José Saramago

"El Evangelio según Jesucristo"

A pesar de haber sido escrito hace varios años, este libro no deja de impactar por lo descarnado, la lucidez y el sentido militante. Saramago plantea una visión humana de Jesús.

Entre conflictos se desarrolla la vida concreta y simple de un muchacho, que se hará hombre luchando por encontrar respuestas a sus tormentos, sus pesadillas, su pasión. Nacido en una familia humilde, hijo de José y María, hermano de otros siete hijos de esta pareja. Huérfano de padre, muy joven, por la crucifixión de José en manos de los romanos, confundido entre guerrilleros que luchaban contra el imperio.

En su adolescencia, lo acompaña Pastor (el diablo), tan humano, coherente y protector de la vida de su rebaño; el que sólo sacrifica ovejas por necesidad y no por capricho de ningún dios.

Pastor es maestro de Jesús desde los catorce a los dieciocho años.

A esta edad, conoce a María de Magdalena, una prostituta que pronto se transforma en su mujer y compañera. Sólo ella puede decirle a Jesús: “deberías ser mujer para saber lo que es vivir en este mundo sin el amor de Dios”.

Saramago no sólo denuncia el repudio de Dios a las mujeres, sino que logra poner al lector en el lugar de éstas.

Es brutal. O cuando desenmascara el egoísmo “divino” en boca de María: “Mi Jesús, tú pides lo imposible, que Dios no se ame a sí mismo”.

Un dios que manda a su hijo a la cruz por amor propio, por ego. Si ése es el destino que eligió para su hijo, ¿qué puede esperar el resto de la humanidad?

En su afán por lograr que el mundo se arrodille a sus pies, Dios no piensa en ahorrar vidas, ni siquiera de sus propios discípulos. Pastor comentará “sólo a Dios le puede gustar tanto la sangre”.

Jesús va a la cruz, pero no acepta morir como hijo de Dios, prefiere morir como hombre, entre iguales, se rebela.

Saramago reivindica este humanismo, la rebeldía del Jesús adolescente que se niega a sacrificar a su cordero en la sinagoga, opta por la vida antes que por la muerte absurda.

Reivindica la autodeterminación, la hermandad entre los hombres.

Saramago reivindica al hombre en la figura de Jesús y la contrapone al egoísmo y la tristeza de Dios.

Con su último aliento, Jesús pide perdón a la humanidad por el “padre” que le tocó.

La obra es sencillamente genial, pero además debe servir para mejorar la comunicación de los socialistas, de los ateos, con la masa de trabajadores que se declaran cristianos. Este libro sirve para entender la subjetividad de estos compañeros.

Este problema no es menor cuando vemos a las iglesias movilizando miles de personas contra el matrimonio igualitario o cuando observamos que en cada barriada popular de este país hay una iglesia evangelista.

Es necesaria una política hacia estos sectores y hay que empezar teniendo una buena comunicación. Este es el sentido militante que, sin duda, tiene el evangelio de Saramago.