Cultura

24/7/2016

El marginal, el mundo carcelario en la TV Pública

Un sistema corrompido, sórdido y violento es mostrado en una trama eficaz y creíble.

En sus 30 capítulos, la miniserie El marginal, que se emite semanalmente por la TV Pública, adquiere una potencia destacada y cobra especial interés en la repetitiva (de Gran Hermano a Showmatch) y a veces agria programación televisiva argentina.


Sobre una idea original de Adrián Caetano —director, entre otras, de la película Pizza, birra y faso o la serie Tumberos, que allá por los agitados días de 2002 cautivó a una fracción importante y numerosa del público— y con la dirección de Sebastián Ortega, Javier Pérez y Alejandro Ciancio, El marginal cuenta la historia de Miguel Palacios (interpretado con maestría por el actor Juan Minujín), un ex policía que queda envuelto en una compleja trama en el seno del sistema penitenciario. Palacios ahora es Pastor, la identidad falsa con la que el policía retirado queda preso acusado de un doble homicidio.


Ya encarcelado, tiene una misión que cumplir: extorsionado por un importante y poderoso juez federal, Pastor debe infiltrarse en un grupo de presidiarios que maneja —en connivencia con la policía y las autoridades penitenciarias (el director es Antín, que encarna un soberbio Gerardo Romano)— el sistema de beneficios y castigos entre los internos, cobrando “impuestos” de todo tipo (desde dinero o comida hasta servicios sexuales); manejan, además, la compra y venta de drogas en los pabellones, así como también ordena las salidas de algunos presos para realizar tareas delictivas en el exterior, sean robos, secuestros, ajustes de cuenta o tareas de choque e intimidación.


El ex policía, que lleva en sí las huellas del sistema podrido, se integra, rápida y violentamente, al mundo tumbero. Es esta banda de internos la que digitó desde el interior del penal el secuestro a la hija del poderoso juez, en venganza para cobrar una deuda que el magistrado mantiene con ellos por sus negociados. El juez le tiende una cama a Palacios y le propone canjear su libertad por datos que lo ayuden a encontrar a su hija. En medio de las relaciones oscuras y los engaños, la única solución posible será la fuga.


El marginal, que se emite los jueves a las 22:30, es un llamado a la reflexión, pues evidencia —y por eso también denuncia— que el flagelo de la inseguridad y las muchas formas del delito hunden sus razones en la trama de intereses que benefician a policías, jueces, burócratas y políticos capitalistas, que lucran con la criminalidad para solventar un negociado de ganancias millonarias. En su reverso evidencia que esta Justicia, con su hipócrita “lucha contra la inseguridad”, sólo echa lastre y desvía la atención popular para dar rienda suelta a la política reaccionaria y mafiosa que comparten casi sin matices todos los partidos del régimen.


A diferencia de Tumberos, que transcurría en los pabellones, la trama de El Marginal ocurre en 'el patio', la villa de la cárcel. En el guión se expone, además, cómo se utilizan a los sectores más 'vulnerables' —empujados por la superpoblación carcelaria a vivir en rancheríos, sin techo— para delinquir, como mano de obra esclava del servicio penitenciario.


La serie es, de este modo, una tira realista sólidamente fundamentada y documentada como hacía tiempo no se veía en la televisión nacional.