“Trotska hasta el último vello de mi cuerpo”

Me levanto a la mañana, me meto a la ducha y qué veo cuando miro para abajo, tetas. Si soy mujer y desde hace unos años, además troska, fea conjugación para muchos y muchas.


Es domingo, hoy tengo plenario de mujeres. No es justamente mi frente, más tendría que serlo el Sica o el Ceadig, pero no es necesariamente así, porque antes de ser troska nací mujer.


A las 17 pasadas, obvio, soy mina, llego apurada a Santiago del Estero y miro a las otras compañeras. Entramos y comienza la charla, comemos, tomamos unos mates, nos reímos y nos emocionamos. Desde afuera, podría parecer un encuentro de amigas más que una reunión política, pero no, ahí, entre ese mar de emociones se está discutiendo la plataforma de género para la campaña electoral, la intervención en el Encuentro de Mujeres, y temas sustanciales como el aborto, el derecho a la maternidad universal, la caracterización del Estado fascista que separa familias, que garantiza la explotación y la mantenimiento del status quo. Le damos vueltas, lo miramos de arriba y de abajo, y nos vamos convenciendo cada vez más que la revolución es la forma de exterminar de raíz tanta diferencia. La descomposición del capitalismo es tal que no sólo sojuzga al hombre contra el hombre, sino al hombre contra la mujer, a la mujer contra la mujer a todos contra todos, en un gran sálvense quien pueda, y no es así, no puede ser así, no debe ser así.


Pero por otro lado, están las compañeras del Partido y del Polo que, cuando hablan, la tierra tiembla y los explotadores querrían meterse otra vez en la barriga de su mamá. Compañeras que apuestan su vida a esto, a veces a costa de sus parejas (que a veces se oponen a que salgan a la calle y más se oponen a que militen), aun a costa de no vivir una acabada vida personal.


Y eso le da sentido a todo y me doy cuenta de que tiene sentido, tiene sentido tener tan poquito tiempo para mí, tiene sentido no encontrar un compañero que acompañe este proceso, tiene sentido no tener hijitos, por ahora porque no tendría tiempo para cuidarlos como me gustaría, y tiene sentido ser troska, hasta el último vello de mi cuerpo (que por suerte es poquito, pero igual me depilo, la sociedad, ¿vio?), hasta el último pelo de mi cabeza (no importa del color que lo tenga en ese momento). Porque la verdad vale la pena, vale la pena Rita y su merendero de la Boca, que no tiene casi comida y ella sigue poniéndole ganas, y Mabel, con la fábrica y su lucha para expropiarla, y Olga, con su rebeldía y su modo de vivir tan bello y peligroso para el Estado burgués, y Carito, que empezó a militar en el PO y terminó mandando al carajo a su novio porque le rompía con la militancia, y todas y cada una valen la pena.


Y vale la pena militar en el PO, porque pone a María Rachid, como vicejefa, que levanta su mano por los derechos sexuales y los de género, y tiene al compañero Altamira, que como legislador porteño llevó adelante las luchas sobre los derechos homosexuales dentro de la Capital, y porque el PO levanta cada una de las reivindicaciones de la mujer y porque comprende que, sin nosotras, la cosa sólo iría a medias o no iría.


Entonces, que más puedo decirles, soy mujer y convoco a todas las mujeres a votar al PO, a meter en la Legislatura a Marcelo Ramal y María Rachid, porque si ellos entran entramos todas nosotras. Y las invito al Encuentro de Rosario, para debatir estos temas, para torcerle la mano a la Iglesia y al Estado, y a todos los que representen nuestro apriete y nuestra opresión.