Por la libertad de prensa revolucionaria

Opino que la vitalidad revolucionaria de un partido se verifica —aunque nunca mecánicamente— en el conjunto de sus actos. Una muestra, y no menor, del buen estado de salud revolucionario del Partido Obrero y de su prensa, es el espacio de Correo de Lectores de Prensa Obrera.


No se trata de hacer un fetiche de este Correo… Pero puede llamar la atención que sea un lector de PO (ver la carta en PO N° 413 del 10/3/94) quien reclame se le dé menos espacio a los lectores, simpatizantes o no, en la prensa revolucionaria. Gati, el autor de la carta, argumenta­ría quizá que su planteo quiere impedir la expresión de los “elementos pequeñoburgueses”. No se da cuenta que el tiro le podría salir por la culata. ¿Acaso cree que no hay quienes opinan que es la suya una visión pequeñoburguesa y que, de seguir sus consejos, su misma carta no debería ser publicada? (Releer, al respecto, su caracteri­zación de las movilizaciones democráticas en los EE.UU.; su concepción sobre el pacifismo y el servicio militar; su malversación —moralista y formalista— de la caracteriza­ción marxista de la pequeñoburguesía; e incluso ese tufillo racista que despide una de las frases de su carta: “la Coledesky y la Schejter, que suenan como dos auténti­cas criollas de la villa”).


No quedan dudas de que la vitalidad de un partido revolucionario también está en su capacidad de discusión y debate. Algunos insisten en olvidar que la palabra y la teoría, y sobre todo la discusión en tomo a realidades políticas del presente, son todas ellas parte integrante e insustituible de la acción, es decir, conforman lo que se gusta en llamar “la praxis”.


¿Qué otro partido es capaz, rio sólo de incluir, sino también de sostener durante tanto tiempo y con tanta riqueza, una sección de “Correo de Lectores” como la de Prensa Obrera?¿Qué organización política es capaz de publicar sus documentos y los de sus adversarios en un mismo libro para sostener públicamente el debate de las políticas adecuadas? (Ver el reciente “La Asamblea Cons­tituyente. Qué debe hacerla izquierda’). Y éstos no son más que dos ejemplos: también están todos los documentos de debate para el último Congreso del Partido —entre ellos el de la mujer, aparente motivo de la actual carta de Gati—, la revista En defensa del Marxismo, los boletines internos, etc.


¿Qué hay en el fondo de la censura reclamada por este lector? La necesidad de quienes quieren mantenernos en la Ilusión de que habría todopoderosos intérpretes de unas sagradas escrituras que ni Marx ni Lenin ni Trotsky se plantearon escribir; la necesidad de impedirles, a los compañeros más diversos, la posibilidad de cambiar las posicio­nes a partir del debate; el derrotismo ante las posibilidades del pensamiento social y político; el desprecio ante tos puntos de vista menos elaborados; el impedimento de la educación y autoeducación de militantes y simpatizantes; el miedo a ser desenmascarados en los propios prejuicios; y por sobre todo, el temor a ser cuestionados en el propio “saber supuesto”. Claro que este tipo de reclamos proburocráticos, suelen empezar con ataques a los —supuestos o no— “pequeñoburgueses” calificación tomada ambi­gua por su usual manipulación. Por el contrario, opino que la publicación muy variada y crítica de los materiales de lectores (aun cuando nos reclamen a veces una soberana paciencia, a veces un especial esfuerzo de atención) prepa­ran al Partido, nos educan, ponen de manifiesto el grado de desarrollo del partido revolucionario y de la vanguardia vinculada a éste, etc.


De acuerdo con esto, opino que Incluso son deseables más y mejores debates, que sin/en a la acción porque implican conocimiento, crítica y resolución de las posiciones en disputa, las tendencias, los problemas reales, etc.


Me place citar por fin este párrafo: “MI objetivo (…) es defender el creciente y, a mi juicio, más legítimo interés de las masas contra los ataques de las críticas más burocráticas que progresistas. La burocracia progre­sista desaprueba todas las discusiones que sobre los problemas de la vida, se llevan a cabo en la prensa, en clubes y en mítines. “¿Cuál es la utilidad, se preguntan, de perder tiempo en discusiones? Dejad que las autori­dades comiencen a hacer funcionar los comedores comunales, las lavanderías, los albergues, etcétera´. Y estos necios burócratas agregan a menudo (o más bien susurran o dan por supuesto, pues prefieren eso ante« que hablar directamente): ‘Es puro palabrerío, y nada más” (…) “Aun esas cuestiones triviales como el cortado de las hojas de un diario y la encuadernación de lo« libros, deben ser minuciosamente investigadas y am­pliamente discutidas en público. Este es un medio educativo de elevar el nivel de cultura de las masas y con más razón todavía se aplica todo lo dicho a la complicada red de las relaciones íntimas de la vida personal y familiar” (León Trotsky, en “Problemas de la vida cotidiana”, reunión de artículos escritos después de octubre de 1917).


Y de paso, esta frase: “Es bastante cierto que en la esfera de la vida cotidiana el egoísmo de los hombres no tiene límites. Si en realidad queremos transformar las condiciones de vida debemos aprender a mirarlas a través de los ojos femeninos”. No se asuste el lector Gati si le digo que tal no es una provocación o una idealización antimaocista, sino la reflexión con que termina el artículo de Trotsky arriba citado: “Contra la burocracia, progresista y no progresista”, en “Problemas…”; reflexión muy válida, ahora, y a la hora de nuestro Octubre.