Cultura

29/4/2015|1361

Acerca de Leviathan

Un monstruo grande que pisa fuerte


Un mecánico del Mar de Barents (noroeste de Rusia), Kolya, entra en conflicto con el corrupto alcalde local, Vadim, cuando el municipio quiere quedarse con la casa, pagándole una ínfima parte de su valor. El alcalde controla totalmente la Justicia y la policía, y recibe la “bendición” para sus acciones de la Iglesia ortodoxa que, a su vez, se beneficia con muy generosas donaciones. Kolya trae a un abogado y viejo amigo del ejército, Dmitri, quien no teme en chantajear al político con un “carpetazo” que revela su pasado mafioso. Cuando todo parece encaminarse para Kolya, la tragedia se desencadena.


 


Leviathan (dirigida por Andrey Zvyagintsev, Rusia, 2014) fue atacada con furia por el gobierno de Putin, la Iglesia ortodoxa y hasta el Partido “Comunista”, acusándola de “antirrusa”. A partir de la película, se está discutiendo en la Duma una ley para controlar y censurar futuras obras que cuenten con alguna financiación del Estado. No es para menos: pocas películas contemporáneas, y sobre todo entre las de ficción, se atreven a denostar a un régimen político de forma tan completa como “Leviathan”. Rusia está en manos de un grupo de gansters, nos dice el film, cuya “acumulación primitiva” de poder y riqueza está manchada de sangre. Los negocios privados, la corrupción de la Justicia y los intereses del Estado se entremezclan, como se observa en todo el proceso de restauración capitalista. La Iglesia no hace más que dar cobertura ideológica y beneficiarse con este dominio.


 


El título del film hace referencia un monstruo bíblico marino, aunque Zvyagintsev también relacionó la historia con el Libro de Job, donde el creyente es sometido a mil escarnios en un juego de dios y el diablo. También podemos relacionarlo con el Leviatán de Hobbes, una justificación del Estado absoluto, cuya sentencia más conocida es la de “el hombre es lobo del hombre”.


 


Si Zvyagintsev es implacable con los opresores, no lo es menos con los oprimidos. Kolya, por ejemplo, es construido con el perfil de un borracho impulsivo, quien llega a golpear a su mujer. Todas las relaciones humanas en la película están distorsionadas por litros y litros de vodka. La desunión de los explotados -atravesados por un clima de angustia permanente- pavimenta el camino a los explotadores. La figura clave de la esposa del protagonista representará la esperanza y desesperanza al mismo tiempo.


 


El film se desarrolla en un marco geográfico imponente. El individuo parece pequeño frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad. Zvyagintsev ya se destacó en su anterior film, “Elena”, una comedia negra sobre las desigualdades sociales en la Rusia contemporánea. El rechazo a la figura de “héroe”, además, es comprensible en el marco de una cinematografía donde el “realismo socialista” hizo desastres, aunque corre el riesgo de caer en el cinismo.


 


Cabe destacar una escena del film donde simulan con un arma hacer tiro al blanco con los cuadros de líderes soviéticos, desde Lenin a Gorbachov. Se manifiesta en el film la ausencia de evaluación histórica y un pesimismo político que impregna a la sociedad rusa.


 


El mayor valor de la película está en la contundente denuncia al régimen capitalista ruso contemporáneo, al mismo tiempo que presenta una estética artística de categoría.