Murió Bertolucci: las mujeres no olvidamos

Con el reciente fallecimiento de Bernardo Bertolucci se han escrito innumerables artículos que repasan su trayectoria como director recorriendo su vasta filmografía y recordándolo como “el maestro del cine italiano”. Pero en esta cantidad de obituarios se omite, o peor aún, se toma como un desliz del director la escena “de la mantequilla”  de la película “Último tango en París”, rodada en 1972. En esta escena, que recorrió el mundo entero, se observa al personaje interpretado por Marlon Brando violando a una joven interpretada por María Schneider en la que se utiliza mantequilla como lubricante. Esto jamás había sido consultado con la actriz quien se sorprendió en pleno rodaje y que terminó con la carrera de Schneider, quien falleció en el anonimato.


Esta violación recién fue reconocida en 2007 a través de un reportaje brindado por María al periódico The Daily Mail donde detalla cómo se sintió “humillada como mujer e instrumentalizada como actriz”. En este mismo reportaje confiesa que en sus posteriores películas se negó a realizar escenas de desnudos, lo que le impidió concretar papeles en películas que luego fueron mundialmente reconocidas (como por ejemplo en la película “Calígula” donde terminó renunciando al negarse a rodar desnuda). “Me sentí muy triste porque fui tratada como un símbolo sexual. Yo quería ser reconocida como actriz”, declaró Schneider. Recién en 1979 le llegaría un pequeño reconocimiento al ser nominada al Oscar por su participación en la película “Memoirs of a french whore” aunque, en ese momento, los medios internacionales colocaron el eje en la “pérdida de la belleza que había caracterizado a María”. Para ese entonces Schneider había pasado por numerosas recaídas en las drogas e internada en diferentes psiquiátricos.


Recién en 2013 Bertolucci reconoció que la escena de la mantequilla había sido planificada, a espaldas de María, por el director junto a Brando para lograr su reacción “como niña y no como actriz”. A la pregunta de si estaba arrepentido por haberlo hecho Bertolucci responde que no: “me siento culpable pero no arrepentido. Porque para hacer películas y obtener algo tenemos que ser completamente fríos”. Luego explotó el #MeToo y  toda una serie de denuncias contra abusos en la industria cinematográfica que tuvo a Harvey Weinstein como uno de los principales acusados. Todo un movimiento de mujeres salió a ganar las calles y le dio voz a quienes vivieron silenciadas durante años. A las mujeres no se les creía o se las trataba de locas, de trepadoras. Muchas de las denuncias habían sido acalladas en su momento y censuradas las carreras de las  que se atrevían a denunciar. Es por esto que no puede pasarse por alto lo ocurrido en “Último tango en París”. ¿Es necesaria la humillación de la actriz para lograr un objetivo artístico? ¿No es acaso una remembranza del circo romano que entretenía a través del sufrimiento humano y la barbarie? ¿Se puede recordar a un director de cine y colocarlo en un pedestal después de haber reconocido semejante denigración hacia una mujer? Son preguntas que debemos hacernos si queremos elevarnos como seres humanos y sobre todo si somos revolucionarios que luchamos contra toda opresión. Una obra artística no puede estar por encima de la vida de un ser humano si queremos que nuevas cimas se eleven sobre nosotros. Décadas de silenciar a su víctima. Es hora de acallar obituarios para darle voz a María.