Cultura

18/6/2024

TEATRO

“El mecanismo de Alaska”: un mural que se parece mucho a la vida

La obra está en cartel hasta el 30 de junio

A veces me pregunto qué define al individuo, qué delimita dónde comenzamos y terminamos, las fronteras de la identidad y la alteridad. Me pregunto de qué manera un conjunto de partículas subatómicas es, o da la ilusión, de ser una cosa, en este caso la computadora en la que escribo, y no las billones de pequeñas cosas que la componen. Lo mismo puede preguntarse sobre una vida, un ser humano: qué fuerza imbrica a las células de nuestro cuerpo de tal manera que podemos decir: “soy”, en singular. La respuesta me elude, pero en “El mecanismo de Alaska” de la compañía Los Pipis, se ensaya una respuesta, no solo a este interrogante, sino también, y quizás con más claridad, qué le permite a dos seres humanos decir: “somos”, poder definirse como conjunto, una intersección de destinos, elegir “ser” juntos.

La obra, escrita por Federico Lehmann, y protagonizada por él y Matías Milanese junto a Camila Marino Alfonsín, se resiste a las etiquetas, y cuando uno va a buscarla a un género, a una forma, a un estilo, ya se ha escabullido a otro. A modo de genealogía, el texto traza linajes que se cruzan, se bifurcan, y se desencuentran. Los actores dan a luz (literalmente) escenas, que en prosa y en verso, con baile o con canto, iluminan retazos de vida, que a medida que progresan las dos horas cuajan en una historia de amor, no solo entre Federico y Matías, sino también de ellos con el teatro, con sus familias, con su identidad sexual, y con su gato, Alaska. Con una versatilidad extraordinaria les tres actores en escena encarnan a víctimas de guerras reales y ficticias, a abuelos y a nietos, a Mirtha Legrand, con himnos de la cultura gay o la música original de Stevie Marinaro, quien toca el teclado en vivo, marcando el compás.

La obra no se contenta con ensayar una autobiografía de el dúo protagónico, sino que evoca la historia de la representación de la homosexualidad en la Argentina, desde la obra “Los invertidos” de José González Castillo de 1914 donde es una perversión, pasando por Roberto Arlt, Carlos Jáuregui, la farándula argentina. Esta puesta en serie encuentra su más moderna iteración justamente en la obra que estamos viendo, donde se pinta un retrato (con un elegante marco) en cuatro dimensiones de la pasión marica.

Los protagonistas ironizan con su educación en la carrera de actuación de la Universidad Nacional de Artes, donde se conocieron. En un momento donde la educación superior pública, gratuita y de calidad está amenazada, y el teatro y la cultura están en la mira del gobierno de Milei, la potencia teatral de “El mecanismo de Alaska” nos recuerda la importancia de estos bastiones, y que vale la pena defenderlos.

Los Pipis no se detienen en un contenido retrospectivo, sino que se zambullen sin timidez en el futuro, teñido de colores vívidos, pero también de una angustia ante la escalada bélica y la catástrofe climática. Con una coordinación impecable con Camila Marino Alfonsín, ambos actores especulan sobre su futuro como individuos, como pareja, el del mundo y el del amor.  Una mención especial hay que hacer a la escenografía y al diseño de luces, que austeramente transforman la escena con una versatilidad contundente, y acompañan la acción de manera ingeniosa.

En una oscilación precisamente coreografiada y textualizada, la obra va y viene entre la identidad y la dualidad, lo particular y lo global, el pasado, el presente y el futuro, la realidad y la fantasía, el amor y el odio, planteando preguntas y más preguntas, como cierto personaje en ella, acerca de la naturaleza de todas estas cosas, y acercándonos muchas posibles respuestas. Durante 120 minutos los actores dejan todo en el escenario, dibujando con gestos amplios y generosos un mural expresionista que se parece mucho a la vida.

 

No te pierdas “El Mecanismo de Alaska” de los Pipis Teatroee, en Timbre 4 y en el Teatro Municipal Julio Martinelli hasta el 30 de junio.