Cultura y Sociedad
27/11/2003|827
"Los Rubios" de Albertina Carri
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¿Se puede construir una historia con los recuerdos que están desperdigados en la memoria?
La misma Albertina Carri nos responde: "...La mayoría de los recuerdos se han perdido en las brumas de la memoria". Y son justamente los retazos de hechos vividos luego de la desaparición, en 1977, de sus padres, Roberto Carri –sociólogo– y Ana María Caruso (ambos militantes de Montoneros), con lo que cuenta Carri hija para contarnos una historia.
Albertina, la hija menor del matrimonio, intenta en este documental construir su biografía, que también pertenece a sus dos hermanas –que no aceptaron ser entrevistadas– y, por extensión, a miles de hijos de desaparecidos durante los crueles años de la dictadura militar iniciada el 24 de marzo del ‘76.
Sartre escribió que no podemos pasarnos la vida quejándonos por las cosas que nos han hecho, sino que tenemos que ver qué hacemos con lo que nos han hecho, y esta es la clave de la existencia.
La directora es una víctima involuntaria de un suceso atroz, y con este dolor irreparable construye un objeto artístico y lo muestra. Utiliza para ello el documental, género que está en los orígenes del cine, cuando los hermanos Lumière proyectan el primer film, "Salida de los obreros de la fábrica Lumière", el 28 de diciembre de 1895 (al que le seguirán 40 títulos más, entre otros: "Salida del puerto", "Llegada de un tren a la estación de La Ciotat"; "Demolición de un muro"; "El desayuno del bebé").
En el transcurso de la película no hay referencias muy explícitas a la militancia de los padres de Carri, como tampoco una crítica a la misma. Se va conociendo la actividad política de ellos en los reportajes a compañeros que sobrevivieron al exterminio, sobresaliendo uno de ellos que caracteriza a Roberto como inteligente, intolerante, y que siempre estaba haciendo chistes.
Nosotros sabemos que Roberto Carri y su compañera fueron parte de los miles de jóvenes estudiantes, obreros y profesionales que ganados por el peronismo optaron por la lucha armada. Albertina Carri utiliza el "desdoblamiento" de sí poniendo a la actriz Ana María Couceyro como protagonista de ella misma. Esto le permite entrar en su propia historia, pero al mismo tiempo la aleja; quizás sea de la única manera que puede contar la crónica de su dolor y que sea, en definitiva, el relato del sufrimiento inapagable de lo que trata "Los Rubios". Esto último está expresado cuando la "doble" dice que en cada cumpleaños, cuando soplaba las velitas, los tres deseos se sintetizaban en uno solo: "...que vuelvan mamá y papá…".
Entrar en tan profunda pena, con el sufrimiento que conlleva el vivir en un desconsuelo imposible de ser reparado, y que todos escuchamos no sólo en el relato Albertina sino en las innumerables historias de hijos y hermanos de desaparecidos; tratar de salir de aquello, aunque se sabe que es imposible que deje de estar, por lo menos sobrellevarlo, convivir con la congoja y sublimarla en un objeto artístico. No es tarea fácil la del creador que siente en lo más profundo de su ser el peso de tamaña angustia y que, como un náufrago en el medio del océano, se aferra a la cámara al hombro, recorre la casa del barrio donde vivió con sus padres y hermanas, entrevista a viejos compañeros de militancia, y concluye su tarea con una película que merece ser vista y, como todo producto estético, discutida.
"Los Rubios" es un testimonio de época y político que nos abarca a todos. Ningún espectador queda impune al "toque" afectivo e ideológico que propone, casi sin intención, este documental. Un "distraído" crítico argumentó que faltaba el famoso mensaje, que es lo mismo que pretender que toda obra de arte debe ser necesariamente portadora de una conclusión ideológica clara. Pero es bien sabido que cuando el artista carga excesivamente su obra de ideas el hecho artístico pierde posibilidades estéticas. En la película de Carri está presente el ideario de una generación que fue víctima de un sistema represivo, pero que también se inmoló en una política de la cual fue su principal víctima, pues no rompió con las barreras ideológicas de la burguesía.
Vale la pena concluir esta nota haciendo una breve referencia a las vicisitudes que tuvo la realización de "Los Rubios". Los primeros aportes de producción fueron hechos por Marcelo Céspedes y Carmen Guarini, quienes retuvieron los derechos de exhibición y participación en festivales. Luego de negociaciones, en las que intervinieron funcionarios del Incaa (Instituto de Cinematografía y Artes visuales), Carri quedó como única propietaria de todos los derechos de su obra. 0tro episodio relativo a la película se registra en una secuencia del film, cuando el equipo de realización lee la resolución del Instituto en la que éste no se expide por el subsidio… por falta de documentalismo… es decir porque no había una mayor cantidad de reportajes y elementos que "hacen" al documental, como lo establecen los burócratas, grandes recetadores de qué cosa es tal y de qué cosa no lo es. Ellos son los que utilizan los fondos públicos con discrecionalidad, conformando la regla de usar fondos públicos para negocios privados. Los presupuestos tendrían que ser administrados por los productores, directores, actores, guionistas y técnicos de cine, son los legítimos propietarios de lo que hacen y quienes deben determinan cómo hacerlo. Finalmente, el Incaa aportó una mínima suma y garantizó pantallas para que "Los Rubios" fuera presentada en diversas salas del país y en festivales.
A un sufrimiento por una pérdida, Albertina Carri sumó el sufrimiento por las absurdas reglas de un sistema opresor que asfixia las potencialidades creadoras de una clase social (los obreros), que no ve, todavía, en la cultura y el arte un instrumento válido, como toda herramienta política, para su total y definitiva liberación.