Correo de lectores
6/7/1993|395
Sobre el VIII Encuentro Nacional de Mujeres
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Lucía Ferreira San Miguel de Tucumán
El VIII Encuentro Nacional de Mujeres se realizó los días 12,13 y 14 de junio en San Miguel de Tucumán.
Dos compañeras vinculadas al PO concurrimos al Encuentro. Dirigentes provinciales del partido nos pidieron que escribiéramos un informe sobre el mismo y por eso les envío esta carta. Tal vez esta carta no tome la forma del informe esperado, pero es la que mejor refleja mis propias opiniones.
En primer lugar, quiero decirles que cuando un compañero dirigente del partido, con las mejores intenciones, me planteó la participación en el Encuentro a través de una intervención organizada (del partido), yo no pude evitar de mostrarle una escéptica sonrisa. Hace aproximadamente tres años, cuando de la realización de uno de estos encuentros de mujeres y reflejando el entusiasmo que me llegó a través de una persona conocida, yo preguntó a un dirigente nacional del PO por qué el partido no tenía una línea de intervención en el movimiento de mujeres y no promovía la organización de luchas relacionadas a las problemáticas específicas de las mujeres. La respuesta que obtuve entonces fue:
1°) Una sonrisa divertida y paternal
2°) El argumento de que hombres y mujeres son igualmente explotados
3°) El argumento de que no existía un movimiento concreto de mujeres, por lo cual sería algo artificioso considerarlo.
En aquel momento yo no pude contestarle debidamente (tal vez por mi estado de relativa apatía política), aunque he sabido desde siempre que el sistema de explotación capitalista no oprime y explota de forma idéntica a hombres y mujeres. Las mujeres experimentan y experimentaron a lo largo de la historia (y no sólo bajo el sistema capitalista) situaciones específicas de opresión. Actualmente, la doble jornada de trabajo, las marginaciones y discriminaciones en el ámbito laboral (mujeres casadas o con hijos), la educación que encasilla a la mujer en roles secundarios y subordinados a la figura masculina, la violencia sexual normalmente impune, la prohibición de interrumpir un embarazo no deseado, y tantos otros aspectos más o mano» sutiles (que tan bien han sido debatidos en este encuentro) que en definitiva funcionan para que la mujer sea un instrumento más del sistema capitalista.
Sobre que no existía un movimiento concreto de mujeres tampoco pude contestarte, aunque percibiendo intuitivamente que mi propio transcurrir por la vida era un movimiento concreto en busca de reafirmación como persona (con todos mis derechos de vivir y disfrutar de la vida) y que esto también involucraba algunas cuestiones específicas de la situación de la mujer. Habiendo encontrado ahora miles de mujeres solas u organizadas que buscan defender sus derechos y combatir las causas de la opresión, teniendo poca o mucha conciencia de cuáles son ellas, puedo, ahora sí, decir: existe un movimiento —o miles, o millones de movimientos concretos— de mujeres: mujeres de los barrios, mujeres aborígenes, gremialistas, obreras, docentes, estudiantes, artistas, lesbianas, amas de casa, mujeres organizadas en partidos políticos, organizaciones no gubernamentales, instituciones del gobierno, etcétera. Fueron cerca de 6 mil mujeres provenientes de todo el país.
Algunos compañeros del partido nos dijeron (a mí y a la otra compañera) que si no interveníamos organizadamente íbamos a hacer el caldo gordo a los que estaban por detrás de estos encuentros. ¿El gobierno? ¿El Ptp? Nadie sabía quién era la mano invisible que lo sostenía, pero tenía que haber. Haciendo caso omiso de sus argumentaciones, fuimos por nuestra propia voluntad, decisión y con más ánimos de escuchar que el de bajar “la posta”.
En el encuentro las seis mil mujeres se repartían en distintos talleres que trataban diferentes temas a su elección: “mujer y trabajo”, “mujer y familia”, “adolescencia y Juventud”, “mujer y participación en el poder”, “mujer y crisis global”, “mujer y derechos humanos”, “mujer y sexualidad”, “mujer y tercera edad”, “mujer y violencia”, “mujer y solidaridad internacional”, “mujer y lesbianismo”, “mujer aborigen”, etcétera. Cada taller tenía una coordinadora designada por la comisión organizadora, y una o dos secretarias voluntarias que anotan los planteamientos Las diferentes posiciones no se votan: al finalizar las discusiones en los talleres en el 29 día, se redactan las conclusiones contemplando tanto las opiniones mayoritarias como las minoritarias, las conclusiones con consenso y con disenso, de manera que las minorías también se ven expresadas en las conclusiones finales.
