¿Para qué aumentar la producción de tractores y maquinaria agrícola?

Decidí escribir esta nota no para pole­mizar con el artículo de la portada del pe­riódico Prensa Obrera N° 659 (“Por qué Córdoba pide un paro nacional”), sino con el objetivo de saciar el interrogante de mis compañeros de trabajo y el mío tam­bién, en relación a un planteo programá­tico y antipatronal que expresa el artículo de la portada, que textualmente dice lo si­guiente:


“Reconvertir la producción de automó­viles individuales a tractores, camiones, maquinarias agrícola e industrial en fun­ción de un plan al servicio y bajo el control de los trabajadores”.


Desde luego que entiendo perfectamen­te que aquel plan es una salida obrera a la crisis capitalista, pero sí para ello se necesita un plan al servicio y bajo el control de los trabajadores quiere decir que esta medida es una consigna transicional, y por lo tanto, de ser así, esto se llevaría a cabo aún en el terreno del dominio capitalista bajo control obrero de la producción.


De acuerdo al marco estrecho que presenta la crisis capitalista, ésta transforma­ción es sencillamente inviable. Pues, como ocurre con el resto de los pulpos capitalis­tas, la producción de tractores y de maqui­naria agrícola ha sufrido en estos últimos diez años una serie de quiebras calamito­sas que en mucho de los casos solamente se disimularon con las fusiones transito­rias, y en muchos otros, aquellas manio­bras culminaron en la destrucción de la competencia, o en la expulsión del merca­do a cargo de los grupos monopólicos domi­nantes.


Con este panorama, plantear la recon­versión de la industria automotriz sin la existencia de un Estado obrero, una refor­ma agraria, y una planificación socialista, no es en sí un planteo puramente progra­mático.


Hoy por hoy, la Argentina, según un censo realizado por el proyecto PROTRAC (es la unión investigativa entre el INTA- Castelar y la Asociación de Fábricas Ar­gentinas de Tractores y de otros equipa­mientos agrícolas y viales, AFAT) cuenta con un parque de tractores de unas unidades, sobre una superficie de unas 26.000.000 millones de hectáreas de tierras que están en plena producción, y que se encuentran fundamentalmente en la pampa húmeda y en una vasta periferia de ésta. La antigüedad promedio de los tractores, según este censo, oscilaría los 17 años, similar a la del parque de los EE.UU. Hay que decir también que la potencia me­dia es de 100 cavallos vapor por tractor. Según los medios de producción, el achica­miento del mercado mundial, la guerra de los precios y subsidios, la producción de tractores y de maquinaria agrícola tendría que continuar con la tendencia actual de depresión e improductividad. Es decir que alcanzaría y sobraría la demanda actual de unidades.


Además existe el agravante de que una cantidad de productores entregan sus cam­pos al arriendo de terceros, que en muchos casos son productores mayores que poseen mejor tecnología y capacidad de produc­ción.


El fenómeno de emigración del campo a la ciudad, aunque a un ritmo más lento que en el pasado, continúa de manera ince­sante. Esta vez, las nuevas generaciones de la pequeña burguesía agraria, desalen­tadas por la baja rentabilidad o la enorme presión que ejercen los consorcios de explo­tación agrícola, venden sus campos e incursionan en comercios y negocios ciudadanos.


El fenómeno de la desculturización agrícola, por lo tanto, no es un problema menor, y merece ser analizado con mucho detenimiento.


Por lo tanto, no existiendo las caracte­rísticas del campesinado tradicional, y te­niendo como dato importante la inmigra­ción y la desculturización agrícola, un au­mento de la producción de tractores bien podría terminar en manos de los consorcios de siembra, como lo son el Citibank, la Banca Morgan, Soros, etc.


Desarrollar una cultura agraria masi­va es un proceso que no se lleva de la no­che a la mañana, y se necesita, según mi modesto entender, algo más que un plan de lucha al servicio y bey o el control de los tra­bajadores.


De todos modos, bien podría entenderse que dicho plan tendría como objetivo desa­rrollar el mercado interno, elevar la calidad de vida y mejorar la situación alimenticia de millones de personas.


Pero mucho me temo que esta tarea se resolverá aun en situaciones de mayores penurias, en un marco en el cual la clase obrera tenga que rescatar de las cenizas parte de la producción agrícola burguesa, y sólo con la fuerza creativa revolucionaria logrará resolver este problema.