El Papa desciende del mono

Conmoción internacional. Después de 140 años de enunciada la teoría evo­lucionista de la selección de las especies de Darwin, el jefe del Estado Vaticano, el ‘infalible’ Papa Juan Pablo II, ha reconocido que dicha teoría “es algo más que una mera hipótesis”. Bri­llante avance. En la era del Internet y la fibra óptica, la iglesia católica se ha tomado un tiempito para meditar.


La iglesia argentina, por su lado, parece ser que ya compartía las ideas de Darwin. “Todos nuestros antepasa­dos son gorilas”, habría afirmado Quarracino. De todas maneras, queda­ba por ver si había habido alguna ‘evo­lución’.


El primer antecedente de ‘repara­ción histórica’ de la iglesia católica ocurrió en 1992, al ‘revisar’ el juicio por el cual se condenó en el año 1633 a Galileo Galilei a retractarse de sus teo­rías, según las cuales la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revés. Contra lo que dicen los escépticos, la iglesia va mejorando: la demora de 350 años para Galileo, se redujo a 140 años para Da­rwin. Para el año 2010 ya están prepa­rando la reivindicación de la genética (¡a sólo 60 años de su descubrimiento!). Para Freud todavía no tienen fecha. A Marx lo reservan para el Apocalipsis. El marxismo, después de todo, es una expo­sición de las leyes y contra-leyes de la evolución histórica de la sociedad.


La prensa argentina se desvivió en elogios por la ‘renovación’ teológica del Papa. Hasta el ‘auténtico socialista’ Emilio Corbiere juzgó “un avance” la nueva postura, en un artículo en El Cronista cuya mayor audacia consiste en llamar Agustín de Hipona a San Agustín (es decir, con su nombre civil y no con su cargo eclesiástico). Pero esto es poco serio. Es como si a un estudiante, que reprobó diez veces un examen, se le ofreciera el rectorado de la facultad por­que un día lo aprueba con 4.


Como todas las ortodoxias religiosas, la iglesia defiende “literalmente” a su Biblia y rechaza los descubrimientos científicos que niegan su versión. Las conclusiones a que llega toda una comu­nidad de científicos, a través de la obser­vación y la experimentación es, para ella, menos concluyente que lo que se le ocurrió escribir a una secta de místicos hace 2.400 años. Los avances de la ciencia desde el Renacimiento hasta hoy han ocasionado constantes conflictos entre la iglesia y la ciencia (resueltos a voces con la muerte de los científicos). A medida que el capitalismo obligó a la iglesia a transformarse en una empresa privada de salvación de almas, el Vati­cano fue aceptando a regañadientes una versión más ‘espiritual’ o metafórica de la Biblia, y reservando la versión literal para consumo de los monseñores Lefebvre y los testigos de Jehová (que no aceptan la transfusión de sangre porque la Biblia la niega). Pero ciertas teorías científicas son huesos duros de roer: el evolucionismo de Darwin niega de plano todo el Génesis, incluida la lectura ‘me­tafórica’. Como afirma el diario Le Monde, “sin la noción de culpabili­dad hereditaria… los dogmas cen­trales de la fe cristiana, como el pecado original y la redención, ya no son comprensibles” (25/10). Por­que,-inevitablemente, cada avance en las lecturas espiritualistas y morales de la Biblia va borrando las diferencias entre la religión católica y cualquier otra religión. Por eso, defender la lectu­ra literal es, en última instancia, defen­der lo que esa religión tiene de exclusivo y diferente, y defender su misma conti­nuidad institucional y empresarial.


El clero es una banda de ignorantes, talibanes mal arrepentidos, que ha que­rido sumir en la ignorancia a la humani­dad durante siglos, quemando y matan­do, y que sólo ante el bochorno interna­cional que significa mantener a Galileo y Darwin en su ‘infierno’ imaginario han decidido ‘pintarse tacara’. Pero lo que habría que plantearse es con qué autoridad la iglesia puede hablar sobre temas científicos.


El Papa hace como el stalinismo en el período de su agonía: echa lastre a fuer­za de ‘reconocimientos’, ‘autocríti­cas’ y ‘mea culpas’: el asunto es reci­clarse. Pero sigue a favor de la Inquisi­ción y en contra del Renacimiento y de la Revolución Francesa. Las especies evo­lucionaron, pero la iglesia no evoluciona más.


Es importante observar las palabras que usa. En 1950, el Papa Pío XII había dicho que la teoría evolucionista era “una hipótesis seria”. Ahora, Juan Pablo dice que “es algo más que una mera hipótesis”. Dentro de 30 años nos dirán que “es una hipótesis casi cierta”. Son cosas para un museo del capitalismo.


En Argentina, mientras tanto, se destapó (¿por qué recién ahora?) que el año pasado la iglesia exigió para que se borrara toda mención al darwinismo en los contenidos básicos de primaria y secundaria, discutidos en el marco de la nueva Ley Federal de Educación (Pági­na 12, 25/10). En la redacción final del rubro Ciencias Naturales, una sola vez se menciona la “teoría evolucionis­ta”, y en otra se alude a “las teorías de Lamarck y Darwin”. Las presiones eclesiásticas, hechas a través del enton­ces ministro Jorge Rodríguez, provoca­ron la renuncia de siete docentes de la comisión de redacción de dichos conteni­dos. Pero el aludido ex ministro, en vez


de refutar la versión, envió a su subordi­nada Susana Decibe a ponerle el cuerpo a las críticas. Pero en 160 líneas que le brinda el diario La Nación (31/10) no logra desmentir nada. Confirma que Darwin sólo ‘se ve’ a partir del CBC.


La iglesia católica es el mayor ‘lobby’ que hay en la Argentina. Son los que prohibieron el dibujo animado “Erase una vez el hombre”, por su contenido evolucionista, en los años de la dictadura militar. Los que apedrea­ron la obra teatral de Darío Fo. Los que se consideraron dueños del Congreso Pedagógico. Los que celebraron la san­ción de la Ley Federal de Educación. Los que censuran hoy la proyección de la película “La última tentación del Padre Mario Borgione”.


¿Y a esta gente se le quiere entregar la educación? La ‘reforma educativa’ en curso, que permite una injerencia absoluta del oscurantismo en las escue­las, colegios y universidades, va a hacer posible que los que tardan siglos en ‘autorizar’ los avances de la ciencia, les expliquen a los chicos que la Tierra es un cuadrado sostenido por cuatro tortugas.


Las iglesias todas, hijas de la prehis­toria de la sociedad, sólo buscan mante­ner a sus ‘feligreses’ en la ignorancia y la sumisión.