Cultura

31/7/2008|1048

George W. Batman y”Miradas al Sur”

Una doble crítica

La industria cinematográfica de los Estados Unidos está imponiendo de una manera cada vez menos sutil y cada vez más desfachatada su doctrina de violencia y sus políticas de mercado.

A través de la cartelera de las salas de nuestro país podemos encontrar, casualmente unos días antes del inicio de los Juegos Olímpicos de Beijing, el film animado Kun-Fu Panda y la tercera parte de la saga La Momia. Ambas películas transcurren nada más y nada menos que en… China.

También se estrenó por estos días la segunda parte de Batman, “El caballero de la noche”. No es casualidad tampoco que una de sus escenas transcurra en Hong Kong. En este caso el protagonista se presenta en esta ciudad para secuestrar a un prófugo de la justicia estadounidense, que no iba a ser extraditado. Este accionar, ni ningún otro del hombre murciélago durante el film es inocente y con la única función de entretenimiento.

Batman es, históricamente, un parapolicial que obra en complicidad con el poder del Estado. Si bien en este film se escuchan algunas voces que cuestionan este cuadro, la “justicia fuera de la ley” que el personaje impone es minuciosamente justificada. “El caballero de la noche” es una apología directa de las políticas antiterroristas de Bush dentro y fuera de las fronteras de los EEUU: de la misma manera que el parapolicial Batman es tolerado e incluso alentado por sus conciudadanos en la ficción, el Departamento de Estado mantiene sus propios Batman con el Plan Colombia, masacrando y torturando en la Latinoamérica de la vida real.

Olvidemos en este film a ese villano simpático y risible, que aquí conocemos como El Guasón. En su lugar se nos presenta, según las palabras del alcalde de la ciudad, un terrorista que debe ser combatido. Incluso las estereotipadas mafias rusas e italoamericanas son débiles y con códigos éticos frente al terrorismo irracional del Guasón.

La invasión territorial y las detenciones ilegales no son las únicas costumbres del Estado norteamericano que se justifican en el film. También están la tortura a prisioneros (el mismo Batman al abducido en Hong Kong, o la golpiza de un policía al villano terrorista), y la invasión a las libertades individuales y a la privacidad: mediante un sofisticado sistema, Batman puede monitorear las actividades de millones de personas por sus teléfonos celulares. Un cómplice de Batman le advierte que esto es poco ético, pero es una medida que debe ser tomada si se quiere combatir al terrorismo. Demasiadas similitudes con la Ley Patriótica de Bush.

Incluso el engaño a las masas con fines políticos está presente: Batman y el Comisionado de la policía ocultan una serie de asesinatos cometidos por el fiscal héroe H. Dent, porque “él es el héroe que esta ciudad necesita”. Recordemos la invasión a Irak por las inexistentes armas de destrucción masiva.

Toda una joya del cine.

Curiosamente, en el ultraoficialista semanario autóctono “Miradas al Sur” (27/7), el cronista Exequiel Siddig tuvo un enfoque crítico coincidente en varios puntos con quien suscribe. Sin embargo, pareciera que las cientos de copias de Batman que copan las pantallas de cine no fueran responsabilidad de este gobierno. El cronista se indigna por el contenido político del film, pero no osa cuestionar la política de mercado cultural de los “nac&pop”, que permite la difusión masiva de este mensaje imperialista y aberrante.

Las políticas de distribución y exhibición de cine son también una cuestión de Estado, y no parece estar en los planes de los K tocarle el bolsillo a la Warner Bros o cualquier gran distribuidora. En “Miradas al Sur” también se hace evidente el doble discurso K: desde la tribuna pretenden correr por izquierda a un film fascista, olvidándose oportunamente que son ellos mismos los que dejan que el murciélago rabioso les invada la casa.