artículo termina preguntándose: ¿Por qué el Sida eligió el Bajo Boulogne?, a lo cual no da respuestas.


El verdadero Sida es el capitalismo, que deja sin defensa a toda una población (sin trabajo, sin educación, sin salud, sin agua, sin gas, etc.) ante ésta o cualquier otra enfermedad que son impotentes de combatir.


Ahora bien, de Letten al Bajo Boulogne, pasando por Brasil, donde los Escuadrones de la Muerte asesinan niños, podemos decir que lo único que nos ofrece el mundo capitalista es un “gran lugar” donde morir.


Como dice la canción: ¿De donde saldrá el martillo verdugo de estas cadenas? Que salga de los trabajadores que luchan contra el capitalismo e impongan gobiernos obreros en todas partes del planeta. Más que nunca es ellos o nosotros, Socialismo o Barbarie.