Cultura

29/11/2019

El Irlandés: mafiosos y burócratas sindicales, por el mejor Scorsese

Con sus ya clásicas marcas de estilo, el film indaga en el misterio de Jimmy Hoffa.

Netflix acaba de largar, este jueves 27, una mega producción fílmica con la dirección de Martin Scorsese y las actuaciones protagónicas de pesos pesados como Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci.


El estreno de El Irlandés (The Irishman) se ha convertido en una apuesta fuerte de Netflix, amenazada por el reciente lanzamiento de Disney Plus, que, por su nivel de concentración de recursos, aspira a imponerse en el negocio de las plataformas de streaming. Algunos radican aquí el motivo de que saliera a la luz el proyecto de 175 millones de dólares que De Niro y Scorsese impulsan hace 10 años y que recibió el rechazo de las principales compañías cinematográficas, debido a los riesgos y altos costos de inversión.


Con un formato inusual de 210 minutos de duración y la utilización de efectos especiales que le permiten al director abarcar una línea de tiempo de varias décadas con los mismos actores, el film nos arroja una obra cúlmine donde se integran grandes producciones de Scorsese. Tanto por la temática, como por los actores y el recurso de la voz en off, es irresistible la referencia a clásicos como Casino o Buenos Muchachos, o a las escenas crudas de Los infiltrados y al humor negro de El lobo de Wall Street. La crítica ha celebrado el nivel de la película con actuaciones destacadas que han logrado representar con éxito los personajes de esta historia, dando una imagen realista y humanizada, saliendo de estereotipos vulgares y ofreciendo una aproximación a la forma mentis de figuras de la historia norteamericana.



“Me dijeron que pintas casas”


El film relata la historia de Frank Sheeran (De Niro), compendiada en el bestseller I hear you paint houses (Me dijeron que pintas casas), publicado por Charles Brandt en 2004. La película muestra la evolución de Frank, quien conquistó un lugar destacado en la mafia italoamericana, a pesar de sus orígenes irlandeses, a partir de los contactos que se abrió realizando “trabajos” para sus contactos cuando se desempeñaba como camionero. Bajo esas circunstancias conoce a Russell Bufalino (Pesci), importante mafioso italiano del noroeste de Pensilvania, Filadelfia, quien toma a Frank bajo su padrinazgo. Russell ve el potencial de Frank, quien por su experiencia como combatiente en la Segunda Guerra Mundial contaba con la frialdad y disciplina para ocuparse de los encargos que se le solicitaban.


El Irlandés describe la íntima relación que ambos van construyendo, motivo por el cual Frank aparece como el candidato perfecto a colaborar con la seguridad de un importante sindicalista, con vínculos con la mafia, que ya por esos tiempos resonaba en la opinión pública norteamericana: James Riddle Hoffa.


Sheeran cuenta que al comunicarse por primera vez por teléfono con Hoffa este le manifestó, sin mediar saludo, “Me dijeron que pintas casas”. La expresión viene de la jerga mafiosa, que alude al enchastre de sangre que se esparcía por las viviendas luego de acribillada la víctima. A estas alturas él ya realizaba trabajos de este tipo para sus amigos de la mafia. A partir de ahí Sheeran se convertirá en una figura cercana al dirigente camionero, incluso será promovido al frente de una de las sucursales del poderoso sindicato.


La burocracia y sus negocios


Presidente de la Hermandad Internacional de Camioneros desde 1957 hasta 1964, cuando fue encarcelado por sobornar a un jurado, Hoffa se ganó la reputación del sindicalista más influyente de los Estados Unidos. Su gremio llegó a contar con 2,3 millones de afiliados, con una presencia en todo el país y suficiente fuerza para paralizar la economía de la mayor potencia imperialista. Su ascendiente sobre los trabajadores fue consolidándose al conquistar varias reivindicaciones y derechos laborales que se aplicaban a toda la rama de la industria camionera. En los dos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, los camioneros desataron ocho mil huelgas en cuarenta y ocho estados (Clarín 27/11). En 1964, los Teamsters, como se los llamaba, conquistaron un único contrato laboral para todos los transportistas de mercaderías del país. Esto llevó a que Hoffa quisiera extender su influencia a otros gremios del país, bajo la misma modalidad de negociación, similar a la modalidad de Contratos Colectivos de Trabajo.


Scorsese hará del vínculo entre La Cosa Nostra (la mafia italiana), Hoffa y el Estado, el centro sobre el que girará todo el film. En 1955, bajo el liderazgo de Hoffa, los camioneros lograron la creación del fondo de pensiones autónomo, cuya manipulación será vital en el entrelazamiento de intereses de estos interlocutores.


