Correo de lectores
25/9/2003|818
La salud quebrada
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El colapso del sistema de salud pública en la provincia de Mendoza no es fruto de la casualidad. Pertenece a factores muy ligados al poder de siempre emparentados con una élite de la oligarquía lugareña que ha ido cambiado las figuritas de su entorno en el sillón de San Martín. Cuando se habla de la Mendoza rica, un slogan engañoso que pergeñaron las huestes del conservadorismo mendocino para mantenerse en el poder, el resto de los argentinos creen que quienes habitamos esta bendita tierra nadamos en la abundancia o que en cualquier terreno cada uno de nosotros tenemos una bodega, viñas, vacas y minas de plata y oro en cada rincón de la cordillera. Esta patraña se puede verificar hoy cuando cualquier visitante que llega a la provincia lo primero que le invitan a ver son los paisajes naturales, que, como en el caso de San Rafael, se hallan en el paradisíaco Valle Grande, El Nihuil, Los Reyunos, Agua del Toro, por contar sólo unos pocos. La pobreza, las necesidades vitales, el pueblo empobrecido lo esconden debajo de la alfombra de sus desvergüenzas.
Nuestra ciudad cuenta con un hospital de gran envergadura en lo edilicio, pero es como el esqueleto de un enorme dinosaurio. Adentro sólo está la pobreza de sus servicios, sólo apuntalados por el esfuerzo y la lucha permanente de los compañeros trabajadores de la sanidad. Nada más. No hay medicamentos, el público debe traer jeringas, agujas, y hasta los frasquitos para llevar a casa un poco de bebida expectante que se prepara en la farmacia del establecimiento y que es sólo un brebaje con sabor a menta. Y hablan de Mendoza rica; Mendoza, la grande.
Pero esto no viene de ahora. Arrancó con gobiernos anteriores, se afianzó en la miseria con los militares, continuó con el primer gobierno radical de la democracia de los últimos 20 años y Bordón, Gabrielli y Lafalla le pusieron una bomba destructiva que terminó por resquebrajar los cimientos pordioseros de la salud pública mendigante. Estos tres corruptos, uno de ellos premiados por el actual gobierno como embajador en los EE.UU., se dedicaron a saquear la provincia con una impunidad vergonzante. Entre los tres prepararon el plan de aniquilamiento de lo poco que quedaba de la Mendoza pujante y como dueños de un perverso satanismo vendieron, regalaron o cedieron como un bien mostrenco a las principales empresas estatales que le daban oxígeno a las economías regionales como la empresa de electricidad, Obras Sanitarias, los bancos de Mendoza y Previsión Social, el petróleo, entre otras. A base de coimas, de negociados, de meter la mano en la lata, los tres ex gobernadores mandaron a Mendoza a la mierda.
No conformes con ello se hicieron elegir, después de ser gobernadores, legisladores nacionales, a los efectos de eludir la débil mano de la Justicia y del clamor popular. Pero el manso pueblo de Mendoza se quedó callado y sumisamente agachó la cabeza y ahora se muere de hambre por su propia culpa. Bordón, Gabrielli y Lafalla, los innombrables jefes de la corruptela provincial, contaron para regalar las empresas públicas citadas con el apoyo de los diputados y senadores provinciales, entre los cuales estaban los representantes del Cuarto Distrito electoral mendocino, donde está San Rafael.
Esta destrucción sistemática de la economía provincial a través del desprolijo negocio de las privatizaciones, pegó fuerte en los tres ámbitos más acuciantes de Mendoza: la salud, la educación y la seguridad. Pero fue en materia de salud donde los mendocinos quedaron más expuestos. En el Hospital Schestakow de San Rafael se realizó un impresionante negociado en la remodelación del nosocomio más importante de Mendoza por seis millones de dólares (suma con que se podría haber hecho otro hospital de similar envergadura) y cuyo dinero, que tiene que pagar todo el pueblo, fue distribuido entre la banda de delincuentes y en las pocas puertas y ventanas que sirvieron como todo trabajo de la remodelación jamás cumplida.
Hoy, el hospital local no tiene cobertura ni complejidad para atender a todo el pueblo del sur mendocino como debiera. Es una carcaza donde se designan amigos en los puestos públicos, se usufructúan los cargos miserables de Jefes y Jefas de Hogar, a las que se convocan a reuniones supuestamente para recibir nuevas órdenes, y se encuentran con la novedad que dichas asambleas son para aplaudir y vivar al candidato a intendente del departamento y el de otros dirigentes de la Ucr, que también tiene su historia dentro del complejo mundo de la política delictiva de San Rafael y la provincia.
Es una élite que ha procurado, y prácticamente lo ha conseguido, resquebrajar el sistema de la salud pública de Mendoza. Lo lograron los radicales y los pseudos peronistas. Todos tienen algo de culpabilidad en esto. Y hoy se están preparando para volver a ocupar el trono: por ahí andan merodeando los innombrables y corruptos de la primera hora Gabrielli y Lafalla, sus cómplices, un séquito de alcahuetes que nos pone rojo de ira y de vergüenza.