Sobre el VIII Encuentro de la Mujer (III)

Con referencia a la carta de la compañera Lucía de San Miguel del Tucumán, publicada en Prensa Obrera Nº 395, sobre el VIII Encuentro Nacional de las Mujeres, el informe que da, la extensión del mismo y las características del análisis, me alentaron a compartir algunas reflexiones que, como mujer y militante del PARTIDO OBRERO, me ha inspirado.


Es indudable que, como dice la compañera Lucía, “el caldo estaba sabroso”, porque esta sociedad da sobrados motivos para que las mujeres nos sintamos explotadas, discriminadas y avasalladas en nuestros derechos. Y como se expresó en la variedad de comisiones que se formaron durante el Encuentro, los aspectos de la vida que son atacados  son múltiples y no se reducen exclusivamente al aspecto laboral; sin embargo, cualquiera de ellos es inherente al régimen social y de él emanan en forma directa o indirecta, sea por las estructuras que forma o por las que omite.


Esta sociedad plantea, en especial para la mujer, dicotomías que parecen insoslayables y cuya resolución siempre implica una enorme pérdida para el que elige y una o más víctimas involucradas.


Como Saturno, la sociedad capitalista devora permanentemente las posibilidades de crecimiento de sus criaturas, en particular de la mujer, probablemente una de sus víctimas preferidas.


Una sociedad que margina, atomiza y desgarra todo lazo de solidaridad siempre que puede, que establece como valor primordial el lucro, no está llamada a superar ninguna de las mezquinas circunstancias en las que sobreviven el 99% de las personas.


La incorporación de la mujer al mercado de trabajo en forma masiva, que es “vendida” como la “liberación de la mujer”, ha hecho que ella tome contacto crudamente con un “mercado” que usa y abusa de ella para mejor lucrar.


En la Argentina, en particular, se ha enterrado la “dulce madrecita” tanguera y las “madrecitas” de hoy en día carecen de un mínimo de estructura social que “contenga” a sus hijos en materia de cuidado, salud o educación; por el contrario, asistimos al absoluto derrumbe de toda seguridad social.


Toda mujer siente un profundo respeto por cualquier manifestación de lucha por los derechos como el Encuentro a que se hace referencia, pero es importante no crear falsas expectativas por movimientos que soslayan definir la causa última del sometimiento y la marginalidad de la mujer en esta sociedad. Promover la discusión sobre cuál es el verdadero enemigo y responsable de nuestros “males”, el “gran cercenador de derechos”,  es primordial para concluir con éxito la lucha y aportar en forma consecuente a la liberación de la mujer —“es preciso ayudar a la masa, en el proceso de la lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista” (Programa de Transición —León Trotsky).


En relación con el tema, es interesante hacer referencia al movimiento feminista yanqui y a la evolución del mismo: en Prensa Obrera Nº 343 y en relación con el escándalo abierto en los EE.UU. frente al nombramiento del conservador Clarence Thomas —postulado por Bush para integrar la  Corte Suprema y acusado por la ex funcionaria judicial Anita Hill de acoso sexual— leemos las declaraciones de dos periodistas norteamericanas reproducidas por Clarín: “el caso Thomas-Hill ‘puso de manifiesto el fracaso de nuestro sistema político para actuar en nombre de la mujer y resaltaron que la presión económica ejercida desde los lugares de trabajo contribuyó a paralizar al feminismo en esta última década como fenómeno popular’”. El artículo de Prensa Obrera, “Limitaciones del feminismo y agotamiento de la democracia”, de Luis Gurevich, concluye: “La simple experiencia social … ha puesto de relieve las limitaciones insalvables del movimiento que concibe la emancipación de la mujer dentro de los marcos capitalistas …”, “… el fracaso del feminismo —que “ha pasado a la clandestinidad” según las dos periodistas norteamericanas— revela el carácter eminentemente social y clasista (no puramente político) de la opresión que sufren las mujeres. Las numerosas victorias obtenidas en la década del ’70 en el terreno de la igualdad política y jurídica, se han agotado en sus alcances, junto al reflujo de la clase obrera y del movimiento de las minorías nacionales o étnicas”. (Luis Gurevich, “Prensa Obrera” Nº 343, 21/10/91).


La incorporación de la mujer en las luchas conjuntas del movimiento obrero, de los jubilados, de la juventud, con un programa claro y la denuncia implacable al régimen social, y finalmente (“last but not least”) la construcción de la herramienta necesaria para coronar con éxito esas luchas: el partido revolucionario que las oriente, se imponen como la única salida para la verdadera solución de los problemas de los explotados.


La compañera Lucía dice: “… yo me pregunto si la supresión de la propiedad privada y de las clases sociales pondrán fin a las discriminaciones entre los sexos …”.


Y yo me pregunto: ¿es que acaso la Revolución y la supresión de la propiedad privada constituirán el “fin de la historia”, o el comienzo de ella? Las lacras heredadas de la sociedad burguesa no van a desaparecer milagrosamente y las modificaciones objetivas de las estructuras de la sociedad serán la piedra basal para quitar de cuajo la raíz de las causales de todas ellas, pero es indudable que será una ardua lucha superar infinidad de limitaciones del hombre y de la mujer, a través de una educación revolucionaria y marxista, de la incorporación de todos los sectores a la acción social y al debate verdaderamente democrático y de libre expresión.


 


(26/7/93)