Respuesta a Gati

Los revolucionarios defendemos la vida. Evidentemente, hay un error de comprensión inexplicable en Gati cuando entiende la defensa del dere­cho al aborto como una defensa de la muerte. La nota que escribí demues­tra que la ilegalidad del aborto lleva a la muerte o a la mutilación a miles de mujeres de la clase obrera, y contra esa tremenda injusticia se subleva. A no ser que Gati pretenda equiparar, a la manera de la Curia, la vida de se­res humanos con la vida de un con­junto de células, ¿dónde está la de­fensa de la muerte?


Por supuesto, el aborto es un de­recho negativo. Con el grado de avance de la ciencia, en un régimen socialista, el aborto sería casi un mal recuerdo, reservado para situaciones excepcionales: ya hay suficientes métodos anticonceptivos seguros co­mo para evitar cualquier embarazo no deseado. En muchos países centra­les el aborto es legal -una conquista arrancada por el movimiento de mu­jeres- y en nuestros países, las mu­jeres con recursos pueden pagarse tratamientos anticonceptivos efica­ces y, en caso de ser necesario, un aborto clandestino pero seguro.


Por supuesto que estamos de acuerdo con la maternidad universal, que no es lo mismo que la materni­dad compulsiva. Maternidad univer­sal no quiere decir que las mujeres estemos condenadas a ser madres “cuantas veces Dios lo quiera", como indica la Iglesia y como alguna vez lo quiso el estalinismo, sino que tene­mos derecho a tener todos los hijos que queramos, cuando los queramos, y el Estado debe proveer los recursos para garantizarles vivienda, salud, educación, guarderías, de modo que la maternidad no nos convierta a las madres en lo que Trotsky llamó “ani­males de carga". Nadie tiene dere­cho a ignorar que esa es una lucha cotidiana de nuestra organización. Y por supuesto que estamos de acuer­do con una sexualidad libre, disocia­da de la procreación. Así debe lla­marse esto, y no lo que la jerga de Naciones Unidas convirtió en “dere­chos reproductivos", medicalizando la sexualidad y la maternidad, tratan­do de despojarla de sus aspectos so­ciales, de la misma manera que los médicos higienistas de principios de siglo medicalizaron la maternidad en su esfuerzo por convencernos a las mujeres de que el papel que nos reservaba la sociedad era exclusivamente la esclavitud doméstica y la crianza de los niños.


En cuanto a la Revolución de Octubre, el derecho al aborto fue reconocido en la Constitución soviética de 1920. Dejemos hablar a Trotsky: "El poder revolucionario ha dado a la mujer el derecho al aborto, uno de sus derechos cívicos, políticos y cultura­les esenciales mientras duren la miseria y la opresión familiar, digan lo que dígan los eunucos y las solteronas de uno y otro sexo"2. Recién en 1936, el estalinismo se permite gar el derecho al aborto junto con toda la legislación que protegía los de­rechos de la mujer y se proponía eliminar las causas de su opresión. Stalin declara en 1936: "El aborto que destruye la vida es inadmisible en nuestro país. La mujer soviética tiene los mismos derechos que el hombre pero eso no la exime del grande y no­ble deber que la naturaleza le ha asig­nado: es madre, da la vida". Trotsky contesta: "Evidentemente, estos se­ñores han olvidado que el socialismo debería eliminar las causas que em­pujan a la mujer al aborto, en vez de hacer intervenir indignamente al poli­cia en la vida intima de ia mujer para imponerle 'las alegrías de la materni­dad'". Los revolucionarios no cree­mos en los deberes impuestos por la naturaleza. Nos sabemos productos sociales y luchamos por la emanci- pación humana, tanto de las fuerzas de la naturaleza como de la opresión de clases. Pero, sobre todo, interve­nimos sobre la vida misma, sobre el movimiento vivo de las masas. ¿Qué propone Gati para que la maternidad deje de ser compulsiva entre las tra­bajadoras y para que tratar de evitar esto no les cueste la vida?