Cultura

28/6/2017

Harry Potter: la resistencia al estado de las cosas

Veinte años de la saga de J.K. Rowling que marcó una generación.


Hace 20 años salía a la luz la primera entrega de lo que luego se convertiría en la saga literaria más leída de la historia: Harry Potter y la piedra filosofal. J.K. Rowling –seudónimo que usó la autora para no ser discriminada por ser mujer– escribió los primeros capítulos sin un lugar a donde ir: había huido de su casa luego de sufrir violencia doméstica. Harry Potter fue parido en la barra de un bar y en el banco de un cementerio de Londres. Seguramente esta situación de marginalidad, lejos de la escritura cómoda en un escritorio, haya repercutido en la trama: Harry Potter es una novela de enorme resistencia y puede que sea ése el motivo de su éxito entre jóvenes y no tan jóvenes.


 


No hace falta haber leído los libros o visto las películas basadas en la saga para descifrar el final. Cualquiera podría adivinar que, luego de una lucha hostil, en Harry Potter los buenos le ganan a los malos, la "luz" le gana a la "oscuridad". Eso es así, innegablemente. Pero no todo es tan infantil como parece.


 


La autora asegura (en su sitio web oficial y en una entrevista realizada para el periódico holandés Volkskrant) que durante toda la serie se traza un paralelismo con los regímenes nazi y fascista. Discriminación a la sangre impura, persecución a los trabajadores y a los pobres, exaltación de la figura del líder. Pero la crítica al Estado también llega a las democracias "amigables": ministros que trabajan para Voldemort (el líder maligno), corruptelas, censuras y conservación de los aparatos represivos de las épocas oscuras. Dice J.K.Rowling que ella buscaba que Harry se encontrara con los mismos problemas que existen en la realidad. Y que los jóvenes lectores aprendieran a no tomar las cosas como dadas. A cuestionar a la autoridad, a no creer todo lo que dicen los medios de comunicación.


 


Desde su nacimiento la vida de Harry Potter está vinculada a la resistencia: Harry queda huérfano luego de que sus padres –activistas contra el líder maligno– son asesinados por el mismísimo Voldemort. Harry no sólo sobrevive al ataque, sino que el hechizo proliferado contra él rebota, y debilita al punto de dejar moribundo al mago más poderoso de la época. Toda la adolescencia de Harry transitará en su lucha interna por pasar desapercibido, y por la responsabilidad histórica que le ha tocado: terminar de matar a Voldemort, vengar la muerte de sus padres, y defender al mundo mago del retorno de la oscuridad.


 


A pesar de lo que se cree, Harry no pelea solo. Cuenta, principalmente, con la fidelidad de sus dos mejores amigos: una "sangre impura" hija de muggles (no magos) y un marginado social, hijo de un trabajador municipal y una ama de casa. Harry y sus amigos no son héroes de capa y espada: son estudiantes, con sus temores, sus amores, sus amistades, sus equivocaciones.


 


Harry lleva el nombre y el estandarte de la lucha. Harry es "el niño que sobrevivió". Pero es la organización colectiva la que marca su camino al triunfo. Son las reuniones clandestinas de los aurores (magos calificados) a media noche en casas escondidas, es la formación académica de Hermione y la valentía de Ron (amigos de Harry) y sus hermanos, es la lealtad de todos los estudiantes de Hogwarts (la escuela donde él estudia), es el padrino de Harry viviendo en las sombras y llevando mensajes encriptados. Es el profesor Snape, infiltrado en las filas de Voldemort. Es el director de un colegio entregando su propia vida para seguir un plan. Son las clases secretas del "Ejército de Dumbledore", donde un grupo de adolescentes aprende por sí solos lo que en la escuela no quieren enseñar. En Harry Potter ninguna acción contra el mal es espontánea.


 


Cuando Voldemort vuelve al poder, toma los ministerios y las escuelas y compra a la prensa. Pone a trabajar para él a la justicia, a los dementores (criaturas oscuras) y a grupos de lúmpenes sicarios para amedrentar a la sociedad. Harry y sus dos mejores amigos, perseguidos e injuriados por los medios de comunicación, huyen de Hogwarts con la misión de destruir a Voldemort. Los que se quedan resisten, se someten a torturas, y padecerán las peores vejaciones con tal de no decir una palabra. Arman por su lado una radio clandestina para difundir información y mantenerse alertas.


 


Si la revolución se prepara, eso es ciertamente lo que hacen los personajes de esta saga. Ganan los buenos, es cierto: pero no sin dolor. Habrá que atravesar mucho hasta esa victoria final. Hay una frase que Harry les dice a sus amigos, en un momento de profundo terror, que cobra relevancia incluso fuera de la ficción: "Aunque nos queden muchas batallas por librar, tenemos algo que ellos no tienen: algo por lo que merece la pena luchar".


 


El mundo que le sigue, el "después" del mundo mago, es un completo misterio: sobre eso el libro no dice nada. Sólo que el mal fue eliminado. Nos tocará a nosotros, los hombres y mujeres de la vida real, construir nuestra propia batalla y nuestro propio después.