Túpac Amaru II: Para no olvidar

Hace doscientos quince años, el 18 de mayo de 1782, en la ciudad de El Cuzco, pasó a la historia como uno de los primeros héroes-mártires de lo que parece una interminable lucha por la liberación de nuestro pueblo latinoamericano. Se trata nada más que de José Gabriel Condorcanqui, conocido como Túpac Amaru II. Murió decapitado, luego de haber sido torturado cruelmente y de tratar de descuartizarlo vivo, atado a cuatro caballos, por haber iniciado una gran rebelión. Toda su familia y sus seguidores fueron ahorcados para amedrentar a la población.


Entre 1534 y 1547, los Incas habían sido conquistados por los españoles, quienes crearon con sede en Lima, el Virreinato del Perú, gobernado por un virrey nombrado por el rey de España.


Desde entonces, los naturales dueños de esta tierra comenzaron a sufrir un derrotero bajo las imposiciones de los conquistadores. Estos se instalaron en las viejas ciudades indígenas y crearon otras nuevas, se repartieron las tierras y las minas de oro y plata, construyeron iglesias por todos lados y ocuparon todos los cargos de gobierno. Así, a los indígenas les iba de mal en peor, pues comenzaron a padecer de nuevas enfermedades tales como la gripe, varicela, sarampión, viruela y otras que para ellos eran mortales. Además, los conquistadores inventaron ‘leyes’ que implantaban las “reducciones”, las “encomiendas”, los “mayorazgos” y la “mita”, con lo cual legalizaban el sometimiento, el despojo, la explotación, las exigencias de más impuestos, los trabajos forzosos de los hombres en las minas de Potosí, y el de las mujeres y los niños, hasta diez horas por día, en las hilanderías de propiedad de los españoles.


Por si todo esto fuera poco, se los obligó a cambiar de costumbres, se les prohibió adorar a sus dioses, destruyeron sus templos y sus imágenes religiosas, se los obligó a convertirse al cristianismo y aprender el castellano.


Todo este oprobio contra el pueblo, casi durante dos siglos, fue la causa de varios alzamientos populares y de que surgieran líderes como los hermanos Catari, de Bolivia, que en 1780 dirigieron una sublevación armada, y a pesar de ser muertos ellos, sus seguidores lograron sitiar la ciudad de La Paz antes de sufrir la derrota total.


Por esa época, Túpac Amaru II, que era descendiente de Inca y se desempeñaba como curaca en la zona de Tungasuca, en el sur de Perú, donde era muy respetado, decidió organizar una rebelión contra los españoles opresores, que abarcaba desde el Cuzco hasta Tucumán. Más de 20.000 indígenas marchaban armados con hondas, macanas, arcos y flechas y boleadoras. La sublevación comenzó con una proclama de Túpac Amaru, desconociendo a la corona española y sus autoridades representantes, una de las cuales, un “corregidor”, fue colgado en una plaza pública. Pronto, el ejército español fue superior en armas; lo venció y sometió a todo el pueblo a una feroz represión. Murieron más de 80.000 indígenas; de parte de los españoles, unas 40.000 bajas.


No hubo otros alzamientos de importancia hasta las revoluciones de la Independencia, a comienzos del siglo siguiente.


En las guerras que libraron San Martín, Bolívar, Güemes y otros patriotas latinoamericanos, invocaban el valor y ejemplo de Túpac Amaru para arengar a sus tropas.


Así terminó la época de la colonia española y surgieron las actuales naciones que no gozaron de su libertad por mucho tiempo, pues hoy están sometidos a fuertes condicionamientos económicos, sociales y políticos por causa de deudas externas ilegítimas y usurarias.


 


Reflexión


 


En aquella época, los naturales dueños de estas tierras eran los oprimidos; el imperio era el español. Hoy, los sometidos a la esclavitud moderna somos todos los pueblos descendientes de aquéllos, más otros acogidos y hermanados; el opresor es el Imperialismo económico del Norte y sus personeros locales. La realidad es muy similar, casi igual. La historia no termina ni las ideologías están muertas. Vivimos las luchas de la resistencia al Imperialismo Yanqui. Muchas batallas se pierden y muchos compañeros caen heroicamente; pero eso no nos amedrenta ni debilita. Décadas tras décadas se producen protestas, reclamos, rebeliones y alzamientos armados en todos los países de nuestra Patria Grande. Nuestro héroe-mártir contemporáneo, Ernesto “Che” Guevara ya nos marcaba el camino de la lucha. Patria o Muerte y Venceremos eran sus consignas. Nuestra generación tiene la responsabilidad de decidir hoy si dejaremos de ser colonia antes o después del año 2000, o seguiremos siendo sometidos, flexibilizados y globalizados en colonias de modernos esclavos; y si permitiremos ser despojados de nuestras tierras patagónicas y de nuestros minerales preciosos y estratégicos. Si reconocemos y valoramos llevar aunque sea una gota de sangre de aquellos pueblos originarios y legítimos dueños de estas tierras, en su honor no vacilemos en seguir su ejemplo y luchemos por ser libres, para decidir nuestro futuro y desarrollo social, sin olvidar  jamás aquel 18 de mayo.