Cuando lavar dinero es una obra de arte
La burguesía crea un mundo su imagen y semejanza, y no puede el arte librarse de esa ley. Está reservado a los artistas, y al pueblo trabajador que defiende la cultura y la civilización, el organizar la rebelión de las obras de arte contra su condición mercantil
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El Guernica, de Pablo Picasso, está en exhibición permanente en la Fundación del Museo de la Reina Sofía, en Madrid. El patrono de esa fundación es el muy católico y monárquico millonario Santiago de Torres Sanahúja, propietario, entre otras muchas cosas, de la galería MS, que funcionó desde 2004 hasta el verano boreal de 2012. Ese año, la MS y su dueño quedaron en la mira de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil española por lavar dinero mediante transacciones con obras de arte. Socio de Torres Sanahúja es David Marjaliza, uno de los principales imputados en la llamada “red Púnica”, aquel entramado de corrupción que hundió en la crisis al gobierno de Mariano Rajoy.
En aquel momento quedó a la vista un mecanismo que se conocía desde mucho tiempo antes: el dinero de las “comisiones” (coimas), que grandes empresas como la energética francesa Cofely pagaban a políticos españoles para arreglar sus negocios, era reingresado en el circuito legal mediante la compra de obras de arte que se pagan, o simulan hacerlo, a un precio muy superior a su cotización estimada. Lo mismo ocurre con dinero procedente del narcotráfico, de la evasión de impuestos o de cualquier otro origen ilegal. Las obras de arte son ideales para eso porque, después de todo ¿cuánto vale, por ejemplo, una pintura artística? Vale exactamente lo que un coleccionista esté dispuesto a pagar por ella, no rige en ese ámbito la ley del valor.
Además, esas transacciones no pagan impuestos: cualquiera puede entrar en cualquier aeropuerto con un Rembrandt arrollado en un estuche sin que nadie le diga nada, aunque en verdad está ingresando un buen par de decenas de millones de dólares.
Los bancos, siempre los bancos
Según los entendidos, el comercio de obras de arte es uno de los mecanismos de lavado de dinero más usados después de las operaciones inmobiliarias. También tiene su importante lugar en ese punto la compra-venta de contratos de deportistas profesionales, en especial jugadores de fútbol y basquetbolistas. Por supuesto, todos esos mecanismos resultarían imposibles sin la complicidad activa de los bancos por medio de los cuales se efectúan las transacciones. En materia de dinero ilegal y lavado, los bancos son los verdaderos grandes dueños del negocio.
La agencia EFE informó hace unos meses que el dinero lavado en España procede básicamente del narcotráfico y, en menor medida, del comercio ilegal de armas y de la evasión impositiva. Por su lado, el Departamento de Estado de los Estados Unidos considera que España es “la mejor lavandería de Europa”. Washington no puede referirse al territorio norteamericano, claro está, porque en ese caso debería admitir que el principal centro lavador de dinero del mundo es, precisamente, Estados Unidos.
Otro modo de lavar dinero con obras de arte es el de las subastas fraudulentas. Un supuesto vendedor saca a la venta, falsamente, una obra de arte. En una puja simulada, un cómplice ofrece determinado monto y se lleva la obra. Luego, terminado el simulacro, la devuelve y cobra su comisión. Menos complicadas aún son las cosas en el ambiente de los marchantes y de las personas que compran y venden obras artísticas con más reservas. En esos ámbitos los controles son mucho menores o no existen.
La burguesía crea un mundo su imagen y semejanza, y no puede el arte librarse de esa ley. Está reservado a los artistas, y al pueblo trabajador que defiende la cultura y la civilización, el organizar la rebelión de las obras de arte contra su condición mercantil. Por otra parte, en su decadencia, en su última etapa de descomposición, el capitalismo se vuelve abiertamente delictivo. Por eso, también la lucha por la libertad del arte es lucha contra la dictadura de los banqueros, de las mafias capitalistas.