Correo de lectores
19/6/2018
La “revolución” del lenguaje o el lenguaje de la revolución
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Las pibas, en su lucha contra los estereotipos, la homofobia y la discriminación, se van imponiendo en el lenguaje con sus arrobas, equis y las e. Desde los escenarios de la marea verde del miércoles histórico, se escuchaba a las compañeras de la Campaña hablar y leer casi por completo en este nuevo idioma que de manera irreverente desafía la gramática castellana de los oídos incautos.
Las viejas “malas palabras”, donde el homosexual es un maricón de mierda, y la mujer prostituta, la de la cancha, la del insulto visceral que nos surge de la boca estomacal de broncas, están en jaque.
Una ola verde de pibas te corrige, te explican y te ganan. Un cambio en el lenguaje que desafía la vieja estructura misógina y patriarcal. Para los que siempre hemos sido militantes que no tenemos aquellos prejuicios ni estructura social del establishment, nunca estas palabras fueron ofensas, a lo sumo inocuos insultos que no llegan, ni lastiman, porque ser puto o puta es una elección no criticable, solo una elección. Puta no prostituta, que no es lo mismo.
Es decir uno se siente insultado o no, de acuerdo a su propia concepción de las cosas, no te hiere lo que no existe. Más allá de esto hay que reconocer que el nuevo lenguaje de las pibas hace ruido y logra un objetivo de lucha, a saber: repensar el machismo intrínseco de este régimen. Deberíamos darle la mano a esta lucha lingüística, para desde allí ir al debate del cambio necesario de verdad, real y concreto, no solo simbólico.
Hay ríos de tinta escritos sobre los idiomas donde predomina el neutro y sin embargo eso no es correlativo a una mayor igualdad de género. Así que creo pertinente no ahondar en eso, que entiendo queridos lectores, je! está claro.
¿Es el lenguaje el que va a cambiar la desigualdad?
Antes que nada hay que reconocer que esta herramienta de las feministas, la de cambiar el lenguaje ya se ha hecho real, ¿de dónde viene y adónde va? La puja por un lenguaje inclusivo primero en los 90, provino de un grupo muy selecto intelectual, universitario, pequeño burgués, incluso de la propia burocracia sindical luego del 2001, el “todos y todas” de la era K que copia al “ladies and gentleman” del inglés, ¿un intento de inclusión?
La era K, fuera del matrimonio igualitario, bloqueó derechos inclusivos, empezando por el derecho al aborto. La inclusión de mujeres en el Parlamento con su paridad de género, y las mujeres en los escaños del poder político capitalista, no han significado el avance de los derechos de las obreras, ni de la igualdad. Más bien Lagarde se apropia de un reclamo popular, pide más mujeres en las comitivas del FMI, pero para aplicar las aberraciones ajustadoras más terribles contra trabajadoras y trabajadores.
Entonces, ¿es una cuestión de género? ¿Las mujeres sin distinción de la clase a la que pertenecen, se sororizan con la mujer obrera? Thatcher, Merkel, Lagarde, CFK, Bachellet, Dilma R. ¿se sororizaron con las millones de mujeres desocupadas de sus países, o aplicaron ajustes contra la clase obrera y planes de hambre donde tienen injerencia?
Recuerdo cuando la ministra de educación de la provincia de Scioli, Nora De Lucia, me negó en persona que las madres de mi trabajo tengan 30 minutos de tolerancia en la entrada del laburo, porque no abrían antes la guardería del Ministerio. Las mujeres por ser tales, no defienden los intereses “sororos” de todas las mujeres, antes hay un interés mucho más fuerte, el de clase.
De la misma manera que Obama no defendió los intereses de los negros explotados de su país, solo porque es negro; antes de ser “negro” es un burgués de Harvard.
¿Adónde va entonces el lenguaje inclusivo de la burguesía? La marea verde tiene que sacar conclusiones.
¿Entonces, es una cuestión de gramática y lenguaje o es una cuestión de clase? ¿Los revolucionarios nada tenemos que hacer con el lenguaje?
Cuando los obreros de la fábrica rusa del calzado llamada “La Comuna de Paris” votaron en asamblea “una resolución que ordena abstenerse de blasfemar, e impone multas a quien haga uso de expresiones injuriosas.” (LT, Problemas de la vida cotidiana), Trostky lo saluda y llama a sanear el lenguaje.
“El lenguaje insultante y las blasfemias constituyen un legado de la esclavitud, de la humillación y falta de respeto por la dignidad humana, tanto la propia como la de los demás.” Dice Trotsky, así que queridísimos lectores revolucionarios, ¡ojo al piojo!
