Cultura

30/4/2014|1312

El poder detrás del poder*

El fenomeno de la serie “House of Cards”


fenomeno serie house of cards

“Un gobernante eficaz no debe tener piedad” (Nicolás Maquiavelo)
“Salvo el poder todo es ilusión” (Vladimir Ulianov, “Lenin”)

Aunque no lo parezca, no son tantas las ocasiones en las que el nombre de un personaje ficcional se introduce en el imaginario social al punto de provocar inquietud y fijar imágenes, significados. Tal es el caso de Frank Underwood, el protagonista de la serie “House of Cards”, interpretado por Kevin Spacey, dos veces ganador del Oscar. En la serie producida por Netflix -un renovador servicio que ofrece sus producciones a través de la web, Underwood se cristaliza como el epítome del político profesional burgués, adepto a la rosca, en busca permanente de las alturas del poder, ajeno a los escrúpulos y dispuesto a adaptar su moral a los objetivos propios, que tan solo a veces confluyen con los de la sociedad o los de su partido, en este caso el demócrata.

Underwood -quien, en un recurso teatral poco usado en un producto televisivo, se explica hablándole a cámara, es decir, al espectador, y haciéndolo partícipe de su derrotero- es el jefe de la bancada de legisladores demócratas y candidato asegurado a Secretario de Estado, cargo equivalente al de nuestro canciller, pero que en términos de la nación imperialista más importante del planeta adquiere una importancia que Héctor Timerman jamás habría soñado.

Sin embargo, no obtiene el puesto, debido a una serie de intrigas palaciegas en la Casa Blanca. La circunstancia desata su carrera hacia el poder de la mano de su esposa Claire Underwood (Robin Wright), con quien actúa en un tándem perturbador. Frank Underwood no duda tanto en ser fiel a los propósitos de su partido -que incluyen el ajuste en el área de educación- como la posibilidad de usar a la prensa como forma de promover su ascenso, a costa de apartar competidores. Para ello establece un pacto con Zoe Barnes (Kate Mara), una ambiciosa y joven periodista que no duda en establecer una irregular relación de sexo, fuentes y ascenso debido a su vínculo con el diputado.

En función de allanar el camino hacia su ascenso, Underwood auspicia -contradictoriamente- la candidatura de Peter Russo, un joven legislador con antecedentes de alcoholismo. ¿Se trata de una maniobra honesta o de un artilugio que podría llegar hasta el crimen? Cuando Zoe Barnes se lo pregunta, se inicia la segunda temporada de la serie, que ya había ganado en su primera emisión el favor del público argentino.

(Uno de los tópicos más intensos que recorre la serie es la relación que se establece entre el periodismo y el poder político. En las desviaciones que pueden provocar datos, pero también compromisos -como aprenderá Zoe Barnes-, en la cobardía que provoca el alejamiento del oficio (figurada en Janine Skorsky) o en la audacia irracional que deviene en ilegalidad y fracaso como muestra el heroico personaje de Lucas Goodwin. Sin embargo, una investigación periodística -sin tantas luces pero con información, fuentes chequeadas, datos- podría ser fundamental, tal como lo muestra la evolución de la segunda temporada.)

Intrigas palaciegas, crimen, extravagantes relaciones personales, aprovechamiento del sexo o del amor, usufructo del periodismo o temor a él: tales son los métodos a los que acuden los protagonistas de “House of Cards”, en medio de conflictos internacionales (las relaciones con la China capitalista moderna) o problemas sindicales internos. Toda acción de sus protagonistas se valoriza en torno a su relación con el poder. Y ésa es la clave de esta serie.

La política burguesa en todas las naciones implica que el poder sea un valor en sí mismo -más allá de que los políticos burgueses sean conscientes de a qué actores sociales (empresarios) corresponde tal ejercicio del poder. Sin embargo, hay allí algo de verdad. “Salvo el poder, todo es ilusión”, decía Lenin. Y por eso había construido todo un partido para disputar, y alcanzar, ese poder. Para Lenin se trataba de alcanzar el poder para la clase obrera, que no debía engañarse con ilusiones reformistas. Entre el poder establecido -lleno de hedor- y el de la lucha -potencial o real- por el poder obrero se realiza la vida en la que se refleja el espectador de esta serie revulsiva.


Judas

(*) Spoiler alert. Este artículo contiene adelantos de la trama de la serie. Si no quiere conocerlos, no continúe esta lectura.