Cultura

25/8/2011|1191

El Capital llega a la pantalla grande

Kluge retoma el monumental proyecto de Eisenstein

¿Cómo trasladar al lenguaje cinematográfico una obra como El capital, texto central de Karl Marx, explicación de los mecanismos que rigen al sistema, artefacto de la teoría política y económica, libro fundamental para entender nuestros días? Los tres volúmenes que señalan los conceptos esenciales para comprender cómo funciona el mundo capitalista son esquivos, podría pensar cualquier persona, a la posibilidad fílmica. Sin embargo, el ruso Sergei Eisenstein, uno de los padres del cine moderno, tenía entre sus planes llevar adelante esta película. Ochenta años después, el alemán Alexander Kluge logró realizar el proyecto.

Un día después de que terminara de rodar Octubre, Eisenstein escribió en su diario: “Está decidido filmar El capital, según Karl Marx. Es la única alternativa formal posible”. Era el 12 de octubre de 1927 y el director acababa de realizar una cinta gigantesca: el Partido Comunista de la Unión Soviética había erogado fondos que ninguna otra película a nivel mundial había obtenido y postulado al film como una de las joyas de los festejos de los diez años de la revolución de Octubre. Eisenstein había podido usar los paisajes de Leningrado a su antojo a tal punto que, por las noches, la municipalidad cortaba la energía para que sus cámaras pudieran captar la luz de la manera mejor. Sin embargo, el Comité Central del partido había tenido, como contrapartida, el control sobre el guión del film. El stalinismo estaba en ascenso en el país de los soviets. Ya se había iniciado la persecución a León Trotsky. Si bien su figura aparecía en la primera versión de la película, la censura -supervisada personalmente por Josef Stalin- logró que se eliminara todo rastro de su participación en la Revolución.

Eisenstein se obsesionó con su nuevo proyecto, el cual debía transformar al cine según sus planes. En su diario, registró los pensamientos que lo atravesaban a la hora de la planificación. El director lee el Ulises de James Joyce -una novela que redefine las posibilidades de la novela- y decide postular su método como modelo de su película: “A preguntas cotidianas, le da respuestas metafísicas”, escribe (Eisenstein pudo reunirse con Joyce para discutir la película sobre el texto de Marx; pensar la existencia de un encuentro que unió a estos nombres significativos de la cultura contemporánea puede ser productivo). Y escribió más: indicaciones, escenas, dibujos sobre lo que debería ser un film-ensayo de una naturaleza monumental. Eisenstein no pudo filmar su proyecto.

Ocho décadas después, Kluge -el más radical de los cineastas de la generación del “Nuevo Cine Alemán”- tomó como inspiración las notas de Eisenstein, realizó una relectura del texto de Marx y concibió una película desmesurada, de nueve horas de duración, que plasma sobre las pantallas a El capital como una obra de arte total (a la vez que fragmentaria). El realizador usa todos los géneros posibles para darle una traducción fílmica al texto (desde la narración cinematográfica, a la entrevista, pasando por la ópera, el videoclip, la música, el diseño, la tipografía y la pura imagen), a la vez que pone en primer plano las reflexiones de Eisenstein (y logra, de ese modo, hacer una película sobre cómo hacer esta película) y logra un film de una belleza perturbadora.

Noticias de la Antigüedad ideológica: Marx-Eisenstein-El Capital es un caleidoscopio que permite ver un diálogo de una poesía potentísima entre dos agentes de la Stasi que reflexionan sobre el agua, los soviets y la energía eléctrica; la filmación casera de unos turistas que descubren la verdadera tumba de Marx; un corto que muestra, en una escena, el valor del trabajo en la producción del paisaje humano; el poema que Bertolt Brecht le dedica a una grúa de Michschak; una representación de los acontecimientos del acorazado Potemkin en la forma operística de Tristán e Isolda, de Wagner; algunos episodios desmesurados de la historia soviética, entre otros -muchos- episodios que construyen el film. La potencia estética e intelectual del film -con el aura política que implican- se ve disminuida a la hora de las entrevistas propiamente “políticas” de la película, que rescatan a pensadores muy importantes de la Europa actual -como Hans Magnus Enzerberger o Peter Sloterdijk-, pero que están lejos de pensar la actualidad revolucionaria de El capital. El historiador Dietmar Dath reclama nuevas lecturas de El capital que superen las realizadas por el leninismo. Estas intervenciones, que de todos modos no dejan de tener interés, no desmerecen una película extraordinaria.

El capital se pudo ver en la fundación Proa durante agosto a sala llena, en partes e incluso en la función “maratón” que exhibió de manera completa las nueve horas del film. Las localidades agotadas, a pesar de las dificultades geográficas del espacio cultural, expresan el marcado interés que el film causó en ciertos sectores.

El título elegido por Kluge hace alusión a “la antigüedad”. Sin embargo, esta referencia no implica un desmedro de las posibilidades contemporáneas del texto de Marx. Por el contrario, remite a una frase de los manuscritos del joven Marx: “¿Por qué la infancia histórica de la humanidad, donde alcanzó su forma más bella, no debería ejercer un encanto eterno?”. El fundador del socialismo se refiere a la antigua Grecia, una infancia (y la patria es la infancia, como decía Rainer María Rilke) que siempre está volviendo, sin que esto impida que los alcances de nuestra mirada estén puestos siempre adelante. Hacia el futuro.