Un consenso pique… ¿qué?

Se ha iniciado una nueva discu­sión en la Prensa Obrera, y celebro por ello.


Esta vez el eje resulta ser un dis­fraz sin tapujos, es decir, una manio­bra puramente del capital para ex­tender su propio dominio, sin ningún tipo de pudor.


El consenso no es más que esto que se señala, porque lleva consigo un sinfín de contradicciones… y de lecciones.


Si bien el error del “Vasco" se deja expresar en sus últimos párrafos, cuando a cambio de una alternativa revolucionaria (la toma del poder por la clase obrera), imprime su confian­za en la burguesía resolviendo ha­cer un "consenso" sin especificar el abanico que éste pueda tener en su seno.


El consenso siempre es ambi­guo, nunca especifica nada. En él se sumergen los “independientes" y hasta los más descarados pro-imperialistas. Su lema es “entre todos po­demos cambiar las cosas” y su más fidedigno emblema es “hay capitalis­tas más buenos que otros”. En él en­contramos al stalinismo, al ecologicismo, al pacifismo, en fin, a todos los ingredientes del banquete imperial.


El consenso no es más que otra variante del frente popular, este que gobernará próximamente para el im­perialismo en Uruguay, aquel que traicionó cuanta lucha obrera hubo en la historia. Quizás el "Vasco” de­bería buscar en el origen de su pro­pio seudónimo leyendo la historia de la guerra civil española, donde se de­sarrolló un gran consenso, claro que para masacrar la revolución.


Para el marxismo no se debe buscar consenso, y el partido obrero no lo hace en ningún lado. No pre­tende seducir a las masas, sino ga­narlas políticamente, a través de su vanguardia. El consenso es antagó­nico con la revolución y con sus mé­todos, porque los antagonismos de clase así lo determinan.


Aquellos que aducen "ganar con­senso" también se equivocan, aun­que en otra perspectiva. Los pique­teros marcan el camino de la victoria, con su organización, con sus méto­dos y con la construcción de su par­tido propio, como herramienta para la emancipación de la humanidad.