Los niños


Oviedo dice en la editorial de PO 883: “Uno de los aspectos más terribles de la masacre de Cromañón es la muerte de los niños que estaban dentro de la discoteca. ‘Las normas vigentes prohíben el ingreso de niños en horario nocturno. Como todas las demás, ni se cumplen ni se controlan.’”


 


Pero… ¿estaría bien prohibir el ingreso con sus hijos a los recitales de rock a los papás a los que nos gusta disfrutar del rock? No creo que a nadie se le haya ocurrido pensar en la prohibición del ingreso con sus hijos a los festivales (“nocturnos”, por cierto) de Cosquín (folclore) y Jesús María (doma y folclore). O que debido a la demostrada posibilidad de catástrofe en un shopping (Paraguay) ¡se prohíba el ingreso con niños a los mismos!


 


La formulación del tema, tal y como la hace Oviedo, me suena a la misma objeción reaccionaria, que resonó luego de Cromañón, de la irresponsabilidad de los padres de llevar niños a un festival de rock. Pregunto: ¿tiene algo de malo que mi hijo disfrute conmigo de la música que a mí me gusta disfrutar? Cuando decidí llevar a mi hijo al Cosquin Rock o a la Vieja Usina a ver a Las Pelotas , ¿debieron prohibirme ingresar con él o deberían estar dadas las condiciones de seguridad para que los papás puedan disfrutar sin peligro el espectáculo que quieran disfrutar con sus hijos? Y me pregunto, ¿qué sentido tiene prohibir que ingrese un niño? ¿Es más importante salvar la vida de mi hijo a los seis años, que a los 15 o a los 19? No creo que varíe la importancia para algún padre.


 


Debemos tener las garantías de poder disfrutar de la vida sin correr peligro; por supuesto que un Estado capitalista no es quien va a garantizarlo, pero nosotros le exigimos que sí y si no, ¡que se vayan! No le exigimos que nos prohíba, y controle la prohibición, de lo que yo, y todos seguramente, consideran, un derecho.