Parra, el poeta de la desesperanza

Murió Nicanor Parra. Tenía 103 años. Su vida es una receta para ser longevo. Hombre de genio, como toda su familia, la de la gran Violeta. Sólo conozco un caso así y es argentino: la familia de nuestro amigo Cedrón. Claro que allí terminan las similitudes. Nicanor Parra fue el maestro de Bolaño. Es mucho. Ambos fueron grandes poetas. Poetas de la desesperanza. Bolaño, que hizo novela, pudo desplegar otros matices de la vida porque se colaron todos los colores. Parra, el mentor, dijo claramente: "La anti poesía es una manera de pasarla bien". Hombre  que se hizo a sí mismo, fue dos veces becado por Estados Unidos e Inglaterra. Vieron su fuerte madera de científico. Como poeta cosechó más premios. Demasiados. No hay que olvidar que Sartre, con todas sus contradicciones, fue el único en rechazar el Nobel.


Su mirada es muy fuerte en la desesperanza. "Valdrá la pena jugarse/ la vida/por una idea que puede resultar falsa". Para agregar: " Es evidente que si/que no/que vale la pena" . Preguntemos: ¿y por qué sería falsa? ¿Falsa, quizás, como los senadores del Partido Comunista?


Subido allí, en el mirador, hizo de la vida una fiesta. Acopló el lenguaje popular. En Argentina hubiese sido peronista, y, también, antiperonista.


En Chile, por lo antes anotado, pulverizó a Neruda. Denuncio el hartazgo por los cantos laudatorios, tributarios de la escuela de Stalin; sí, escuela con minúscula. Se colocó en el goce de la vida, siempre necesario, para enfrentar la injusticia y la opresión.


Parra quedó, como poeta, levantado en ese umbral, alto, y también ambiguo.


Un lugar de fluidez y de goce que siempre hace falta en la poesía, pero que no alcanza para convocar plenamente a la belleza; es decir, para acoplarse en la capacidad de lucha contra la adversidad.


Foto: Nicanor Parra (izquierda) y Roberto Bolaño