Un siglo con Berni: Exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes
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Quizá los que conozcan la obra de Antonio Berni no se lleven una gran sorpresa al visitar la muestra que puede verse en el Museo Nacional de Bellas Artes (Avenida del Libertador 1473). Pero los que no han tenido la oportunidad de observar personalmente la producción de este artista clave del siglo XX tienen la oportunidad de apreciar treinta de sus obras más emblemáticas, desde algunas de los años '30 hasta la que quizá sea la última pintura que concluyó en 1981, el año de su muerte.
Una idea simple orientó la curaduría de la muestra: el agrupamiento en conjuntos de obras que permiten apreciar las distintas etapas del pintor, tanto en sus propuestas formales como de contenido, haciendo eje, sobre todo, en el carácter político de su producción en general, en vinculación con las distintas fases de una sociedad en permanente -y veloz- transformación. Así, con cierto ordenamiento cronológico, se pueden ver obras de su primera madurez, la mayoría retratos, y luego pasar a sus grandes pinturas con influencia del muralismo mexicano (y del "realismo socialista" de raigambre stalinista, vale acotar), que Berni tradujo en grandes telas de arpillera, a falta de muros donde pintar, que la dictadura de entonces negaba a los artistas (a diferencia de México, donde el muralismo fue incluso financiado por el Estado). Entre estas obras de tamaño monumental se encuentran "Manifestación" y "Desocupados", en las cuales se evidencia, efectivamente, un interés declaradamente político y una conexión con la problemática popular, pero hay en ellas un desencanto y una desazón (sobre todo en "Desocupados") que dificulta que se vea tras el pincel del artista una persona convencida de la necesidad de luchar y comprometida con la posibilidad del triunfo. Cuesta encontrar en toda la producción de Berni alguna representación de un trabajador como sujeto activo. Víctimas sufrientes, sí; sublevados, no.
Mucho se ha dicho y escrito sobre las posiciones políticas de Berni, cuya adscripción al PC signó buena parte de su trayectoria, en desmedro de un talento artístico indiscutible que se vio encorsetado por el conservadurismo político y -ergo- expresivo del stalinismo, que lo llevó a oponerse (sobre todo hasta los '50) a los grupos de artistas más cercanos a las ideas de cambio y revolución. Pero este conservadurismo se verá quebrado, en el plano de lo estético, a partir de la década del '60, en un apasionante proceso que Berni hace de rompimiento con su obra previa, tras sufrir un grave ataque cardíaco y ya acomodado social y económicamente como artista de renombre y fortuna (se había casado con la hija de un terrateniente, en cuya mansión vivía), lo que le permitió liberarse de la "generosa" tutela partidaria.
Son famosas sus series de Ramona Montiel y Juanito Laguna, en las que Berni se lanza a la experimentación con materiales de desecho, afiches publicitarios, basura... entre otras producciones en las cuales tira por la borda el realismo y el conservadurismo formal que lo habían limitado hasta entonces. De estas series, se puede ver en la muestra del MNBA una acertada síntesis, que permite acercarse a los últimos veinte años de la producción de Berni, cuya vida culminó en el momento cumbre de sus contradicciones, en plena dictadura de Videla. Según denuncia Fernando García en su libro Los ojos, vida y pasión de Antonio Berni -en base a testimonios de José Luis Sebreli, entre otros- en este período, quien era el artista más reconocido de la izquierda apoyó por lo bajo el "proyecto político" de Emilio Massera. El almirante. Nada menos.