Cultura

2/12/2017

El fútbol, cosa de mujeres rebeldes

Sólo para hinchas (Quinta nota)

Cuando en la Argentina del 2000 se produjo una gran crisis capitalista, con  el pico más alto de desocupación que se recuerde, se formó, como respuesta a esa crisis, el mayor movimiento de mujeres organizadas de  nuestra historia que fue el movimiento piquetero.


Allí, cuando faltó el trabajo, las mujeres se hicieron cargo de todo, de sus propios hombres, de la familia y de sus hijos.


Las piqueteras de la Argentina, sin saberlo, repitieron la historia de las mujeres europeas  que cuando  empezó la primera guerra mundial, también tuvieron que asumir integralmente la tarea de los hombres -que habían sido llevados a la masacre para defender los negocios de los capitalistas.


En 1914 en Inglaterra, se reconvirtieron las fábricas para suministrar elementos para la guerra y cerca de 700.000 mujeres inglesas trabajaron en fábricas de municiones. La historia las conoció como las "Munitionettes".Ahí, en la ciudad portuaria de Preston,  en una  gran  fábrica de equipamiento ferroviario, llamada Dick, Kerr & Co,  reconvertida, se comienza a tejer la apasionante lucha de las mujeres por defender su derecho a jugar al fútbol.


Las trabajadoras pasaban más de diez horas al día entre explosivos, obuses y cañones y  tenían en su mayoría un curioso tinte amarillo en la piel, fruto de la toxicidad del azufre con el que lidiaban. El fútbol, jugado al aire libre, era, a decir verdad, casi una buena medicina para esas jóvenes obreras.


La mayoría tenía entre 14 y 20 años. Jugaban de maravilla porque habían aprendido a mover la pelota junto a sus hermanos en los patios de las interminables barriadas de trabajadores de la industrial Walton.


Esas obreras formaron el Dick, Kerr Ladies, un equipo de fútbol femenino que era un ensueño. El D K Ladies fue creciendo y creciendo y nunca perdió un partido,  trascendió a toda Inglaterra,  llenó canchas y estadios; hizo furor por su calidad futbolística y social, mantuvo -hasta su desaparición- el ideal solidario de su fundación: donaba sus recaudaciones a los soldados en guerra y luego a los heridos y desempleados post conflicto. Además, hicieron partidos donde recaudaban fondos para las grandes huelgas mineras de la época.


Como todo gran equipo tuvieron su gran estrella. Ella se llamaba Lily Parr, y era una verdadera genia. Lily ,futbolística y socialmente era Maradona. Jugaba como “las diosas” y además era una gran  transgresora, era una reconocida activista del movimiento de lesbianas y, siendo capitana del equipo, hizo pública, ¡en esos tiempos! la relación con su pareja.


Terminada la guerra, se suponía que las mujeres tenían que volver a sus casas, el experimento de igualdad debía terminar, el éxito del Dick Kerr Ladies iba en contra de ese plan. Ese éxito obtenido también les creó poderosos enemigos pues  llenaban  canchas más que muchos equipos masculinos. Molestaba  que las recaudaciones de sus partidos fueran siempre benéficas.


Por eso las hicieron pelota. La Federación inglesa de Fútbol en 1921 prohibió los partidos femeninos.


El fútbol es "un juego rudo, totalmente inadecuado" para las mujeres, dijo la FA y advirtió que las jugadoras podían sufrir lesiones "de las que jamás podrían recuperarse". Así, para demoler cualquier vestigio del equipo de las Ladies” la FA mantuvo 50 años esa restricción que levantó recién en 1971.


Lo más criminal del caso  fue que en el 2008, ochenta y siete años después, en un émulo de  lo que hizo la Iglesia Católica con Galileo, pidió disculpas por el error.


La admiración que despertó el Dick, Kerr Ladies trascendió al resto del mundo y otras mujeres rebeldes tomaron la posta de defender el fútbol femenino en los lugares más insólitos del planeta.


