Una crítica

Estimados compañeros:


Acabo de leer Del Cordobazo al Clasismo. Excelente testimonio. Reseña fundamental de las luchas obreras de los ’60 y los ’70. Extrae conclusiones claves. Avanza en algunas reflexiones autocríticas que comparto. Es preciso difundir entre las nuevas camadas de luchadores todas aquellas experiencias.


Con ánimo fraternal quisiera extenderme sobre un aspecto que, me parece, Gregorio pasa por alto. Coincido con sus evaluaciones autocríticas, tales como que los dirigentes de SITRAC-SITRAM fueron demasiado permeables a la verborragia estudiantil, y en cambio demasiado refractarios a integrarse al Secretariado de la CGT Combativa de Córdoba. Pero pienso que hace falta otra autocrítica más.


En la transcripción de los documentos de SITRAC-SITRAM salta a la vista, repetidamente, una consigna ultraizquierdista muy en boga en aquella época: “Ni golpe ni elección, revolución”. No es una cuestión más. Remata cada uno de los documentos. Fue una postura muy debatida por el activismo.


Hubo variantes dentro de la misma concepción descolgada del proceso de masas: “Ni golpe ni elección, insurrección”, planteaban organizaciones como el Pcr y Vanguardia Comunista, que conformaban el frente Antiacuerdista, con magros resultados en las elecciones del 11/3/73. “Ni golpe ni elección, guerra revolucionaria”, planteó inicialmente un sector del Prt-Erp. En este caso, con todas las limitaciones que implicaba estar preso en Rawson, Santucho emprendió una polémica interna que permitió corregir parcialmente esa política aislacionista, procurando adaptar una táctica más amplia, más abarcativa, más rica. El Prt, tardíamente, procuró participar en aquel proceso electoral desarrollando Comités de Base, no en apoyo al peronismo, sino intentando impulsar un programa y candidatos alternativos.


Como bien recuerda Gregorio Flores, el llamamiento de Salamanca a votar en blanco fue desoído por los mismos mecánicos que lo habían plebiscitado para el SMATA. Por otra parte, los Comités de Base tampoco llegaron a desarrollarse, pues la militancia perretista estaba embarcada (1971/72) más en el militarismo que en otra cosa.


Creo que, juzgado a la distancia, es evidente que Tosco y Atilio López supieron ubicarse mejor que dichas organizaciones en el proceso electoral. Por lo menos en Córdoba, expresando de alguna manera precisamente la combatividad de los Cordobazos. El “Gringo” apoyó a Atilio López en el ballotage de abril de 1973, una de las pocas veces que la UCR no ganó en esa provincia mediterránea. Llama la atención cómo los seguidores de Tosco de hoy olvidan aquel episodio.


Que la fórmula Obregón Cano-Atilio López no era parte de un proyecto reaccionario, no sólo lo demostraba la trayectoria anterior de ambos. También los sucesos posteriores. En febrero del ’74 se produjo el “Navarrazo”, insólito golpe policial que desalojó al gobernador y vicegobernador elegidos por el pueblo, mientras el gobierno nacional (Perón) hacía la vista gorda. Y meses después, el “Negro” Atilio pasó a ser una de las primeras víctimas de la “Triple A”, en tanto el doctor Obregón Cano debió partir a un largo exilio y aun en la década del ’80, apenas bajó en Ezeiza, fue encarcelado varios años.


En conclusión, la consigna “Ni golpe ni elección, revolución” y otras variantes, no eran propuestas políticas correctas. Y con razón, con buen criterio, las desoyeron los mismos trabajadores que protagonizaron los Cordobazos y el clasismo antes, y que incluso en octubre del ’75 produjeron otro mini-Cordobazo.


Por supuesto, no niego los aportes que en otros planos, en otros momentos, efectuaron distintas organizaciones políticas y dirigentes de masas. Sólo anhelo aportar al esclarecimiento de uno de los múltiples aspectos de nuestra historia.


Reitero, más allá de estas consideraciones mías que se pueden compartir o no, la opinión favorable que me despertó el libro de Gregorio Flores.


Fraternalmente