Cultura

13/11/2014|1340

Acerca de “Boyhood, omentos de una vida”


Atención: esta nota revela información sobre cómo concluye el film


 


Filmada entre 2002 y 2014, durante unos pocos días cada año, y con los mismos actores protagonistas, Boyhood (dirigida por Richar Linklater, Estados Unidos, 2014) representa un interesante experimento cinematográfico. Linklater sigue la historia de Mason (encarnado por Ellar Coltrane), desde que tiene 6 años hasta que ingresa a la universidad a los 18 años, y la de su familia, compuesta por sus padres separados (Patricia Arquette y Ethan Hawke) y su hermana (Lorelei Linklater, la hija del realizador). En sus casi tres horas, Boyhood muestra diferentes viñetas de una vida: varias mudanzas por diferentes ciudades de Texas, los problemas económicos de la madre y sus erradas elecciones de pareja, el interés artístico que se despierta en el niño/adolescente, el primer trabajo, el primer amor. No sucede nada extraordinario en la vida de Mason y en eso tal vez estén las fortalezas y debilidades de esta película que arrasó con cuanto premio se le puso delante y se llevó un elogio casi total de la crítica.


 


Linklater es el más reconocido realizador de cine independiente de Estados Unidos. Sus películas más famosas son las que pertenecen a la trilogía romántica Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer, aunque se destacó también con algunas comedias (Rebeldes y confundidos, Escuela de rock y The bad news bears), un western (Los Newton boys) y una animación experimental (Despertando a la vida). También realizó un film de denuncia política (Fast food nation). Sus puntos fuertes son la gran empatía que logra con seres comunes y cotidianos, y su capacidad para encontrar en ellos y sus vidas algo hermoso y profundo, aunque a veces hay cierto diletantismo cuando divaga en asuntos filosóficos. Otra característica de Linklater es su amplio conocimiento musical y el perfecto uso que hace de él en las bandas sonoras.


 


La música, junto a los cambios tecnológicos (la telefonía celular, en especial) y políticos (el padre está fanáticamente en contra de Bush), acompañan el envejecimiento (real, no maquillado) de los personajes que vemos en la película.


 


En una industria gobernada por los efectos especiales multimillonarios, Boyhood, que con escaso presupuesto significó un gran esfuerzo de producción, tiene momentos de autenticidad que impactan por su naturalidad y gracia. En especial en su primera parte, cuando Mason y su hermana no parecen atenerse a guión alguno. En los primeros minutos de la película, el personaje de la hermana parece “comerse” la película, aunque después va pasando a un segundo o tercer plano. A medida que avanza, lamentablemente, Boyhood se vuelve un film extremadamente conversado, con abundancia de “enseñanzas de vida” dictadas por el padre, la madre o profesores. Hay un aire moralizante que, aunque no arruina la fluidez largometraje, lo perjudica.


 


Linklater sabe evitar los golpes bajos y mantener su universo en un marco relativamente apacible y optimista. El momento más dramático del film (el matrimonio de la madre con un alcohólico obsesivo y violento) genera lo más cercano a un trauma que sufre Mason, pero pasa rápidamente sin dejar muchas huellas. Los padres también manifiestan un progreso bastante lineal: la madre logra terminar la universidad, se convierte en una profesional reconocida y mujer independiente; el padre abandona su divague pseudorockero y sienta cabeza con un trabajo convencional y con la hija de unos tejanos conservadores.


 


Es elogiable la ausencia de efectos lacrimógenos. Lo que se hace cuestionable es que no profundiza en las heridas y dramas que marcan todas las vidas y, en especial, ese recorrido de la infancia a la adolescencia.