Habemus Papam y el Eclipse de Dios
Una mirada del cineasta Nanni Moretti dentro del Estado Vaticano
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En la última Jomada Mundial de las Juventudes católicas, que se realizó en Madrid el pasado septiembre, Joseph Ratzinger, uno de los últimos cinco monarcas absolutos del planeta, dijo que “Europa vive una ‘especie de eclipse de Dios, cierta amnesia; más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza" (La Nación, 19/9). El Papa, durante el mismo viaje, habló de que la sociedad estaba expuesta a los “fuegos fatuos del relativismo y la mediocridad”. Toda una sincera declaración sobre el fabuloso retroceso que viven las religiones, a la luz de la creciente maduración subjetiva que acarrea la crisis capitalista. El Papa se vale de la ciencia astronómica para metaforizar sobre la crisis del dogma católico. Por definición, un eclipse es un fenómeno momentáneo. Por eso, Ratzinger apuesta a que con la barbarie de la agudización de la crisis capitalista, el astro bloqueador (en este caso el relativismo y la Mediocridad) se corra, y desbloquee la visión de las masas para volver a Dios, en un escenario de desesperación y decadencia.
El film Habemus Papam tiene su punto de partida en un evento histórico vivido hace pocos años: la muerte de un Papa y el proceso eleccionario de un nuevo sumo pontífice, en manos de un cónclave de cardenales llegados de todas las regiones del globo. Toda una postal de un imperio religioso. El gran conflicto surge cuando el nuevo Papa elegido sufre una crisis nerviosa que le impide presentarse ante sus fieles. Por eso, se decide acudir al auxilio de un psicoanalista ateo que interpreta el mismo Nanni Moretti.
Moretti se erigió como un referente de la izquierda en la cinematografía mundial actual, y en Habemus Papam sus fieles seguidores probablemente se vean decepcionados. El film no realiza una crítica política explícita, ni confronta la visión de la izquierda con la realidad del Estado Vaticano: la pedofilia, los vínculos de la Iglesia con la trata de personas, las conexiones mañosas y los manejos oscuros del Banco Salesiano brillan por su ausencia.
Sin embargo, el film debate con el catolicismo en la grieta abierta por el “eclipse de Dios”: Habemus Papam es un film exento de divinidad, en el que Dios aparece como un inverosímil decorativo. Se mete en la intimidad del cónclave de cardenales que elige al futuro Papa, para humanizarlos y mostrarlos como hombres medievales inmersos en la modernidad, superados por el presente en el devenir de su propia existencia. La película confronta a la burocracia espiritual del dogma religioso con la interpretación de la conciencia del psicoanálisis, el rol liberador del espíritu que tienen el arte y el deporte, entre otros. Se destaca una escena en la que el psicoanalista asesora a un grupo de cardenales por el mal uso que hacen de los psicofármacos.
La única crítica abierta, aquella que la izquierda puede esperar, se da en una escena breve pero memorable, cuando el psicoanalista, mientras deambula entre las lanzas y los petos de la guardia suiza, reflexiona frente a los soldados: “Así que este es el lugar donde la nafta es más barata que en Roma, donde las farmacias tienen medicamentos que en Roma no se consiguen...”. Una mirada aguda sobre los beneficios de los que goza el Estado teocrático frente a la sociedad civil italiana.
La presencia del idioma castellano es una constante en el film, entendiendo el peso que tiene el catolicismo en el mundo hispanoparlante. Moretti se vale de nuestra lengua para una escena musical aleccionadora, cuando en los salones de algún palacio vaticano, se escucha a la inolvidable Mercedes Sosa cantar “Cambia el modo de pensar, cambia todo este mundo... Cambia, todo cambia...”.
El film Habemus Papam es una interesante y novedosa mirada sobre el Vaticano, ese Titanic que se hunde lentamente, tal vez el más pesado de los pesos del pasado que oprime nuestro cerebro, un Estado defendido por un ejército que apenas esgrime lanzas.