Cultura
28/7/2021
“Desmorir”, de Anne Boyer: la carne rota de una poeta
El capitalismo enferma y mata.
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Algunas personas se desinfectan y otras logran desintoxicarse, pero además existen las que "desmueren". Son aquellas que, a contrapelo de una condena a muerte por una patología grave, siguen viviendo. Eso sí: sin saber hasta cuándo. Nada ni nadie les certificará nunca la salvación absoluta. Han ingresado en lo que las estadísticas médicas denominan "sobrevida", un vocablo que describe la impactante sensación de permanecer en esta tierra de prestado.
Tal es el caso de Anne Boyer, poeta norteamericana a la que en 2014, a la edad de cuarenta años, se le detectó el tipo más agresivo de cáncer de mama. Habituada quizá por su oficio a recuperar de las palabras un sentido latente, a advertir en ellas una sonoridad insospechada, experimentó al recibir dicho diagnóstico cómo se resquebrajaba, bajo el efecto del estupor, todo lenguaje que pudiese nombrar el hecho de enfermar. "Desmorir: una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista" surge de ese extrañamiento y de los intentos por salir del mutismo.
Descreída de la incomunicabilidad del sufrimiento -noción a la que, llegado el momento, le opondrá una discusión-, para (re)encontrar qué decir volvió a leer las ideas que continúan poniendo en juego alrededor de la pérdida de la salud textos canónicos de la filosofía, investigaciones historiográficas, biografías literarias, narraciones religiosas, mitológicas y de ciencia ficción, versos de resignación o incendiarios, pinturas y películas. Al dialogar con estas diversas representaciones culturales, sus cavilaciones evitan caer en el solipsismo.
En consonancia con el vértigo al que empuja la avidez de descubrir de qué modo quedó sellado el destino final del cuerpo que cuenta su agonía, la fluidez de la escritura de Anne Boyer (de cuya traducción se responsabilizó, para la colección "Realidades" de la editorial Sexto Piso, la poeta barcelonesa Patricia Gonzalo de Jesús) no contrasta, sin embargo, con el espesor de los problemas que aborda.
Por otra parte, el libro se desentiende del ordenamiento que comportarían las entradas de un diario íntimo. A diferencia, por ejemplo, de los clásicos estadounidenses de la literatura sobre la propia enfermedad"Esta salvaje oscuridad", de Harold Brodkey, y "Esa visible oscuridad", de William Styron, "Desmorir" descarta el registro lineal de avances y retrocesos clínicos, de remisiones o exacerbaciones sintomáticas. Se infiere, sí, una cronología, pero al apuntar que la autora -distinguida con el Premio Pulitzer 2020 de No Ficción- lo culminó en 2019, el cálculo arroja, dada la fecha del comienzo de su padecimiento, un lapso de cinco años en el que los acontecimientos se maceraron. Tal vez de ahí provenga la ausencia general de tonos desesperados que lo caracteriza. Los distintos capítulos sirven como unidades temáticas a partir de las cuales Anne Boyer introduce variaciones, reconoce cambios de perspectivas y realza opiniones contradictorias. Deja a un lado, así, la imposición de una única mirada.
El capitalismo aparece como algo más que el mero contexto en el que la carne de una poeta se rompió. Su lógica de funcionamiento repercute, si no la ocasiona directamente, en la tragedia del cáncer (de mama, en este caso). De manera arbitraria establece la duración de los períodos del tratamiento y de la convalecencia durante los que está permitido exceptuarse de las tareas remuneradas; omite, alevosa y despiadadamente, las particularidades de cada situación.
Anne Boyer, madre soltera de una niña, que apenas conseguía autosustentarse dedicándose a la docencia, constató las consecuencias de la precariedad convertida en la norma habitual que rige las relaciones laborales. La brutalidad del modelo económico imperante la forzó a retomar las actividades en el aula frente a estudiantes de arte, con el dolor todavía deshilachándole los nervios y los drenajes de la doble mastectomía ocultos bajo una faja torácica. Mientras, sus amistades, para auxiliarla en el trasiego, debieron administrar los restos de voluntad con los que la explotación asalariada obliga a contentarse. Los llamados publicitarios a practicar la solidaridad con quienes luchan por recuperarse y el reconocimiento simbólico del sistema a las víctimas fatales (en su mayoría mujeres) se revelan, entonces, como una cáscara vacía contra la que rebota el ruido de las rasgaduras en el tejido social.
Desde el principio, por su condición de paciente oncológica, se le demandó mostrar aquiescencia, una actitud acorde -según el discurso que les escuchó repetir a "coaches" del bienestar- con el supuesto mérito individual de no entorpecer el éxito de la cura. No obstante, nadie respondió a sus inquietudes respecto de cuán verdaderas o delusivas resultarían las chances de reponerse de las reacciones adversas de la quimioterapia, por lo que a lo largo de las páginas va formulando interrogantes que exceden los límites del caso personal: "...me preguntaba cómo era posible que hubieran atravesado mi cuerpo todos aquellos dólares y que yo hubiera quedado pese a todo en un estado tan deplorable".
¿Qué ideologías normativizan las asimetrías -determinadas por la clase, el género y la raza- en el acceso a una atención profesional oportuna y adecuada? ¿Cómo se consensúan y legitiman las políticas gubernamentales que avalan, cómplices, el lucro criminal de los emporios farmacéuticos? Las preguntas, de una actualidad irrecusable, giran en torno a estos asuntos.
Asimismo, muchas de las indagaciones que Anne Boyer lleva a cabo basculan sobre los contrapuntos que ubica entre las que la precedieron en el ejercicio de vérselas con la incertidumbre que acompaña incluso a los mejores pronósticos. "La enfermedad y sus metáforas" y "Diarios del cáncer", dos ensayos que sus respectivas autoras, Susan Sontag y Audre Lorde, publicaron un tiempo después de enfrentar también la confirmación del diagnóstico de cáncer de mama (en 1974, con cuarenta y un años de edad, enfermó la primera -"una crítica cultural blanca de clase alta"-; en 1978, a los cuarenta y cuatro, la segunda -"poeta, lesbiana, negra y feminista"-), ocupan un lugar preferencial, junto con la obra y la figura transgresoras de Kathy Acker, entre las referencias de las que se aprovisiona a la hora de cargar las armas de la crítica.
"Desmorir" no alecciona, sino que invita a reexaminar y a transformar la situación de un mundo que desfallece a causa del capitalismo mortífero. Guiado por este propósito urgente, abre fuego y acierta en el blanco.
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