Cultura

17/3/2022

A 50 años del estreno de El Padrino: “no es personal, son solo negocios”

Cada momento de la película se siente icónico.

Este 15 de marzo se cumplieron 50 años de su aniversario que se conmemora con una versión restaurada en 4k de la obra maestra del cine mundial dirigida por Francis Ford Coppola y escrita por Mario Puzo.

“Creo en Estados Unidos”. Las primeras palabras pronunciadas en El Padrino se oyen antes incluso de ver la cara del personaje que las pronuncia. Envuelto en la oscuridad se encuentra el enterrador Bonasera que vino a América desde Italia, y encontró un lugar en esta tierra haciendo todo lo que pensó que debía hacer y manteniéndose alejado de cualquier hecho delictivo. Pero el film nos confronta inmediatamente con las razones por las que no se debería creer de forma dócil en el sueño americano: su hija fue agredida y el sistema de justicia del país se estableció para proteger a su pareja (que no es de ascendencia italiana) y sus compañeros que la agredieron. No hay justicia ni penas para los “buenos muchachos americanos” que cometen delitos hacia una mujer (menos si es de ascendencia Italia).

Bonasera, inicialmente, trata de mantener su postura de miembro íntegro de la comunidad estadounidense y acude a la policía y la justicia pero ser un ciudadano íntegro no es lo que quiere. Él quiere venganza y sangre reparadora y se ve obligado a buscar al mafioso que ha estado evitando, del que siempre pensó que debería mantenerse alejado porque “no quería meterse en problemas”: Don Vito Corleone. El padrino sentado en su despacho lo entiende y le recrimina: “Encontraste el paraíso en Estados Unidos”, dice. Y luego de llevar adelante un ritual de amistad entre “amigos” Corleone ordena que se haga la “justicia” que el sistema niega.

La historia de Amerigo Bonasera apenas tiene efecto en la narrativa más grandiosa de El padrino, la película más taquillera de 1972 y, durante algunos años, la película más taquillera de todos los tiempos. En esa escena inicial, Don Vito presagia ominosamente un momento en que Bonasera tendrá que hacerle un favor. Cuando llega ese momento, la única otra vez que Bonasera aparece en la película, todo lo que tiene que hacer es su trabajo funerario. No está atado a una conspiración criminal; simplemente tiene que convertir el cuerpo del hijo muerto del Don, Sonny, en algo presentable.

Y, sin embargo, con la toma ininterrumpida de un hombre hablando mientras la cámara se retira lentamente de su rostro, el director Francis Ford Coppola presenta sus temas y nos introduce en el mundo de la película. Nos muestra un lugar podrido y a personas vulnerables que necesitan ser brutales para sobrevivir en él. Es una imagen sombría y convincente (al estilo de Luca Brassi un asesino sentado en una boda ensayando sus respetos hacia Vito Corleone). Coppola quería que El Padrino fuera una acusación al capitalismo estadounidense, a la forma en que convierte las interacciones humanas en cálculos a sangre fría.

El ascenso de las mafias: un negocio capitalista brutal

En esa escena inicial, el rostro de Vito Corleone emerge lentamente de la oscuridad, una manifestación del mal. Los capos mafiosos hablan todo el tiempo de la familia, la “cosa nostra” y, sin embargo, terminan matándose unos a otros, o causándose la muerte unos a otros, en nombre de los negocios. Hay depravación por todas partes en la película: el policía guardaespaldas en el bolsillo de la mafia, el ejecutivo cinematográfico depredador, el esposo abusivo, los soldados de la mafia traidores. La codicia y el ansia de poder convierten a todos los personajes en monstruos. En la reunión de las Cinco Familias, Barzini bromea diciendo que “no somos comunistas”, y todos se ríen.

Poco antes de su muerte, Don Vito Corleone analiza la vida que construyó para él y su familia. Uno de sus hijos ha sido horriblemente asesinado. Otro es mimado e inútil. Otro se ha visto obligado a emprender la vida violenta que se suponía que debía trascender. “Me negué a ser un tonto, bailando en la cuerda sostenida por todos esos peces gordos”, dice el Don. Pero en esa negativa, él mismo simplemente se convirtió en un pez gordo. Esa es una tragedia estadounidense.

Por otro lado, la transformación de Michael Corleone es la verdadera historia de la película y nos presenta las dos guerras que se están librando interna y externamente en América. Al comienzo del film habla con su prometida Kay repelido por su pasado. Muy pronto, sin embargo, está sermoneando a Kay, su futura esposa, sobre lo ingenua que es al pensar que “los senadores y los presidentes no hacen que maten a los hombres”. En todo momento, Michael es tan competente, frío y acerado, tan fácil de alentar, que casi nos perdemos el momento en que se convierte en algo verdaderamente demoníaco que se verá reflejado en el momento del impresionante montaje del bautismo/asesinato, una escena que es tonalmente más cercana a El Exorcista o El Presagio que a cualquier otra película de gángsters. En efecto, la película cuenta en tres horas la historia de un joven que sale de una guerra del capitalismo para entrar en otra más cercana y familiar. Michael Corleone encarna de forma precisa la definición de “Soldado” término usado tanto por el ejército como por la mafia.

