Un des‘encuentro’ revisteril

El “IVº Encuentro de Revistas Marxistas Latinoamericanas”, realizado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA entre el viernes 25 y el lunes 28 de setiembre, tuvo muy poco que ver con una reivindicación del Manifiesto Comunista en sus 150 años.


Ni remotamente rozó, en sus debates y formulaciones, los grandes problemas políticos y teóricos del movimiento obrero anticapitalista, para cuyo fin fue escrito indudablemente el famoso documento histórico de Marx y Engels.


Sí tuvo que ver quizás con el género ‘revisteril’, pero nos referimos, claro, a aquel que lo vincula, no a la literatura socialista científica y revolucionaria, sino al del espectáculo de la noche porteña que supo tener su hora décadas atrás. El Encuentro, por sus imposturas, fue digno de esa clase de teatralizaciones, donde lucieron el ‘grotesco’ y los ‘desnudos’ de la izquierda latinoamericana.


Es que, desde un principio, sus organizadores se negaron a darle al evento un carácter popular y a transformarlo en tribuna de organización y educación revolucionaria. En esta misión, convergieron ‘intelectuales’ desencantados y fuerzas políticas, como el Mas especialmente, que se encuentran en un agudo proceso de descomposición y degeneración. Esta gente invoca al marxismo para escindir el programa socialista del movimiento real de las masas, es decir, que proceden exactamente a la inversa de Marx y Engels, también con resultados ‘teóricos’ que se encuentran en las antípodas a los que arribaron aquéllos. La mayor parte de la izquierda de nuestro país aceptó los términos de esta convocatoria y se mimetizó al espíritu ‘antipartido’ y ‘antimilitante’que se le impregnó al Encuentro.


Los izquierdistas incapaces de reivindicar trayectoria o vigencia histórica alguna de sus propias ideas, entre éstos especialmente los stalinistas, los morenistas, los mandelianos o los posadistas (o los ex de todas estas tiendas políticas) se dieron a la tarea de refugiarse tras representantes ‘extranjeros’, o mejor dicho ignotos ‘catedráticos’ (y mayormente ignorantes), que hicieron de Marx un ícono para ‘filosofar’. Se llegó al extremo de que un colombiano y una peruana, invitados ‘especiales’ de la revista que impulsa el Mas, no hicieran una sola mención a las situaciones de mayúscula crisis social en sus países; que la segunda se delimitara en un mismo plano del régimen totalitario gobernante y de la guerrilla de Sendero Luminoso, y que el primero reclamara un marxismo que fuera capaz de estar contra el progreso social.


Esta escisión entre el movimiento práctico y la teoría revolucionaria dominó todo el Encuentro. El autoproclamado ‘marxismo abierto’ de todos los renegados es una declaración complementaria de bancarrota al derrumbe que sufre el propio capitalismo. Por esto, el análisis, e incluso la mención, de la crisis mundial estuvo ausente de los debates. La vigencia del marxismo no fue examinada a la luz de la experiencia histórica práctica y teórica del movimiento socialista revolucionario de los últimos 150 años, sino a la luz de los ‘silencios’ del Manifiesto, del fracaso del ‘socialismo real’, es decir, de la más absoluta falta de rumbo de los izquierdistas, o mejor dicho de la búsqueda de un cómodo lugar en este mundo.


En este cuadro, el Encuentro sobresalió en la tarea de evitar todo debate serio o responsable. Un ejemplo. IU realizó una agitación ‘unitaria’, pero sus divergencias fueron mayúsculas y, especialmente los morenistas, se esmeraron por escamotearlas. En el panel sindical, Vilma Ripoll atacó violentamente a la CTA, pero Mendevill, del PC y dirigente de la CTA, reivindicó a ésta poco menos que como una central ‘revolucionaria’.


Sorans, también del Mst, hizo el hazmerreír del cierre cuando reivindicó el ‘consenso’ de todos los presentes, a pesar del evidente abismo que había entre los panelistas. Un abigarrado bloque del Mas, Gambina (Pc) y Atilio Borón reivindicaron la etapa presente como de un retroceso “histórico”, que los partidarios maoístas del ‘argentinazo’ dataron ya no en los fines de los ‘70 sino en el ‘57, con el ascenso de Kruschev y el deshielo del culto al ‘gran jefe’Stalin.


En Defensa del Marxismo y el Partido Obrero dieron una batalla política en todas las instancias de los debates. No fue casual que, a iniciativa de un conjunto de militantes juveniles del PO, el Encuentro finalizara entonando las estrofas de la Internacional.