Mujeres católicas

Como mujeres católicas no podemos dejar de expresar nuestra distancia con este nuevo documento hecho público por la jerarquía católica que propone “Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales”.


Esta Iglesia que otra vez se pone a la derecha de los derechos humanos, no nos devuelve la imagen que buscamos ver reflejada: la de una Iglesia que proclama la libertad de las personas y reconoce su dignidad, y que acompaña en mejorar la calidad de vida a quienes viven sus sexualidades diferentes.


Esta nueva intervención escandalosa de los fundamentalismos religiosos exhorta a legisladores y tomadores de decisión católicos para que obstaculicen o deroguen políticas públicas que contemplen derechos humanos de las personas con sexualidades diferentes. Esta es una nueva afrenta a todos, seamos o no creyentes.


Aún así, hay distintas opiniones, soplan nuevos vientos, hay movimiento, hay nuevas expresiones de libertad en esta aldea global que es el mundo, y resabios autoritarios que buscan imponer cómo vivir la sexualidad; las y los ciudadanos, aun católicos, se levantan para disentir.


¿Cómo es posible acoger a los fieles que deciden vivir su identidad y su fe si a su vez se apunta y condena a vivir sin derechos a quienes viven diferentes sexualidades? ¿No es una hipocresía? ¿Cuál es la sintonía de esta acción con la solidaridad cristiana? ¿Cómo se puede interferir de esta forma en la vida de la comunidad mundial?


Como católicas y ciudadanas valoramos de manera positiva la sexualidad, como espacio para el placer, para la manifestación del amor, como vía de comunicación interpersonal y fuente de autoconocimiento. No como signo de pecado o como espacio para la imposición abusiva del poder.


Creemos vital la plena inserción en la Iglesia de lesbianas y homosexuales, respetando sus derechos y su papel activo en la vida de nuestras comunidades. Promover una sexualidad informada, libre y responsable.


Creemos oportuno recuperar y difundir principios básicos de la tradición de nuestra Iglesia: como el respeto sagrado a la dignidad de la conciencia y la libertad de elección.


Creemos que el derecho a decidir y el propio reconocimiento de nuestra capacidad moral nos permitirá convivir en libertad manteniendo nuestras diferencias, libre de tutelajes, bajo el marco ético del laicismo.