En su gran barrido operístico que evita elípticamente mostrar el lado oscuro de los Corleone. El Padrino también presenta a sus personajes como arquetipos humanos en una saga americana mítica. A los mafiosos reales les encantó la película.

Cada momento de la película se siente icónico. Hay toques brillantes en El Padrino tanto fuera como dentro de cámara. Está el casting: Marlon Brando, el rey del método de actuación, interpreta a una figura que impone el mismo tipo de reverencia que los actores más jóvenes de la película, naturalmente, le rendirían al propio Brando. La escena inicial de la boda permite que cualquiera que mire vea la forma en que interactúan los miembros de la familia y comprenda cómo funciona el mundo de la imagen en el proceso. Las escenas en Sicilia parecen transcurrir en otro siglo, un idilio donde la gente sigue convenciones casi feudales y donde los jóvenes están “todos muertos por vendettas”.

Un rodaje repleto de “guerras” internas y externas

Es una historia que exuda confianza y tan bellamente contada que es difícil creer cuántas veces casi la cinta implosionó por sus grandes enfrentamientos. Robert Evans, el joven director de Paramount, tuvo que luchar contra sus jefes corporativos para que se hiciera El Padrino, a pesar de que se basaba en un éxito de ventas desbocado cuyos derechos el estudio había comprado a bajo precio cuando todavía era un manuscrito. Unos años antes, Paramount había fracasado con la película de la mafia de Kirk Douglas The Brotherhood, por lo que los ejecutivos estaban nerviosos. Pero Evans intuía que El Padrino podía ser algo especial.

En sus memorias, The Kid Stays In The Picture, Evans dice: “Volví y miró un montón de viejas películas de gánsteres que no habían funcionado. Me di cuenta de que habían sido hechas por directores y estrellas judíos.” Evans, quien también es judío, decidió que quería un director ítalo-estadounidense, uno cuyo toque pudiera hacer que el público “oliera el espagueti”. (Evans realmente escribe así la experiencia). Pero Paramount aún ofreció El Padrino a una docena de directores antes de decidirse por Coppola, cuyos trabajos anteriores no inspiraban mucha confianza pero cuyo ascenso como director era innegable a partir de premiaciones recientes.

Inicialmente, Warner Bros. había imaginado El Padrino como una película de bajo presupuesto. Querían trasladarlo a un entorno contemporáneo, añadiendo referencias a la cultura hippie; Coppola tuvo que pelear con ellos por eso. También pasó meses tratando de que Marlon Brando y Al Pacino participaran en la película. Brando era una leyenda, pero era visto como un bicho raro difícil que no había hecho una buena película en años. Mientras tanto, Al Pacino no tenía nombre y Evans pensó que era demasiado bajo. (Según los informes, Evans llamó a Pacino “ese pequeño enano”).

Según casi todos los relatos, la producción de El Padrino fue una pesadilla absoluta. Coppola se peleó amargamente con Evans y con el director de fotografía Gordon Willis. Como resultado, según los informes, Coppola estuvo a punto de ser despedido varias veces; Evans aparentemente tenía a Elia Kazan alineado y listo para tomar el relevo. Solo la lealtad de Brando, la perdurable popularidad del libro y el Oscar que ganó Coppola por escribir Patton lo salvaron. Sin embargo, esa discordia no se aprecia en la pantalla, así que tal vez sea solo el negocio del cine actuando de la manera en que se supone que debe actuar. Y nada de ese rencor perjudicó financieramente a la película: en lo que respecta a los cines, El Padrino superó las expectativas de todos en gran medida. Coppola, que había cobrado una pequeña tarifa por dirigir la película, tuvo una participación en las ganancias y se hizo rico.

A 50 años, Un legado icónico del cine mundial

El Padrino tocó un nervio cultural de una manera que pocas películas antes lo habían hecho, y mucho de eso se reduce simplemente al excelente film que es y cómo su historia resuena en el público. Han pasado cincuenta años y se puede volver a ver casi compulsivamente sin ningún tipo de excusas. Pero El Padrino también habló de su momento cultural. Como pieza de época, era una especie de recorrido por la historia americana reciente. (La historia del Padrino comienza en 1945, pero eso es solo 27 años antes de que saliera a la luz.). Y hablaba de un cinismo creciente, una sensación de que el sueño americano de que el público había sido vendido no era todo lo que se creía y que se revelaría audazmente en la magistral secuela: El Padrino II.