“El gobierno se reserva el derecho de admisión”

LuchArte

La semana pasada se realizó en la dudad de Buenos Aires la “Semana del Arte”: visitas a museo”, centros culturales, fundacio­nes, galerías de arte y tiendas de an­tigüedades. Hubo también mesas-de­bate, conciertos musicales, noches de ‘gallery nights’ y visitas nocturnas a museos. “Queríamos potenciar la ciu­dad como un polo cultural y lograr promocionarla en el exterior, para atraer turistas” (La Nación, 26/9). Así justificó el gobierno los mega eventos y circuitos artísticos comerciales, o sea, la “venta* de la cultura.

 

Las galerías de arte privadas y auspiciadas por grandes empresas ocuparon el lugar principal. “La Se­mana del Arte es un evento que nació como una iniciativa privada, pero que recibió el apoyo de la Secretaría de Cultura porteña. Fue auspiciada por Repsol-YPF, C han don, Ibfirol, Fun­dación Andreani, Omint, Malba. Ca­nal (á). Personal, Arelauquen, Blue y La Nación” (La Nación, 26/9).

 

El evento fue “también” presenta­do como una apertura a los barrios… a los barrios Belgrano, Palermo Viejo, Recoleta y Retiro. “La gente realmente culta -había dicho Torcuato Di Tella, secretario de Cultura es el 3% de la población, 800.000 personas. Asisten a conciertos y a obras de teatro. Visitan museos y se preocupan por el patrimo­nio cultural” (La Nación, 27/5).

 

El evento, sin embargo, quedará co­mo un intento banal de empolvarse por unos días. Anaya, en La Nación del 21/9, escribe: “Es posible que esta se­mana sirva para activar el escaso co­leccionismo local. Es lamentable que de estas andanzas en grupo por los sen­deros del arte sólo quede el recuerdo del champaña, las estatuas vivientes y al­gunas conversaciones banales”.

 

Reserva del derecho de admisión

 

Pero existen otras expresiones cul­turales y otro público. Las asam­bleas populares surgidas con el Argentinazo priorizaron dos cosas: co­medores populares y centros cultu­rales. En las fábricas recuperadas (Grissinópoli, Chilavert, Sasetru, Bauen, entre otras), en las sedes to­madas por las asambleas o en ple­na calle, cuando las condiciones lo permitían (los “aguantes” artísticos en los piquetes), se abrieron centros culturales y se realizaron recitales, proyecciones de películas y distin­tas manifestaciones artísticas, de­mostrando que la cultura va de la mano de las necesidades del pueblo, junto con su lucha por el sustento diario y la transformación de la so­ciedad.

 

La cultura oficial, sin embargo, no sólo ignoró las expresiones culturales del Argentinazo. Armó, además, even­tos como Arteba, con la finalidad ex­presa de contrarrestarlas. Con rela­ción a la cultura y a cualquier objeto de mucho valor comercial, la burgue­sía “se reserva el derecho de admi­sión”. “En la Argentina -explicó el di­rector del Instituto de Políticas Cultu­rales de la Universidad de Tres de Fe­brero, Patricio Lóizaga-, las industrias culturales movieron un total de 7.363 millones de pesos (anuales), lo que equivale al 2,8% del PBI” (La Nación, 30/5). En la ciudad de Buenos Aires, en particular, las industrias cultura­les, según el ibarrista Gustavo López, “mueven el 15% de la economía capi­talina y dan trabajo al 16% de la po­blación trabajadora”.

 

Desde LuchArte hemos venido movilizándonos por un Plan Cultural en los barrios que de trabajo a los ar­tistas y ofrezca espectáculos gratui­tos a la población.

 

Sólo un gobierno de trabajadores garantizará que se lleve a cabo una política que eleve el nivel cultural de los explotados y termine con la bar­barie capitalista.