Respuesta a Lucía Ferreira de Tucumán

Tucumán, 23 de julio de 1993


Lucía, he leído tu carta del 18/6 publicada en PO-395 y me han llamado la atención varios conceptos tuyos, por lo que no puedo callarme y me siento obligada a escribirte en calidad de respuesta.


1º) Ir a un lugar con una posición política debidamente argumentada y hacerse cargo, tratando de plantearle a las mujeres que ahí se encontraban interviniendo desde un punto de vista revolucionario no me parece dejar de lado tu voluntad de decisión. “Ir a escuchar en lugar de bajar la posta” como decís vos, me parece que es un problema de formación política y de inseguridad en los conceptos.


Si vas a escuchar es porque lo tuyo, lo que vos tenés, no está lo suficientemente afirmado como para confrontarlo.


2º) Si no intervinieron organizadamente como partido o al menos en forma personal pero con una posición clasista y revolucionaria, lamentablemente le hicieron el caldo gordo al carácter distraccionista y burgués del encuentro.


3º) Por supuesto que la mujer trabajadora es doblemente explotada, por su condición de clase y por su condición de sexo, pero esto último no es el determinante porque existen mujeres burguesas, mujeres explotadoras, mujeres policías, mujeres torturadoras. Si ser mujer era la única condición para participar de ese encuentro entonces podría haber participado hasta Margaret Thatcher. Además no creo que se hayan disimulado mucho las vinculaciones con partidos políticos u organizaciones gremiales, porque ya todos sabemos quiénes, cómo, con qué y para qué se organizó el tan mencionado encuentro.


4º) ¿Es mejor ese encuentro que nada? En realidad es lo mismo porque no se sacó ningún programa hecho para la mujer trabajadora y su condición de ser doblemente explotada.


5º) Con respecto a cuando te referís a situaciones en donde los gremios, un partido o incluso el Estado mismo fueran dirigidos por hombres que aunque fuesen revolucionarios no se comportarían como tales y continuarían oprimiendo a las mujeres, quisiera que leyera detenidamente estas notas que voy a escribirte a continuación y que fueron escritas por hombres que verdaderamente se preocuparon por la condición de la mujer. Las notas fueron extraídas de “La mujer y el progreso social” de Lenin, y “Problemas de la vida” de Trotsky.


“Sólo si logramos liberar a la mujer de la esclavitud en la que se encuentra tanto con respecto a las tareas del hogar como en su relación con los hombres, y podemos compartir una causa común podremos llamarnos revolucionarios” (Lenin).


“Necesitamos crear condiciones sociales que liberen a la mujer de las funciones y cuidados que actualmente la oprimen. El lavado debe estar a cargo de una lavandería pública, la alimentación a cargo de comedores públicos, la confección del vestido debe realizarse en los talleres. Una igualdad genuina será el fin establecido. La unión sólo dependerá del afecto mutuo” (Trotsky).


“La revolución es primordialmente el despertar de la personalidad humana en el seno de las masas. Pese a la crueldad ocasional y a la sanguinaria inexorabilidad de sus métodos, la revolución se caracteriza por un creciente respeto a la dignidad del individuo y por su interés cada vez mayor por los más oprimidos. Una revolución no es digna de llamarse tal si con todo el poder y todos los medios de que dispone no es capaz de ayudar a la mujer —doble o triplemente esclavizada por su condición— a salir a flote y a avanzar por el camino del progreso social e individual” (Trotsky).


“A menudo presenciamos contrastes psicológicos de la misma tendencia, un hombre que es un comunista ortodoxo devoto a la causa pero para él las mujeres son sólo ‘hembras’ que en ningún sentido son tomadas en serio o a veces ocurre que el muy respetado comunista discute cuestiones nacionales y comienza a expresar inusitadamente ideas reaccionarias. Con respecto a esto la conciencia humana no se transforma y desarrolla simultáneamente por rumbos paralelos. Existe una cierta economía en el proceso. La psicología humana es por naturaleza muy conservadora y coloca en primer lugar a las demandas e impulsos de la vida afectiva que le conciernen en forma directa. Para obviar tales efectos debemos poner en orden la faz intelectual, debemos examinar a través de métodos marxistas el complejo mental del hombre y en esto ha de consistir el esquema general de educación y autoeducación del partido, comenzando por sus dirigentes. Pero aquí el problema es bastante complicado y ahí debemos poner más énfasis, porque las raíces de la desorganización y confusión están en las condiciones en que se vive. La psicología está en cierta medida determinada por la vida, pero dicha tendencia no es puramente automática y mecánica, se trata más bien de una activa y recíproca determinación” (Trotsky).


“La marcha progresiva debe poseer una base segura en un acrecentado conocimiento de las condiciones de la vida doméstica y mayores demandas de la vida cultural por parte de hombres y mujeres de la clase trabajadora, especialmente las mujeres. Es bastante cierto que en la esfera de la vida cotidiana el egoísmo de los hombres no tiene límites. Si en realidad queremos transformar las condiciones de vida debemos aprender a mirarlas a través de los ojos femeninos” (Trotsky).


“El establecimiento de las nuevas bases para la renovación de las costumbres llevará mucho tiempo y requerirá mayor concreción y especialización. No nos es posible escapar a las condiciones materiales, sin embargo podrá alcanzarse cuando rompamos la cárcel de silencio en que se hallan prisioneras nuestras costumbres actuales. La primera tarea, la más profunda y urgente, es la de romper el silencio que rodea a los problemas de la vida cotidiana” (Trotsky).


Nada más, Lucía. Un saludo revolucionario.