La muerte de un militante trotskista

Guido Puletti fue asesinado el sábado 29 de mayo en las cercanías de Gorni Vakuf, en Bosnia central, por la llamada “milicia irregular” bosnia, en realidad una banda cuyos miembros han hecho de la rapiña, del saqueo, de la violencia en sí misma, el objetivo de su propia existencia.


Nacido en Argentina, en Buenos Aires, Guido milita, ya veinteañero en Política Obrera, sección argentina del Comité de Organización por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional (Corci). Un año después del golpe militar de Videla es internado en un campo de concentración de las fuerzas de seguridad: se convierte en un desaparecido. Un mes en el infierno, sufriendo torturas inenarrables, y después la libertad, casi por milagro, y la fuga a Italia. Las convicciones maduradas en Argentina y la batalla iniciada en Buenos Aires no terminan con el exilio: es funcionario del Corci en París, activo en la inmigración argentina en Francia y militante internacionalista consecuente en Brescia, donde se establece de manera permanente en los primeros años de los ochenta, trabajando como periodista y crítico literario.


El derrumbe del stalinismo en el Este lo lleva en 1989 a reintegrarse a la política activa de conjunto: ingresa en Democracia Proletaria y adhiere a Refundación Comunista desde su nacimiento. Está convencido de que se encuentra frente a un viraje histórico, donde “se insinúa en el sistema de dominio imperialista una resquebrajadura que ha abierto una época de convulsiones, cuyos movimientos antagónicos y contradictorios se desenvolverán entre la revolución y la contrarrevolución sin solución de continuidad”. Ha saltado el orden de Yalta y de Potsdam. La tarea es “construir la Cuarta Internacional en el fuego de la batalla para dar una salida política a la descomposición del poder”. Ve abrirse para el movimiento obrero y la izquierda revolucionaria italiana e internacional posibilidades que no se presentaban en decenas de años.


Su atención, su empeño, su energía estaban volcadas a una batalla política para que Refundación Comunista adoptase una línea revolucionaria. Aun no habiendo adherido nunca a la Aqi (Asociación Cuarta Internacional) en razón de las divergencias que tenía, participó de nuestra elaboración teórica y política de los dos últimos años, con un rol activo, de empuje,  estimulando discusiones, profun-dizaciones, toma de posiciones, batallas políticas concretas.


La actividad en el terreno internacionalista fue siempre la que sentía más suya, porque “sentía profundamente dentro de sí toda injusticia cometida en cualquier parte del mundo”: el rol, el respeto que había conseguido conquistar, el alud de iniciativas y relaciones que conseguía construir y mantener, eran increíbles. Y por todo esto fue que aquel 29 de mayo estaba allí, en Bosnia, para dar una mano —y él era el único en Brescia que por capacidad y conocimiento podía darla— a una iniciativa de solidaridad hacia la población bosnia víctima de la guerra.


Fue él mismo víctima de aquella modernísima barbarie que mil veces ha analizado, individualizando causas, raíces históricas, responsables del presente. Y que ha combatido como militante revolucionario.


No hay palabras para expresar el vacío que deja. La sensibilidad y la riqueza que con él hemos perdido. Las miles de cosas que hacen a una persona un amigo, un compañero, que se convierte en parte de ti mismo. Han matado a una parte de todos nosotros. Su recuerdo no, no podrá ser asesinado nunca, de ninguna manera. El recuerdo de su lucha, de su humanidad, de su pasión, de tantas cosas, hasta de aquellas pequeñas…


Un abrazo fuerte a ti, Cinzia.


Adiós, Guido.


 


Brescia, 2 de junio de 1993