Cultura

15/4/2022

“Apollo 10 ½” (y la nostalgia por la carrera espacial)

La carrera espacial continúa en la actualidad

El 1° de abril pasado, Netflix trajo a la pantalla chica la nueva película de Richard Linklater, “Apollo 10 ½ : A Space Age Adventure”. En formato de relato animado, recrea la vida de una familia a finales de los años ’60 en un suburbio ubicado apenas a unos cuantos cientos de metros de la plataforma de lanzamiento del Apollo 11. Haciendo uso de la misma técnica que en de ‘Waking Life’ (dibujar sobre el propio fotograma, llamado método de rotoscopiado), el director oriundo de Houston, Texas (ciudad donde transcurre la trama) es autor de una obra tan vasta como diversa: desde la trilogía de “Before” (Antes del amanecer, atardecer y anochecer), pasando por la magnífica “Boyhood” o la hilarante “School of Rock”. Esta vez se embarca en un viaje lleno de añoranza en una sociedad plagada de cambios sociales, culturales y tecnológicos, en la principal potencial del mundo.

El film, al que le han señalado afinidades con “Amarcord” de Federico Fellini (Página 12, DiarioAR), transcurre en forma de una serie de viñetas que describen los años de la carrera espacial contra los soviéticos (el padre del protagonista es operario en la NASA), al tiempo que se solazan en la reconstrucción de la vida y el sueño americano en tiempos más cándidos, como nos advierte al comienzo de la película la voz del narrador (Jack Black). Sin embargo, Apollo 10 ½ , hace un contrapunto más que interesante con Vietnam y la lucha por los derechos civiles de los negros.

Con un resultado formalmente bello, la trama da el puntapié de un modo totalmente fantástico cuando Stan (Milo Coy), el hijo menor de una familia numerosa norteamericana es seleccionado por dos agentes encubiertos para formar parte de la misión Apollo 10 ½. El motivo, un tanto ridículo, es que la cápsula espacial que construyó la NASA quedó chica por un error de cálculo y por lo tanto necesitarán del protagonista para poder pilotearla.

Pero “Apollo 10 ½” no es un film fantástico, y lo que sirve de excusa inicial, termina tomando un vuelco de 180 grados, para transformarse en una visión tumultuosa de la sociedad yankee en los años de la posguerra. Dato curioso, ya que Linklater se suma a la lista de directores Hollywoodenses que retoman esta temática. Desde un Paul Thomas Anderson (“Licorice pizza”) a Quintin Tarantino (“Once Upon a Time in Hollywood”), vuelven a una Norteamérica convulsionada por los asesinatos políticos (Robert Kennedy, Martin Luther King, Malcolm X y un largo etcétera), las consecuencias internas de la invasión a Vietnam, el miedo a una hecatombe nuclear, la crisis del petróleo, las primeras bandas de rock, las drogas sintéticas y las grandes manifestaciones políticas que se sucedían a diario.

Linklater nos lista las series de TV, la música y el consumo cultural que impregnaba el panorama, en ojos de un adolescente, que aportan toneladas de referencias para quienes las busquen, especialmente en lo que a ciencia ficción se refiere. Párrafo aparte merece la banda de sonido, que es preciosa (Johnny Cash, The Byrds, Glen Campbel, The Bob Crewe Generation).

“Houston tenemos un problema” y “No veo a Dios aquí arriba”

“Apollo 10 ½” nos retrotrae también a los días previos al lanzamiento del Saturn V, que llevarían a Aldrin, Collins y Armstrong a ser las primeras personas en pisar la Luna. La exploración espacial es otro subgénero que ha revivido el cine norteamericano en los último años, ya sea en clave de biopic, como “First Man” (2018), o la serie “The Right Stuff” (2020) basada en el magnífico libro del mismo título de Tom Wolfe, o de ciencia ficción, como “Interstellar” (2014), “The Martian” (2015) o “Ad Astra” (2019), para solo nombrar las más destacadas.

Linklater nos da un guiño, cuando el protagonista del film es elegido por la NASA debido a las dimensiones pequeñas en la cápsula espacial. Yuri Gagarin, se dice, quien fuese la primera persona en llegar al espacio en 1961 (y que hoy se cumplen 61 años de aquella epopeya), fue elegido sobre sus principales competidores, Nlyubov y Titov, por su origen obrero y … por su baja estatura, una ventaja en la pequeña cabina de la cápsula Vostok.

La carrera espacial entre soviéticos y norteamericanos iniciada formalmente en el 57 con el lanzamiento del satélite Sputnik, es uno de los capítulos más apasionantes del siglo XX. La URSS que casi cuatro décadas antes peleaba en el invierno con tropas descalzas frente a catorce ejércitos, era también responsable, a cargo del genial ingeniero de cohetes Koroliov, de lanzar al espacio el primer satélite artificial, a la perra Laika, de mandar la primera sonda en llegar a la Luna, el primer hombre, la primera mujer (Valentina Tereshkova) y realizar la primera caminata junto con la primera misión con varios tripulantes, todo en menos de una década. Estados Unidos no se mantendrá demasiado tiempo a la rastra, y como contraparte de Koroliov, Wenher von Braun (ex nazi, creador del misil V-2) será el responsable entre otros, del programa Mercury (también retratado por Tom Wolfe en “The Right Stuff”) y el posterior programa Apollo, responsable del alunizaje.

Las reducciones presupuestarias vendrían con posterioridad a 1969, con olas de despidos en la NASA, cuando cientos de ingenieros expertos serían desplazados de sus puestos para mediados de los años ’70 (y que seguramente hubiese afectado al padre del protagonista de “Apollo 10 ½”). Estas medidas fueron solamente la primera etapa de una desaceleración del frenesí por la competencia espacial. Actualmente, la porción del presupuesto estatal que se le asigna a la NASA es del 0,5% del PBI mientras que en los años ’60 era del 4%. EEUU hasta hace poco necesitaba de Rusia para transportar a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional (EEI) y sus cohetes se basaban en los diseños de motores rusos; hoy depende de manos privadas. La carrera espacial, a su forma y con menos épica, sigue hasta hoy de manera privatizada ( a cargo de magnates como Blue Origin de Jezz Bezos o SpaceX de Elon Musk, como gran contratista de la NASA) y disputas entre grandes potencias (Estados Unidos, China, Rusia o la Unión Europea) trasladas a la órbita terrestre.

Richard Linklater nos devuelve a esos años y en clave nostálgica, su gran firma artística. En tiempos donde el relato científico está en crisis y las pseudociencias crecen como brotes verdes, “Apollo 10 ½” es una bocanada de aire fresco para llevarnos a las pasiones que podían (y aún pueden) despertarnos explorar los confines del Universo.

https://prensaobrera.com/cultura/veo-una-voz-coda-la-sordera-y-el-lenguaje/