Mi hija de 17 años está de acuerdo con el lenguaje inclusivo, pero no lo usa. Sí usa palabras horribles como “matado”, que rápidamente corrijo. ¿Cómo aprovecho su irreverencia para entrarle al debate de la necesidad de militar por un cambio real, en la base material de la vida? De eso justamente se trata esta breve tesis, o principio de tesis del problema.
¿Si yo le hablo con “e” y con arrobas, le entro más? ¿Mi hija podrá así escucharme mejor? Claramente considero que no, pero sí creo que las pibas como ella me enseñan, por ejemplo que en la cancha –o el tío machista es un cavernícola que jugaba con mis hijos diciendo “el último que llega es maricón”–, hay un sesgo espantoso homofóbico, patriarcal impuesto por el régimen desde que el Estado opresor existe.
Acá hay que elaborar un programa, para esas niñas y niños, trabajadores explotados del mundo, o mejor dicho para la mujer trabajadora doblemente explotada por este régimen. Porque fueron ellas las que se levantaron con sus puños en alto contra el régimen patriarcal. Ellas ahora nos cuestionan hasta que comida quieren comer. Es una irreverencia maravillosa.
Detrás de sus arrobas hay un cuestionamiento a una sociedad que no les gusta. Además de erradicar los insultos, que como dijo el mismísimo Trotsky son el atraso, debemos aprovechar este hermoso clima revulsivo, y empezar a poner en jaque al andamiaje estructural de la sociedad capitalista.
Dotar al movimiento de un programa transicional, que logre ir por los derechos concretos para esa igualdad. La que finalmente será real cuando el cambio social, no sea solo del léxico, sino de la mano de una gran revolución socialista, de escala planetaria. No olvidemos que pararon el 8 de marzo casi una centena de países, las mujeres del mundo en pie, son el preludio de esa revolución, si su programa solo queda en lo simbólico, en el signo, su significante y su significado, terminará solo en un movimiento reformista como ya lo fue el propio feminismo.
Es responsabilidad de las socialistas hacerlo avanzar, como así lo hicieron nuestras obreras Zetkin y Kollontai, no hubo brazos cruzados, sino obreras revolucionarias de clarificación política, con un programa lo que superó al feminismo meramente reformista de la historia.
El programa
Si las mujeres ya hemos comprobado que podemos realizar cualquier tipo de tarea, entonces es hora de ir por un cupo en la industria, incluida la construcción. Las compañeras trans reclaman un cupo en el Estado para trabajar, lo que es una pelea concreta por la inclusión. Las compañeras desocupadas con el argentinazo peleaban por trabajo genuino, luego por el pase a planta de las cooperativas municipales de los Argentina Trabaja, las obreras debemos realizar un plan de acción por nuestro ingreso en las fábricas.
La separación de la iglesia del Estado, una pelea fundamental. Hay que ir por esto, eliminar la religión obligatoria de las escuelas del NOA y el curro clerical de la educación privada sustentada por el Estado.
El día femenino obligatorio en todos los lugares de trabajo, pagado sin ningún tipo de descuentos, los jardines materno-paternales en universidades, barrios, y lugares de trabajo, la duplicación de las licencias por lactancia y maternidad, compartidas con los padres, y la aplicación de las licencias por violencia de género.
Las casas refugios de emergencia, y los subsidios a la mujer en situación de violencia. La vivienda digna, y el salario igual a la canasta familiar. El desmantelamiento de las redes de trata.
El pasado 4 de junio, los carteles de las miles de manifestantes frente al Congreso decían basta de despidos, abajo el plan de ajuste del FMI, entre otras reivindicaciones concretas. Las mujeres en las calles para avanzar necesitamos a nuestros hermanos de clase, los trabajadores. A la marea verde se le tiene que sumar de lleno, el obrero, porque solo con un plan de acción de lucha consecuente, juntos y a la par se impondrán las reivindicaciones más urgentes. Hay que constituir comisiones de mujeres en todos los lugares de trabajo, aun allí donde no hay mujeres, en las fábricas impulsados por nuestros delegados, comisiones de las esposas, las compañeras, para así poder organizarse por el ingreso a la fábrica, y por los derechos de los cuidados de nuestros hijos, que deben ser totalmente compartidos.
Juntos luchando, hombre y mujer, podremos erradicar todo vestigio patriarcal que solo será derribado en un mundo de iguales, cuando no existan más las clases sociales que oprimen a un ser humano, por otro ser humano.
La revolución del lenguaje debe ser el preludio de la revolución, y el lenguaje de la revolución es solo obrero y socialista.