Lenguaje inclusivo, marea verde y lo que está en juego

A propósito de la nota de Laura Kohn.

Foto: Sergio Santillán

La nota de Laura Kohn sobre lenguaje inclusivo publicada por Prensa Obrera, presenta un debate, que si bien llega un poco a destiempo, es más que bienvenido. Esta sensación de desfasaje se presenta en la nota como una serie de contradicciones irresueltas, por ejemplo al decir que “las pibas” “ya ganaron” (refiriéndose a cómo la enorme jornada callejera que pulseó a favor de la media sanción de la ley del aborto el miércoles pasado se expresó masivamente con el “lenguaje inclusivo”) y sin embargo estar discutiendo en torno a ello, además de la evidencia más obvia de la elección (política) de no utilizarlo en la escritura de la propia nota. No quiero decir con esto que no tengamos que debatir al respecto o que el uso de la “x” o la “e” sea una condición para hacerlo, sino que resulta inminente despejar las confusiones y dialogar con franqueza. 


Vivimos en tiempos de cambios rápidos y profundos que están sacudiendo el planeta en todas las direcciones y que, por supuesto, van mucho más allá de las decisiones o acciones de nuestra organización revolucionaria. No está en discusión el hecho de que se avecinan transformaciones radicales sino el lugar que vamos a ocupar en ellas. La izquierda ha dado la lucha durante muchos años por el aborto, la educación sexual y contra la opresión de género en general, prácticamente “en soledad”. El protagonismo de la izquierda más consecuente con ese programa en esas luchas puede pensarse en ese sentido como inversamente proporcional a la hegemonía del discurso de la iglesia para un montón de gente, incluido familiares y amigxs que quizás nunca hubiéramos imaginado que fueran a defender el derecho al aborto como hoy lo están haciendo, rebelándose no sólo contra el mandato explícitamente misógino y opresor del clero, sino también contra todo aquello menos explícito que hacen a una serie de normas basadas en la diferenciación de “roles” de género desiguales, que han venido reproduciendo todo el sistema de dominación, que (ya sabemos) pesa sobre todxs lxs oprimidxs, aunque en diferentes grados y modos. De alguna manera, el “lenguaje inclusivo” es, poner todo esto sobre la mesa y subvertirlo en el acto del lenguaje. Aun cuando los sectores dominantes llegan a adoptarlo o incluso si lo oficializaran -esto es hacerlo versión en vez de subversión-, no implica que hayamos errado el camino, habremos avanzado en la conquista de algunos derechos y sacado de encima algunas opresiones. 


A su vez, ese constante movimiento que es la dialéctica (que aplica para entender por qué Cristina Kirchner ahora que hay masas en las calles “defiende” el aborto, para entender la historia a partir de la lucha de clases o el universo como escribía Rieznik en su fascinante artículo sobre Einstein) anula la contraposición binómica entre reforma o revolución que plantea Laura Kohn, ya lo dijo Rosa Luxemburgo hace un siglo: 


“¿Podemos contraponer la revolución social, la transformación del orden imperante, nuestro objetivo final, a la reforma social? De ninguna manera. La lucha cotidiana por las reformas, por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del orden social imperante y por instituciones democráticas ofrece a la socialdemocracia el único medio de participar en la lucha de la clase obrera y de empeñarse en el sentido de su objetivo final: la conquista del poder político y la supresión del trabajo asalariado. Entre la reforma social y la revolución existe, para la socialdemocracia, un vínculo indisoluble. La lucha por reformas es el medio; la revolución social, el fin”. 


Mucho más cuidado hay que tener en oponer revolución a “revolución”, pues tal como está planteado ya en el título de la nota de Kohn implica una distinción entre transformaciones “reales” vs transformaciones no “reales” ¿cuáles serían? ¿las que livianamente a veces se distinguen como “culturales”, como si la “cultura” fuera algo que marchara en un carril separado a las “relaciones sociales de dominación”? ¿A dónde va a parar la dialéctica y los grandes aportes de Marx sobre este tema en esa lectura de las cosas?  Esta distinción de una “revolución verdadera” que dice la nota defender no sólo es abstracta (porque es imposible pensarla por fuera de la sociedad con todo lo que eso incluye) y nos aleja de los cambios que hoy se están dando en materia de género y que la marea verde reivindica; sino que nos impide ver, por ejemplo, que el hecho de que haya habido cientos de miles de personas el miércoles pasado mucho tiene que ver también con el “lenguaje inclusivo”, con los pañuelos verdes, con las reuniones de mujeres y muchas otras cosas que han generado una pertenencia a una lucha, que pareciera haber venido para quedarse. 


Lo que nos queda resolver es en qué lugar de esa dialéctica queremos y logramos estar. Si queremos ser un factor dinámico revolucionario, digamos lo más contrario posible a conservador, o no. Los cambios ya están en marcha, hay una revolución feminista y no se trata solamente del lenguaje inclusivo, que acuerdo con Laura Kohn en que “las pibas” “ya ganaron” en ese sentido, al menos en el terreno de la lucha (y que, insisto, es un lenguaje que implica y construye otras formas de pensarse y relacionarse, más libres, más igualitarias, más colectivas, que van más allá del lenguaje stricto sensu). Tenemos muchos debates para darnos. Si queremos que esa enorme marea verde haga propia la lucha contra el capitalismo, antes que nada tiene que ser nuestra interlocutora y para eso necesitamos un lenguaje en común. Si no logramos eso, habremos dejado pasar una gran oportunidad. 


Por último, no apelemos al inglés u otros idiomas de género neutro (que además nunca son tan neutros), lo que se pone en juego en el lenguaje inclusivo no es una justicia gramatical, son las categorías de persona, las formas de concebirnos sujetes, de dar cuenta de la diversidad existente y las construcciones identitarias, de la libertad. Esta revolución es en castellano y desde el sur, y eso no nos hace menos internacionalistas. Es hora de pensar en clave feminista y latinoamericana. Como dice Mariátegui: ni calco ni copia, creación heroica.