Cultura
19/6/2022
“Amor y anarquía”: el caos revoluciona a la monotonía
Segunda temporada de la serie sueca de Netflix
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Ocho episodios que conmueven y divierten al televidente
La segunda temporada de la serie sueca de Netflix “Amor y anarquía” (Kärlek och anarki) fue lanzada en la plataforma en los últimos días. Es la segunda producción original de Netflix Suecia luego de “Quicksand” (Störst av allt), seguida por “Jóvenes Altezas” (Young Royals), y una de tantas apuestas del gigante del streaming en producciones locales, mientras lucha contra la tendencia a la baja en suscripciones que ha visto en el último tiempo. La creadora de la serie es Lisa Langseth, que junto a Alex Haridi escribió el guion de tanto la primera como la segunda temporada. Se trata del ingreso de la consultora Sofie (Ida Engvoll) a la editorial Lund & Lagerstedt con el objetivo de modernizarla y reestructurarla frente a un presente que es cada vez más enemigo de la rentabilidad económica del libro en papel. Luego de ser descubierta en una situacion comprometedora por el joven técnico informático Max (Björn Mosten) en la oficina, comienzan una serie de desafíos que subvierte la vida de ambos y la monotonía de la editorial.
La segunda edición de la serie comienza con el regreso de Sofie a Lund & Lagerstedt como nueva gerente de la editorial, un nombramiento que era condición de los nuevos inversores que ofrecen darle una inyección de capital a la empresa. Las condiciones impuestas por los nuevos dueños incluyen por ejemplo la controversial propuesta de separar a los autores en dos grupos, los que son rentables y los que no. Los escritores que van a pérdida tendrían que pagar de allí en más para publicar sus propios libros en la editorial, y si no tienen los medios para hacerlo, el conglomerado que invirtió en Lund & Lagerstedt tiene un banco que puede ofrecer préstamos “beneficiosos” para ambas partes. Esta propuesta genera un enorme revuelo en los medios suecos, y provoca una protesta en las puertas de la editorial de los autores “de segunda”, que escrachan a Sofie por mercantilizar la cultura y marginar a los autores menos “vendedores” con el cántico de “Asesinos de la literatura”. En un video que luego se viraliza en redes sociales se la ve confesar a los gritos que la editorial no es más ni menos que una empresa, es decir una entidad que tiene como objetivo generar ganancias. De ese modo es puesto en tela de juicio el conflicto entre el derecho a hacer cultura y un régimen político y económico que le exige a los artistas que sean rentables para poder seguir produciendo arte.
Otra de las medidas desesperadas para estar en sintonía con los tiempos que corren es la de contratar a un “asesor de sensibilidad”, en otras palabras un consultor que evalúa la corrección política del material que va a publicar la editorial. El disparador de esta incorporación es la controversia en la que queda envuelto un libro infantil sobre una niña que recorre el mundo en avión. Un libro al parecer inofensivo tiene una recepción enardecida en el país que dio origen al llamado flygskam (vergüenza de volar), debido a las consecuencias ambientales del transporte aéreo. El ficcional libro ocasiona un cameo de la activista ambiental sueca Greta Thunberg, que lo escracha en su cuenta de Instagram, viralizando la crítica a la editorial. El asesor Filip (David Dencik) empieza a revisar todos los manuscritos que aguardan su publicación en la editorial, y se enfrenta con Friedrich (Reine Brynolfsson) el paladín del libro en papel y de la lectura vis-à-vis los audiolibros, que está editando el manuscrito de la reconocida escritora danesa Vivianne (Marina Bouras). Encara a la autora con una serie de cambios y censuras al manuscrito original para transformarlo en un texto que sea social y políticamente “correcto”, poniendo en el centro de la escena el conflicto entre la libertad del arte y lo que es o no aceptable en la opinión pública de la cultura woke (despierta). La autora rechaza la idea de que el arte tiene que intentar no ofender a nadie, sino que tiene como función hacer a la gente reflexionar, por las buenas o por las malas. Cobra relevancia un pasaje del Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente escrito por Bretón, Trotsky y Rivera en 1938: “La libre elección de esos temas y la ausencia absoluta de restricción en lo que respecta a su campo de exploración constituyen para el artista un bien que tiene derecho a reivindicar como inalienable. En materia de creación artística, importa esencialmente que la imaginación escape a toda coacción, que no permita con ningún pretexto que se le impongan sendas”. En un presente donde el arte se ve amenazado por las exigencias del mercado y las constricciones ideológicas, se perfila la importancia de defender su rol independiente en la sociedad, una puja que se ve reflejada también en “Amor y anarquía”.
La presencia casi constante del padre de Sofie (Lars Väringer), un socialista empedernido, personifica al idealismo que cala hondo en la serie. El único personaje que se sienta en el centro de Estocolmo con carteles en protesta contra el consumismo, la privatización del estado de bienestar y el embrutecimiento, es a su vez el que es acusado de locura y empujado hacia la marginación social. A través de la segunda temporada, Sofie se aleja del miedo a las opiniones de su padre que su ex-marido le había impuesto, y empieza a ver la lógica detrás de las ideas que tiene su papá. En un país como Suecia, donde el terror a las ideas de izquierda ha empujado a la población a que el concepto de comunismo sea visto como mala palabra, el único personaje de izquierda es visto como loco y queda recluido al ala psiquiátrica de un hospital. Pero a medida que Sofie dialoga con su padre a través de la temporada, es posible que sea ella la que tome la posta de las causas justas al ser confrontada con la frialdad y la codicia del mercado editorial.
Una serie que podría descartarse como una comedia dramática entre tantas otras, tiene el potencial de hacer preguntas agudas sobre el funcionamiento de la industria editorial, la libertad del arte y su mercantilización en la época de la creación de contenido, la familia tradicional, la corrección política, la salud mental, entre otras. Estos cuestionamientos, entrelazados con la química imbatible de Sofie y Max, cuyo romance poco convencional enfrenta nuevos desafíos en esta segunda temporada, distinguen a “Amor y anarquía” de otras iteraciones del género. Una serie que ya parecía haber alcanzado el techo de lo desopilante en su primera entrega, redobla la apuesta en esta revancha, subvirtiendo aún más profundamente la normalidad con un tono tanto satírico como melancólico. El resultado de esta subversión son ocho episodios que conmueven y divierten al televidente, y al terminar de verla, es difícil no hinchar por las causas imposibles, el romance contra viento y marea y la supervivencia de la literatura como forma artística independiente.
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