Cultura
31/1/2024
El chico y la garza: un animé con crítica social
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El chico y la garza.
Estrenada el pasado 11 de enero, El chico y la garza, la nueva obra de arte de Hayao Miyazaki, es un fuerte discurso antibelicista y cargado de humanidad.
Cargada con fuertes colores, en el film pueden visualizarse los bombardeos sobre territorio japonés, y la detonación de la bomba nuclear en Hiroshima y Nagasaki, por parte de las fuerzas armadas estadounidenses el 6 de julio de 1945, con el fin de ponerle cierre a la Segunda Guerra Mundial, costándole la vida a más de 110 mil personas, una de ellas, la madre del dibujante y director. Elemento de inspiración de su nuevo film.
Por este y otros motivos es que se considera a esta nueva película, al igual que sus antecesoras -Mi Vecino Totoro (1988) y El Viaje de Chihiro (2001)- como obras autobiográficas.
Miyazaki, jugando con una gama extensa de tonalidades, vuelve a introducirnos en las vivencias de un joven, un adolescente, que, escapando física y mentalmente de la guerra, se instala con su padre en una casa en medio del campo. Es allí donde Mahito conocerá al ave parlante, que lo invita a viajar a otros universos y reencontrarse con su madre fallecida. Transportación que hace descubrir nuevas y extrañas vivencias y aventuras, como por ejemplo sortear la amenaza de pericos que se alimentan de carne humana. Entendible también como algo más que unos simples pájaros caníbales, asemejándolo a la propia depredación y la explotación del hombre por el hombre.
Al mejor estilo Cheshire o Gato de los Deseos (felino mágico de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll) el ave atraviesa al niño por portales a diferentes tiempos y espacios, y así construir una fábula,donde la garza busca dejarle una lección, tanto al protagonista como a los espectadores, sin importar la edad que tengan. Y es que Mahito, ni nadie en el mundo, es el centro del universo.
Genzaburo Yoshino en su novela How do you live? (¿Cómo vives?), novela en la que se inspira Hayao para crear El chico y la garza, relata la historia de un púber que busca encontrar significado en su entorno, luego de la muerte de su padre, a partir de cartas que le dejó un tío. Plasma en su narración que “Cuando somos infantes, nuestro yo se vuelve parte central de nuestro pensamiento. Como cuando se creía que la tierra era el centro del universo (…) Conforme crecemos, aprendemos a entender a la gente y las cosas desde una perspectiva más amplia: esto incluye lugares y sentimientos (…) Pero aún entre adultos, la tendencia humana de pensar y formar juicios está muy enraizada en que el centro son ellos/as mismos/as. Liberarse de esta forma tan egocéntrica de ver la vida es poco común (…) La mayoría de la gente que se resbala en esta forma egocéntrica de pensar, es incapaz de entender los hechos de la materia, y terminan viendo solo lo que les conviene a sus circunstancias”.
Sin expresarlo de forma literal, el largometraje animado es un fuerte grito contra toda dictadura imperialista, y nuevas avanzadas belicistas. Sin dar nombres, no queda encasillado en ningún apoyo ideológico particular. Pero si dejando entendido que la salida a la crisis mundial no es individual (sálvense quien pueda) sino social. En un mundo (y régimen) capitalista marcado por excursiones y campañas guerreras con el fin de conquistar nuevos mercados, este nuevo film busca abrir los ojos al respecto, tomando experiencias pasadas, y desarrollar una salida colectiva.
Como dice el realizador japonés, informando su despedida de la pantalla grande, “esta no es una película que se ve con los ojos, se siente. Y luego se ve más veces, porque seguramente conforme pase el tiempo y conforme vivamos, le encontraremos más sentido”.
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