Cultura

21/5/1992|357

Cine: Sin lugar en el mundo

La película “Un lugar en el mundo” relata la vida de una pareja de militantes de la izquierda peronista de clase media de los años setenta que han retornado del exilio luego de la caída de la dictadura militar. Ella médica, él maestro, montan un dispensario, y una escuelita y contribuyen a la formación de una cooperativa de productores rurales en San Luis, llamados por una vieja amiga monja tercermundista. Los protagonistas dicen claramente que en aquella época querían “hacer la revolución”, pero que fueron derrotados y ahora tan solo quieren “hacer algunas reformas” a una sociedad básicamente injusta pero “contra la que NO SE PUEDE”. Esta conducta ejemplifica la tesis que reserva para la izquierda el papel de censor moral de la sociedad capitalista, pero descarta cualquier posibilidad de que ésta sea protagonista de una transformación revolucionaria.

La película muestra, seguramente sin advertirlo, el completo fracaso y la falta de perspectivas de esta concepción. El protagonista termina quemando la reserva de lana de la cooperativa porque de ese modo los campesinos "no van a tener nada que perder”, la monja se subordina a los dictados de la jerarquía eclesiástica y la médica se va a Buenos Aires.

Si el director de la película quiso a través de esta historia representar a esa generación de militantes de los años setenta tenemos que decir que solo lo logra en parte. En efecto, un sector de estos se ocupa de divulgar su desmoralización a quién quiera escucharlos, pero otro sector que no aparece en la película ha tenido una adaptación distinta; son los que se han convertido en funcionarios, becarios, dirigentes gremiales o cualquier otra cosa imaginable en la escalera de la fama y la degradación.

El capitalismo en descomposición es mucho más destructivo que la desesperación del protagonista que quema la lana de la cooperativa y como topadora arrasará cualquier intento de resistencia “reformista La búsqueda del hijo del protagonista de “un lugar en el mundo” en el final de la película nos permite decir que el único lugar que tiene futuro para los progresistas de la clase media, está junto a la vanguardia obrera y la construcción del partido revolucionario.