Resulta que la estructura sindical de los Teamstear le significaba grandes beneficios al crimen organizado: por un lado, podían lavar el dinero, proveniente de sus operaciones, a partir de las prestaciones sindicales; por el otro, disponían de importantes recursos del Fondo de Pensiones del sindicato para poder obtener financiamiento de las actividades semi-legales de la mafia (casinos, hoteles, clubes, etc). Este será el aceite que lubricará durante años la relación de Hoffa con los popes de la mafia italiana, quien a su vez se valía de estos para regimentar las filas de su sindicato, aleccionar a los activistas y a la competencia al interior del gremio, y coaccionar empresarios.



Los Kennedy: macartismo antisindical


La película retrata como la mafia italiana colaboró financieramente con la campaña de J. F. Kennedy, con la aspiración de que este expulsara a Fidel Castro de Cuba y así retablecer en la isla el control de los negocios de antaño. Incluso destaca la colaboración activa de la mafia en los preparativos de la invasión de Bahía de los Cochinos, que culminó en un rotundo fracaso. 


Sin embargo la relación de los Kennedy con el sindicalismo, y particularmente con Hoffa, fue muy distinta. Encuadrados en la doctrina de la Alianza para el Progreso, que buscaba evitar  la extensión del comunismo por América Latina, J. F. Kennedy le declaró la guerra a Jimmy Hoffa. A la burguesía norteamericana no le satisfacía el poder adquirido por Hoffa y los Teamsters. El propósito era valerse de los negocios turbios de Hoffa para debilitar la organización obrera y recuperar terreno para las patronales del transporte y sus derivados. J. F. Kennedy le encargó esta tarea a su hermano Robert “Boby” Kennedy, quien emprendió la cruzada contra Hoffa desde su lugar de Fiscal General, proceso que culminó con la prisión del sindicalista.


Jimmy Hoffa y Frank Sheeran


El principio del fin: los negocios están primero


Hoffa tuvo que dejar el sindicato en manos de su segundo al mando, Frank Fitzsimmons, un hombre de poca monta e ideas escasas, cuya única habilidad que le reconoce la película es jugar al golf. El propósito de Hoffa era dejar a un don nadie al frente del sindicato hasta que este recobrara su libertad, pero los cálculos le fallaron. El peso nulo del sucesor de Hoffa lo convirtió en el monigote que todos necesitaban: la mafia podía tener libre disposición y acceso al fondo de pensiones de los camioneros; mientras los empresarios y el gobierno se habían sacado de encima a un obstáculo para sus propósitos.


Nadie quería, ni necesitaba, a Hoffa de regreso. Es así que cuando este financió la campaña de Nixon a cambio de su indulto y libertad, sería a condición de que no dispute la dirección del gremio sino hasta pasado un plazo de 10 años. Los negocios andaban bien.


La obstinación de Hoffa por recobrar el mando del sindicato será una de las claves del film de Scorsese, donde lo que prima serán los pasilleos, tratativas, mensajes y acuerdos que operan en el submundo de la burocracia sindical y sus lazos con el poder. El director ha escogido priorizar la exposición del complejo entramado de intereses que domina las decisiones y movimientos de la dirigencia sindical corrupta. Quizás a esto se deba la ausencia de la clase trabajadora como un actor protagónico de la historia. Ese extrañamiento con los trabajadores parece indicar dos momentos claves en el film: el ascenso de Hoffa, promovido por las luchas protagonizadas al frente de los camioneros; y su consolidación, donde lo que se impone son los negocios y vínculos con el poder. Es bajo esta lógica que el fracaso de Hoffa radica en haber transgredido la línea que terminó por ubicarlo en un escenario dominado por la burguesía. A estas alturas, Hoffa acumulaba propiedades, inversiones y vínculos profundos de los cuales no se podía desentender, su destino estaba atado a los intereses de clase, pero ya no de la clase obrera, sino de su contraria.


Scorsese, y el extraordinario elenco de esta obra, logran algo maravilloso al reconstruir el vínculo de estos tres protagonistas: Sheeran, Bufalino y Hoffa. El espectador puede vivenciar por momentos la tensión a la cual son sometidos los personajes de este drama, que poco tiene de ficción. El testimonio de Frank Sheeran ha sido la base para reconstruir esta historia, con aportes que parecen cerrar definitivamente el misterio propagado a partir de la desaparición repentina de Jimmy Hoffa. Y un mensaje que sobrevuela todo el film: el capital no rinde cuentas ante amistades, ni respeta lealtades.