Correo de lectores
7/11/1996|518
¿La Ley de Educación sirve?
Respuesta a la Señora Inés Aguerrondo —subsecretario de Programación y Gestión Educativa— su artículo de opinión publicado en el diario Clarín el 9/10/96.
Para que los niños y los jóvenes dominen los códigos de la modernidad no se requiere exclusivamente una Ley Federal de Educación. Bien saben los funcionarios del área educativa que la modernidad presupone algo más que adquisición de las conductas que la Sra. Aguerrondo enuncia en su artículo —garantizadas de hecho, en muchos establecimientos públicos de enseñanza—; exige, impone la creación de espacios donde se generen otros tipos de conductas cuyos códigos se aprenden viendo los noticieros de televisión, leyendo los titulares de los diarios, y frente a los cuales poco o nada podemos hacer los docentes y los alumnos. Corrupción generalizada, individualismo, desprecio al disenso, marginación social, resquebrajamiento de valores, angustia, impotencia, son también códigos de esa modernidad a la que los niños y los jóvenes acceden y no precisamente dentro del ámbito escolar.
En ese marco, hablar de valentía para aplicar una Reforma Educativa, rechazada masivamente por docentes, padres y alumnos de las escuetas públicas bonaerenses, supone una actitud deliberada no sólo de confundir sino de engañar a la sociedad.
La Señora Aguerrondo y los demás funcionarios de Educación, incluidos los de la Provincia de Buenos Aires, saben bien que los docentes, padres y alumnos no nos oponemos al incremento de la escolarización de niños y jóvenes. De hecho, es un antiguo reclamo de la comunidad educativa. La cuestión es: frente a los alarmantes índices de deserción que se registran actualmente en las escuelas públicas i de la Provincia de Buenos Aires, en este contexto socio-económico, ¿la extensión de la obligatoriedad va a garantizar esa escolarización o por el contrario, va a lograr que al creciente problema de la deserción se le sume, a corto plazo, la formación de un amplio sector de niños y jóvenes que se van a ver imposibilitados de cumplimentar la educación general básica, obligatoria, para convertirse —por cuestiones extra escolares— en “la mano de obra barata** que tas leyes del mercado —otro código de la modernidad— reclaman?
El aumento de la inversión en educación es, también, un reiterado reclamo de la comunidad. La objeción que se plantea es cómo se hace esa inversión y con qué objetiva. Permanentemente se publicita en los medios la inauguración de alguna escuela, la entrega de computadoras y se insiste —desde el área educativa—en la necesidad de incorporar la Informática y la Tecnología en los establecimientos de enseñanza. ¿Quién puede oponerse I iniciativas o criterios de esa naturaleza? En este caso, la cuestión es: ¿qué relación existe entre el dinero invertido en las computadoras que se entregan a las escuelas y el hecho de que en los 8vos, años que se pretenden implementar en 1997 no se dicte la materia Informática, que sí existe en los 1ros años de las escuelas secundarias, tendientes a desaparecer el año próximo en virtud de esta Reforma?
Dicho más claramente, se invierte en computadoras pero se da de baja a la materia que les permite a los alumnos conocer adecuadamente su manejo y, con ella, al docente que puede enseñarla.
Bienvenidas son todas las iniciativas tendientes a construir escuelas y aulas. Sin embargo, en el contexto actual, parece ser lo más barato. El verdadero desafío radica en crear, preservar y sostener los recursos humanos y materiales que ocupan y van a ocupar esos espacios y en la creación de condiciones pedagógicas que permitan que en esos lugares se enseñe v se aprenda con dignidad y se garantice, efectivamente, una real calidad educativa.
En esas escuelas nuevas y en esas aulas construidas, más al ritmo de los tiempos políticoelectorales que a los educativos, van a enseñar profesores de Francés ‘reciclados’ en profesores de Lengua, profesores de Contabilidad ‘reciclados ’ en profesores de Computación —y quién sabe hoy en qué otra asignatura, ante la eliminación en el 3er. ciclo de esta materia—profesores de Geografía ‘reciclados´ —en este caso por iniciativa personal, dado que no existió reconversión oficial alguna—en profesores de Antropología. ¿Así se garantiza la calidad educativa? ¿Haciendo caso omiso a los títulos docentes legítimamente adquiridos c imponiendo una reconversión o un reciclaje a través de cursos de probada ineficacia? ¿Se puede afirmar que los niños y jóvenes van a aprender más y mejor? ¿Con estos docentes así reconvertidos —bajo ningún concepto capacitados-^ se van a cumplir los requerimientos del Siglo XXI? ¿Se garantiza “el dominio de los códigos de la modernidad” primarizandoel tercer ciclo de la EGB, sustituyendo las asignaturas por áreas, modificando la carga horaria de las asignaturas actuales, desarticulando los niveles de enseñanza?
Efectivamente, creemos que esta Reforma implica exclusivamente un intento por controlar la eficiencia de la inversión. Lo afirma el propio gobernador de la Provincia de Buenos Aires en los fundamentos de su decreto 4457/95. Se desprende de la decisión de primarizar el 3er ciclo de la EGB, que en la práctica implica un recorte del personal; se desprende del ‘mercado de cursos ’ creado en la Provincia, a los que los docentes se ven obligados a acceder como condición imprescindible para preservar su fuente laboral y no quedar “fuera del sistema”; se deduce de la articulación que se está intentando implementar en un marco de improvisación y desprolijidades para las que hace falta —en esto coincidimos— una gran “valentía”.
Durante años, los docentes y alumnos de las escuelas secundarias hemos redamado una verdadera articulación pedagógica que permitiera unir los distintos niveles de enseñanza. Esta articulación, tal como se impone, sólo atiende a lo estructural. Lo pedagógico se desprecia sistemáticamente, y cuando surgen planteos que se centralizan en este aspecto, surgen las presiones, las amenazase incluso las prohibiciones. ¿Son los “códigos de la modernidad” los que indican que, a través de cadenas telefónicas, se informe a los directivos que no se pueden hacer en los establecimientos reuniones de padres, docentes y alumnos para dialogar sobre la Reforma Educativa? ¿Este es el consenso que se ha logrado en “tiempo récord”? ¿Así se acuerda democráticamente esta Reforma con toda la sociedad?
Finalmente, justificar la destrucción de la Escuela Media haciendo alusión a las “secuelas de violencia creciente” es echar mano a un argumento no sólo reñido con el más elemental principio pedagógico, sino estrechamente ligado al menosprecio intelectual y afectivo que sistemáticamente todos los funcionarios del área educativa hacen a los niños y jóvenes de las escuelas públicas, mencionados reiteradamente en los discursos oficiales —ampliamente publicitados y difundidos— pero ausentes en los fundamentos políticos de esta Reforma, y en lodos los decretos, resoluciones, disposiciones y comunicados que se dictan para implementarla.
En un video que ha circulado recientemente entre docentes, padres y alumnos, se escucha decir a la Doctora Gianneliasio: “A mí no me importa cómo piensa nadie en una escuela”. ¿Qué quieren decir cuando defienden la Reforma con estos términos? Nosotros lo sabemos, los funcionarios también. Deberían decirlo con claridad.