Asistí a los talleres de “mujer y familia” y después al de “movimiento de mujeres”, esperando aclararme mejor al respecto de ese “movimiento”. La discusión polarizó en tomo de un planteo que defendía que las organizaciones de mujeres en todo el país debían avanzar en crear una articulación que posibilitara que todas estuvieran permanentemente informadas, que prestara solidaridad en las luchas pardales, y promoviera luchas conjuntas de mayor envergadura (ejemplo. ley por el derecho al aborto). En oposición a esto, otras mujeres defendían la mantención del movimiento tal cual se viene desarrollando, ante el temor de que una institucionalización del movimiento a nivel nacional redundara en una organización estructurada, jerárquica y vertical, que viniera a poner fin a la autonomía de este movimiento frente a los partidos políticos, gobierno, etc. Una mujer expresó: “La fuerza de los encuentros está en que somos autoconvocadas. El día en que este movimiento se institucionalice, los encuentros dejarán de existir”.
Las dos posiciones tienen, creo, sus buenos fundamentos: la primera permitiría concentrar (teóricamente) los esfuerzos, pero la secunda permite extenderlo por la base (y es lo que concretamente parece lograr).
El encuentro logra reunir mujeres de variadas extracciones políticas y sociales, con predominancia, a primera vista, de mujeres asalariadas de clase media y luego, en menor medida, de mujeres trabajadoras de la clase obrera.
Las conclusiones reflejan las diferentes corrientes ideológicas. El taller de la juventud, uno de los más politizados, expresó con claridad que no se trata de una lucha de mujeres contra los hombres, sino que la liberación de la mujer es parte de la lucha de la clase trabajadora en su conjunto. En la marcha pude observar, por ejemplo, que mientras algunas columnas cantaban “mujeres unidas jamás serán vencidas”, la columna de la juventud cantaba “el pueblo unido Jamás será vencido” y otros cánticos contra Menem y Cavallo y el plan de ajuste, y la defensa de la escuela pública.
Entre otras conclusiones de los talleres, varias manifestaron el rechazo total al proyecto de flexibilización laboral, a la privatización del sistema de previsión social, contra la ley de educación, contra la arancelización de la educación. El taller sobre “solidaridad latinoamericana” concluye en primer lugar que la solidaridad pasa por la lucha por la liberación de los explotados en el propio país.
Las posiciones más claramente parlamentarias tienen, por supuesto, mucha presencia. Muchas mujeres creen que la lucha pasa por lograr la aprobación de leyes y la participación en el poder político (basta con recordar el título de uno de los talleres: “mujer y participación en el poder”). La nota más lamentable estuvo cuando un grupo de mujeres se separó de la marcha y se dirigió a la casa de gobierno para saludarlo a Palito, lo cual fue aprovechado por la prensa.
La única condición para participar del Encuentro es ser mujer. Se disimulan las vinculaciones con partidos políticos u organizaciones gremiales. En la marcha el criterio es llevar pancartas identificando el lugar o provincia de origen solamente, aunque algunas organizaciones no lo cumplen, como el CTA que llevó un gran cartel. Nadie va representando a nadie, nadie es representado por nadie. Las opiniones son a título personal, y tienen todas, al menos formalmente, una misma oportunidad.
Hay un verdadero empecinamiento por defender la horizontalidad del Encuentro, la libertad de expresión, y por colocar la igualdad del género (mujer) por encima de todas las diferencias, aunque en los debates se reconocen y se discute sobre la base de estas diferencias.
Evidentemente, diferentes organizaciones políticas tejen sus estrategias con respecto a esos encuentros, como se refleja en el debate que relató, ocurrido en el taller “movimiento de mujeres”.
En mi opinión, si bien es cierto que ese Encuentro al no extraer una línea de acción conjunta (aunque hay numerosas líneas de acción sugeridas) queda parcialmente desaprovechado en sus posibilidades, no se puede negar que resulta altamente convocante por la riqueza de los debates, por el espíritu de horizontalidad y libertad de expresión y sobre todo por colocar una cuestión tan sensible y tan elemental como la de la lucha por la dignificación de la mujer, y, pienso, sirve al propósito de arrimar mujeres para la lucha en pro de sus derechos.
Tal vez algunos compañeros y compañeras opinen que las luchas que organicen esas mujeres sean distraccionistas. Es cierto que la verdadera liberación de la mujer sólo se puede dar con el fin de toda forma de explotación. Pero, ¿será ésta una condición suficiente?
Me pregunto, por ejemplo, si en un gremio que fuera dirigido por hombres, aunque fueran revolucionarios, las situaciones específicas de las mujeres serían contempladas de igual manera que si las mujeres compartieran la dirección, o bien (y además) estuvieran organizadas, conscientes de sus problemas específicos y luchando para que estas cuestiones sean contempladas. Creo que, si no es imposible, es al menos muy improbable.
De la misma forma yo me pregunto si la supresión de la propiedad privada y de las clases sociales pondrán fin a las discriminaciones entre los sexos, las relaciones de poder. Es una condición necesaria, pero, creo, no suficiente. En este sentido, pienso que tiene lugar que las mujeres traben su propia batalla.
Finalizando les digo que yo no sé si engrosé el caldo a alguien; pero sí sé (¿y por qué negarlo?) que a ese caldo lo he saboreado con gusto.
Con muchos saludos