¿La Ley de Educación sirve?

Respuesta a la Señora Inés Aguerrondo —subsecretario de Programación y Gestión Educativa—  su artículo de opinión publicado en el diario Clarín el 9/10/96.


Para que los niños y los jóvenes dominen los códigos de la moder­nidad no se requiere exclusiva­mente una Ley Federal de Educa­ción. Bien saben los funcionarios del área educativa que la moderni­dad presupone algo más que adqui­sición de las conductas que la Sra. Aguerrondo enuncia en su artículo —garantizadas de hecho, en mu­chos establecimientos públicos de enseñanza—; exige, impone la creación de espacios donde se ge­neren otros tipos de conductas cu­yos códigos se aprenden viendo los noticieros de televisión, leyendo los titulares de los diarios, y frente a los cuales poco o nada podemos hacer los docentes y los alumnos. Corrupción generalizada, indivi­dualismo, desprecio al disenso, marginación social, resquebraja­miento de valores, angustia, impo­tencia, son también códigos de esa modernidad a la que los niños y los jóvenes acceden y no precisamente dentro del ámbito escolar.


En ese marco, hablar de valen­tía para aplicar una Reforma Edu­cativa, rechazada masivamente por docentes, padres y alumnos de las escuetas públicas bonaerenses, su­pone una actitud deliberada no sólo de confundir sino de engañar a la sociedad.


La Señora Aguerrondo y los demás funcionarios de Educación, incluidos los de la Provincia de Buenos Aires, saben bien que los docentes, padres y alumnos no nos oponemos al incremento de la escolarización de niños y jóvenes. De hecho, es un antiguo reclamo de la comunidad educativa. La cuestión es: frente a los alarmantes índices de deserción que se registran ac­tualmente en las escuelas públicas i de la Provincia de Buenos Aires, en este contexto socio-económico, ¿la extensión de la obligatoriedad va a garantizar esa escolarización o por el contrario, va a lograr que al cre­ciente problema de la deserción se le sume, a corto plazo, la formación de un amplio sector de niños y jóvenes que se van a ver imposibi­litados de cumplimentar la educa­ción general básica, obligatoria, para convertirse —por cuestiones extra escolares— en “la mano de obra barata** que tas leyes del mercado —otro código de la mo­dernidad— reclaman?


El aumento de la inversión en educación es, también, un reitera­do reclamo de la comunidad. La objeción que se plantea es cómo se hace esa inversión y con qué obje­tiva. Permanentemente se publicita en los medios la inauguración de alguna escuela, la entrega de computadoras y se insiste —desde el área educativa—en la necesidad de incorporar la Informática y la Tecnología en los establecimientos de enseñanza. ¿Quién puede opo­nerse I iniciativas o criterios de esa naturaleza? En este caso, la cuestión es: ¿qué relación existe entre el dine­ro invertido en las computadoras que se entregan a las escuelas y el hecho de que en los 8vos, años que se pre­tenden implementar en 1997 no se dicte la materia Informática, que sí existe en los 1ros años de las escue­las secundarias, tendientes a desapa­recer el año próximo en virtud de esta Reforma?


Dicho más claramente, se invier­te en computadoras pero se da de baja a la materia que les permite a los alumnos conocer adecuadamente su manejo y, con ella, al docente que puede enseñarla.


Bienvenidas son todas las inicia­tivas tendientes a construir escuelas y aulas. Sin embargo, en el contexto actual, parece ser lo más barato. El verdadero desafío radica en crear, preservar y sostener los recursos hu­manos y materiales que ocupan y van a ocupar esos espacios y en la crea­ción de condiciones pedagógicas que permitan que en esos lugares se ense­ñe v se aprenda con dignidad y se garantice, efectivamente, una real calidad educativa.


En esas escuelas nuevas y en esas aulas construidas, más al ritmo de los tiempos políticoelectorales que a los educativos, van a enseñar profesores de Francés ‘reciclados’ en profeso­res de Lengua, profesores de Conta­bilidad ‘reciclados ’ en profesores de Computación —y quién sabe hoy en qué otra asignatura, ante la elimina­ción en el 3er. ciclo de esta materia—profesores de Geografía ‘reciclados´ —en este caso por iniciativa personal, dado que no existió recon­versión oficial alguna—en profeso­res de Antropología. ¿Así se garanti­za la calidad educativa? ¿Haciendo caso omiso a los títulos docentes legí­timamente adquiridos c imponiendo una reconversión o un reciclaje a tra­vés de cursos de probada ineficacia? ¿Se puede afirmar que los niños y jóvenes van a aprender más y mejor? ¿Con estos docentes así reconverti­dos —bajo ningún concepto capaci­tados-^ se van a cumplir los requeri­mientos del Siglo XXI? ¿Se garanti­za “el dominio de los códigos de la modernidad” primarizandoel tercer ciclo de la EGB, sustituyendo las asignaturas por áreas, modificando la carga horaria de las asignaturas ac­tuales, desarticulando los niveles de enseñanza?


Efectivamente, creemos que esta Reforma implica exclusivamente un intento por controlar la eficiencia de la inversión. Lo afirma el propio go­bernador de la Provincia de Buenos Aires en los fundamentos de su decreto 4457/95. Se desprende de la decisión de primarizar el 3er ciclo de la EGB, que en la práctica implica un recorte del personal; se desprende del ‘mercado de cursos ’ creado en la Provincia, a los que los docentes se ven obligados a acceder como condición imprescindible para pre­servar su fuente laboral y no quedar “fuera del sistema”; se deduce de la articulación que se está intentan­do implementar en un marco de improvisación y desprolijidades para las que hace falta —en esto coincidimos— una gran “valen­tía”.


Durante años, los docentes y alumnos de las escuelas secunda­rias hemos redamado una verda­dera articulación pedagógica que permitiera unir los distintos niveles de enseñanza. Esta articulación, tal como se impone, sólo atiende a lo estructural. Lo pedagógico se des­precia sistemáticamente, y cuando surgen planteos que se centralizan en este aspecto, surgen las presio­nes, las amenazase incluso las pro­hibiciones. ¿Son los “códigos de la modernidad” los que indican que, a través de cadenas telefónicas, se informe a los directivos que no se pueden hacer en los establecimien­tos reuniones de padres, docentes y alumnos para dialogar sobre la Re­forma Educativa? ¿Este es el con­senso que se ha logrado en “tiempo récord”? ¿Así se acuerda democráticamente esta Reforma con toda la sociedad?


Finalmente, justificar la des­trucción de la Escuela Media ha­ciendo alusión a las “secuelas de violencia creciente” es echar mano a un argumento no sólo reñi­do con el más elemental principio pedagógico, sino estrechamente li­gado al menosprecio intelectual y afectivo que sistemáticamente to­dos los funcionarios del área edu­cativa hacen a los niños y jóvenes de las escuelas públicas, mencio­nados reiteradamente en los dis­cursos oficiales —ampliamente publicitados y difundidos— pero ausentes en los fundamentos polí­ticos de esta Reforma, y en lodos los decretos, resoluciones, disposi­ciones y comunicados que se dic­tan para implementarla.


En un video que ha circulado recientemente entre docentes, pa­dres y alumnos, se escucha decir a la Doctora Gianneliasio: “A mí no me importa cómo piensa nadie en una escuela”. ¿Qué quieren de­cir cuando defienden la Reforma con estos términos? Nosotros lo sabemos, los funcionarios también. Deberían decirlo con clari­dad.