El PTS y su extraña manera de debatir

Resulta instructivo ver lo sencillo que puede llegar a ser manipular una opinión. Se omite algo por aquí, se agrega una interpretación por allá, y así se llega a una conclusión totalmente distorsionada.


Hace ya un tiempo me dirigí al Correo de Lectores de Prensa Obrera (N° 976), para expresar mi opinión acerca del artículo “En defensa del Catastrofismo”, de Pablo Rieznik (“En Defensa del Marxismo”, N° 34). Pero, ¿por qué al correo de lectores? Porque, justamente, soy un lector de ese periódico. Lo que escribe cualquier persona en el Correo de Lectores, no puede ser tomado, bajo ningún punto de vista, como la voz oficial del PO, sino como la voz oficial… de quien firma el texto. En verdad, me siento un poco ridículo haciendo esta aclaración, pues es algo que sabe cualquier persona. Lo saben, también, los autores del artículo “Entre el escepticismo y la catástrofe inminente” (“Lucha de Clases”, N° 7). Sin embargo, se toman el atrevimiento de citar, en las páginas 142 y 143, una parte de mi escrito sin mencionar, en ningún momento, que fue publicado en el Correo de Lectores y que, por lo tanto, no representa al PO.


Es claro que no voy a ser tan ingenuo como para pensar que el PTS (al cual pertenece la revista “Lucha de Clases”) cometió un simple error. Aquí hay una intención clara de falsear la situación. En el afán de buscar la validez de su punto de vista a toda costa, los autores no se detienen ante lo que significa una evidente manipulación. Incluso no les basta con eso, pues fuerzan la cita, o más bien la interpretación que se hace de la cita, con el fin de ver en el catastrofismo una suerte de sinónimo de crisis revolucionaria (!!). Pero no es mi intención entrar en un debate con el PTS, pues la crítica no se me realiza a mí. La respuesta vendrá de parte del Partido Obrero, siempre que lo consideren necesario. Mi intención es dejar en evidencia la tergiversación que realiza el PTS, no por el valor que pueda tener la cita en sí, sino por la importancia que tiene el hecho de llamar a las cosas por su nombre.


De todas formas, no quiero “retirarme” sin antes remitirme a un viejo y conocido libro, “La estrategia de la izquierda en la Argentina” (pp.117-118-119-120) de Jorge Altamira, pues me parece fundamental para entender cómo los críticos del PO han jugado con la concepción del catastrofismo, asimilándola de una forma directa e incorrecta a una crisis revolucionaria: “La situación revolucionaria y la crisis revolucionaria no son dos categorías diferentes (…). Una situación revolucionaria significa al mismo tiempo una desintegración de la dominación política de los explotadores y una acción revolucionaria de las masas. Las instituciones no se derrumban solas, esto porque en la sociedad y en la política no puede existir el vacío; deben ser derrumbadas por la movilización de los explotados.”


“(…) Todos estos elementos demuestran el alto grado de desarrollo que han alcanzado los requisitos sociales y económicos de una situación revolucionaria. Pero los requisitos no son todavía la situación revolucionaria. Para que el agravamiento agudo de las condiciones de existencia de la sociedad se transforme en un cuestionamiento de su sobrevivencia, es necesario que la conciencia de las diferentes clases sufra un cambio radical. Sin estas modificaciones subjetivas no podría surgir una situación revolucionaria, entendiendo al mismo tiempo que estas modificaciones subjetivas son enteramente objetivas, desde que se producen ‘con independencia de las voluntad (previa) de los grupos aislados y de los partidos, así como de las clases’ (Lenin). De esta manera, el cambio en la conciencia de las distintas clases no está sujeto a ninguna clase de arbitrariedad ni queda librada al azar, sino que se produce bajo el imperio de una necesidad histórica.”


“(…) No cualquier lucha es una acción revolucionaria. Para que tenga este carácter debe oponer colectivamente a la clase obrera contra la burguesía organizada en el Estado, adquiriendo así un carácter político; los métodos de lucha deben ser los propios de la acción directa de las masas: y sobre esta base los trabajadores deben romper con los partidos burgueses tradicionales y la burocracia sindical, estructurando organizaciones adaptadas a su lucha y dando un viraje hacia los partidos revolucionarios, allí donde éstos existen. (…) La segunda característica de una situación revolucionaria es que la clase media no sólo luche cotidianamente por sus reivindicaciones, sino que también rompa con los partidos tradicionales y siga al proletariado en su giro revolucionario. (…) Por último, es necesario un cambio subjetivo en la propia clase dominante, la cual comienza a desmoralizarse ante su propia incapacidad y la acción de los explotados.”