Así nacieron grandes rebeldes del fútbol como Honey Thaljieh,  que fue admiradora de la experiencia de las “Ladies” y pionera del fútbol femenino en Palestina. Con solidez y enviando un claro mensaje a las mujeres y a toda la sociedad nos dice: “Soy Palestina, árabe, cristiana, mujer y juego al fútbol”.


Todo empezó en las calles antiguas y estrechas de Belén, donde jugaba con chicos en contra de la opinión de su familia y las críticas de la comunidad. “Todas las noches, los soldados asaltaban nuestra casa y nos sacaban fuera sin importarles la lluvia o el frío. Nuestro coche fue destruido, mi primo fue asesinado. Era muy duro ver los cadáveres en el suelo”.


Honey Thaljieh encontró en el fútbol una forma de canalizar la rabia. “Pensé que con el fútbol se podía conseguir algo.

Fue muy difícil por todas las barreras, sociales, culturales y políticas y las críticas de que las mujeres no deben jugar al fútbol, ni llevar pantalones cortos, y  deben cubrirse la cabeza. pero decidimos que nosotras no sólo estábamos jugando al fútbol”.


“Era mucho más que fútbol.” Honey entendió que de la desesperación se podía construir algo, dar esperanza a la sociedad y a las mujeres: “Como palestina, crecí bajo la ocupación y la opresión; mi identidad fue mi prisión. Como cristiana, viví en una sociedad musulmana dominada por el hombre. Como árabe, en un mundo con mucho racismo y estereotipos, mi etnicidad también se convirtió en mi prisión. Y por ser mujer, en una sociedad patriarcal, donde el fútbol era una actividad de hombres, mi género fue mi prisión. Todas estas identidades se convirtieron en mi prisión, pero también a través de ellas encontré la libertad para ser de la manera que soy”.


Esto fue en 2003. Años más tarde, por la lucha de Honey, la Federación Palestina de Fútbol autorizó la creación de la selección femenina de fútbol.


Si Honey fue pionera en Palestina, Khalida Popal fue pionera en el difícil Afganistán.


Khalida empezó a jugar fútbol desde niña. Le enseñó su madre. Pero tenían que hacerlo a escondidas porque era mal visto. Tenían que jugar en ropa incómoda, en lugares alejados, y aún así tuvieron que soportar que hombres que las espiaban, les quemaran sus implementos, les tiraran piedras y les dijeran prostitutas.


Eso no la derrumbó. Al contrario,  entendió que no se trataba sólo del fútbol sino de sus derechos como mujer. Desde 2004, con apenas 16 años, se  transformó en una activista del fútbol femenino. Viajó por todo el país impulsando el fútbol de las mujeres  recorriendo colegios y hablando con niñas sobre sus derechos. A veces casi en secreto. Las amenazas de muerte contra ella y su familia se volvieron frecuentes, pero no la detuvieron.


Su primer gran logro como activista llegó en 2007, cuando convenció al presidente de la Federación Afgana de Fútbol de crear una selección femenina. "Ponernos esa camiseta roja nos empoderó. Nos mostró que teníamos que seguir", recuerda Khalida. Sin embargo, ni la camiseta de la selección y ni la cinta de capitana del equipo le dieron seguridad. Los mensajes de rechazo y las amenazas no pararon, y en 2011 tuvo que asilarse en Dinamarca.


Las Dick Kerr Ladies, las Honey Thaljieh, las Khalida Popal, como tantas otras, nos muestran que el fútbol que amamos es también cosa de esas mujeres rebeldes, quienes, además, con la experiencia adquirida en el transcurso de los años, han elaborado un programa con las reivindicaciones del fútbol femenino.


Pero eso será parte de otra nota.


Hasta la próxima


Esta será la última nota del año del espacio "Solo para hinchas" que se reiniciará en el 2018  (con 5 notas sobre los mundiales)  una en enero, otra en febrero y luego, desde el 1 de marzo, con un ritmo quincenal.