Los niños y las madres en Cromañón

de Palermo


“Cuida bien al niño, cuida bien su mente” (Spinetta).


 


“Colgando del tren, como racimos, los mocosos se trepan y se van hacia el sol” (Los Piojos).


 


Las letras del rock nacional siempre han defendido a los nenes. Esto también ha quedado en cuestión después de la masacre de Cromañón.


 


¿Por qué las madres llevaban a altas horas de la noche a sus hijos a lugares cerrados, oscuros, llenos de humo, ruidosos; en fin, no aptos para los niños? Es una de las preguntas que los medios de comunicación han logrado colocar en la “opinión pública” llevando a que el dedo acusador apunte a las madres jóvenes.


 


Nosotras, las jóvenes, somos privadas por este régimen de una innumerable cantidad de derechos, entre los que se encuentran: el derecho a la educación sexual, a la anticoncepción y a decidir practicarnos un aborto que sea legal, público y gratuito. Los acusadores nos quieren privar también, hoy más que nunca, de nuestro derecho a divertirnos y a disfrutar de la nocturnidad. (En general no tenemos trabajo, o nos pagan miseria: no son para nosotras los recitales “seguros” de 60 pesos la entrada.). Esos sí que “politizan” el dolor.


 


El dedo acusador es el mismo dedo que se alza a la hora de votar contra cualquier proyecto de educación sexual, contra el preservativo –aunque sea el único método anticonceptivo que previene el VIH/Sida– y el dedo, por último, que acusa de asesinas a las que defendemos la despenalización del aborto. Ibarra, la Iglesia y el macrismo cerraron filas en torno a esto, y cerraron filas, también, en determinar quiénes somos las responsables de la muerte de los niños de Cromañón.


 


Cuando el intendente De la Rúa enrejó la Plaza Serrano, el viernes siguiente decenas de jóvenes decidimos tirar las rejas. 24 horas más tarde la plaza estaba enrejada de nuevo, y la pulseada duró el tiempo suficiente como para que hoy la mitad de la plaza se haya convertido en un anfiteatro que nuclea a centenares de jóvenes cada fin de semana.


 


El ibarrismo, que ha hecho bandera de la “defensa del espacio público”, se lo ha expropiado a jóvenes, a gente sin techo y a trabajadores. De esta manera ha empujado a las bandas más chicas y a los jóvenes a sótanos infames para que los empresarios de la noche se llenen de plata.


 


“La recuperación del espacio público” desde el punto de vista de los trabajadores y la juventud significa exactamente lo contrario: organizar la ciudad sobre otras bases, a través de las asambleas populares; reapropiarnos de todos sus ámbitos, garantizar lugares de esparcimiento seguros donde pueda desarrollarse la cultura juvenil y garantizar que los chicos puedan dormir tranquilos en lugares dignos mientras sus madres –y sus padres, que también existen– nos divertimos.


 


Lo que hay que hacer es tirar todas las rejas, y tirarlos detrás de las rejas.